56. Take on me

6.3K 661 181
                                    

Cuando el reloj marca las cinco de la tarde es que Maia recién se atreve a dejar la habitación de Gilly.

A estas alturas, las hijas de Gilly y Bernard ya se encuentran en el lugar, Esme está sentada a nuestro lado compartiendo sus doritos con nosotros y mis padres dan vueltas por el lugar a la espera de poder abrazar a la muchacha. 

El rostro de Maia se asoma por la habitación. Sus ojos siguen hinchados y su expresión sigue triste, pero hay algo en ella que me da una extraña sensación de tranquilidad. ¿Quien sabe lo que habló con Gilly cuando dejé la habitación? Quizás se dijeron mil y una veces más que se querían y está bien; Maia merece cariño. 

Los ojos de la muchacha se clavan inmediatamente en mis padres, y los de mis padres en los de ella.  Sin decir una palabra, mis padres acercan a Maia para abrazarla con la esperanza de brindarle un poco de paz. 

— Están aquí— suelta ella en un hilo de voz, casi como si no pudiera creerlo. Mi madre rueda los ojos mientras le da pequeños golpecitos en el hombro.

— Claro que estamos aquí, querida— le dice, como si fuera obvio.

Nosotros nos ponemos de pie para caminar hasta donde se encuentra Maia; debido a que casi toda la familia de Gilly ha estado al interior de la habitación junto con ella— excepto por Esme, ya que se excede del límite— no hemos tenido muchas noticias a lo largo del día sobre lo que está sucediendo.

Honestamente, me siento exhausta. A ratos me quedo dormida en el suelo del hospital y luego despierto casi de golpe; ha sido una noche y un día demasiado largo y en estos momentos extraño demasiado mi cama, pero no quisiera dejar a Maia sola, sobre todo cuando la está pasando más terrible que nunca. 

— ¿Por qué no vamos a comer algo?— pregunta mi padre finalmente— no han comido nada además de esas donas. 

Nosotros nos miramos entre nosotros y luego observamos a Maia inseguros; la verdad muero por un plato de comida, pero si ella quiere quedarse aquí entonces me quedaré con ella el tiempo que sea necesario. 

— Yo...— comienza Maia dudosa. Ella se gira de golpe para mirar la puerta de la habitación y podemos saber exactamente lo que está pensando; le da miedo dejar el lugar aunque sea por algunos segundos. 

— Maia, debes comer— interrumpe Esme— y quizás también deberías tomar un baño porque honestamente, apestas. 

Maia suelta una pequeña risa por lo bajo.

— Todo estará bien— le asegura, aunque no hay manera en la que pueda cumplir esa promesa— tomate una hora o dos y luego puedes volver.

Finalmente, Maia accede. 

— ¿No vienes?— le pregunto a Esme. La muchacha me sonríe por lo bajo y niega con el rostro. 

— Prefiero quedarme aquí— admite— y si hay alguna novedad se los puedo hacer saber de inmediato. 

Maia se desliza para abrazar a Esme durante unos cuantos segundos y, finalmente, Esme desaparece por la puerta del lugar.

Nosotros seguimos a mis padres por los pasillos del hospital; todo el cuerpo me está doliendo, siento como si alguien hubiera machucado mis huesos de manera abrupta y violenta y además muero por algo de desodorante. Quizás no debimos haber salido tan apresurados de casa, pero, ¿qué mas da? Estoy con Maia ahora y eso es lo que realmente importa. 

Mis ojos bajan lentamente hasta la mano de Noel que sujeta la de Jude mientras se mueven por el lugar. Una pequeña sonrisa se desprende de mis labios y, por más que esté feliz por mi mejor amigo y mi hermano, no puedo evitar sentir tristeza por el hecho de que Maia y yo no parezcamos saber qué somos. 

La chica nubladaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora