10. Besos

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Maia ha estado hablando casi toda la noche con aquella chica de cabello negro y juro que hace un rato atrás no me molestaba en lo absoluto pero, ahora no puedo dejar de pensar en eso. Quizás sea por las tres cervezas que he bebido, o quizás sea el hecho de que Abby parece estar coqueteando con Elliot hace más de media hora sin conseguir nada; o quizás sea porque Jude me abandonó hace unos segundos para ir a conversar con un chico que jura haber visto en una reunión de fanáticos de Whitney Houston. Cualquiera sea la alternativa correcta, no puedo creer que Maia no haya volteado a observarme ni siquiera por un segundo. 

Es todo. Ya no aguanto más. Aprovecharé que he bebido unas cuantas cervezas; que Maia ha bebido unas cuantas cervezas más que yo y que probablemente ambas estaremos considerablemente más sinceras que lo normal. 

— Val— Noel se acerca a mí unos cuantos centímetros— debo decirte algo..

— Ahora no, Noel— observo a mí hermano— debo hacer algo.

Él frunce levemente el ceño.

— ¿Estás bien?— pregunta confundido— estás...sudada— él hace una expresión de asco cuando termina de hablar. Yo sacudo el rostro.

— Estoy bien— le aseguro— quizás he bailado demasiado.

— Quizás bebiste demasiado, Val— murmura— si mis padres notan que te están borracha será el fin de mi vida fiestera. 

— No se darán cuenta, Noel, ¿sabes por qué?— me giro para observarlo. Quizás Noel está dando vueltas por todas partes pero no me interesa; lo diré de todas maneras— porque a diferencia de ti, yo sí sé actuar como una persona sobria cuando llego a casa— le aseguro— y no boto la mitad de los muebles al suelo cuando camino por la sala de estar. 

Noel abre los ojos con sorpresa.

— ¿Auch?— él hace una mueca de dolor— te pones demasiado sincera cuando estás borracha, Valerie. 

Yo asiento. 

— Perfecto— murmuro— hablamos después.

Yo hago mi camino en dirección a Maia; puedo notar la manera en la que Noel se ha quedado completamente plasmado en su lugar, pero lo ignoro por completo. Todos mis pensamientos y todas mis energías están concentradas en una sola cosa; descubrir la verdad sobre Maia. 

Si. Así es. No dejaré que pase un minuto más sin que yo conozca la verdad sobre su vida amorosa y no me interesa cual sea la respuesta; no me interesa si Maia tiene una novia o tres de ellas porque al menos para cuando amanezca yo ya sabré y no tendré que pasar la mitad del día imaginando los posibles escenarios. 

Me sorprende la manera en la que mis pies se mueven tan rápido por sobre el césped; me sorprende la manera en la que no bajo los brazos ni me giro arrepentida en ningún momento, pero, por sobre todas las cosas, me sorprende la manera en la que me pongo de pie en frente de la muchacha y ni siquiera titubeo para pedirle a su acompañante que se retire. 

— Necesito hablar con Maia— anuncio— a solas. 

La chica me observa sorprendida, pero no dice nada; ella simplemente se aleja e instantáneamente comienza a mover su cuerpo al ritmo de la música con otro grupo de personas. 

Maia me observa algo desconcertada; ella se gira en mi dirección mientras amarra su cabello en una alta coleta y deja reposar una de sus manos encima de mi hombro. 

— ¿Todo bien, Val?— pregunta preocupada. 

No, Maia. No está todo bien. 

— ¿Por qué no te has girado a mirarme en toda la noche?— me atrevo a preguntar. Puedo sentir la adrenalina corriendo por cada rincón de mi cuerpo; puedo sentir cómo una corriente eléctrica recorre toda mi espina dorsal. 

La chica nubladaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora