27. You can't always get what you want.

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— ¿Van a comer?— pregunta mi madre cuando Noel, Maia y yo cruzamos la puerta de entrada de mi casa.  Ella trae el cabello amarrado en un moño y viste la playera de Mick Jagger que mi padre le regaló para su cumpleaños número cuarenta. 

You can't always get what you want es mi quinta canción favorita— murmura Maia observando la playera de mi mamá. Mi madre suelta una carcajada por lo bajo y asiente. 

— Lo sé, Maia— le asegura. Y quizás es porque cada vez que la ve con esa playera le dice lo mismo.

— Sólo venía a dejar a Val— interrumpe Noel— ayudaré a Maia con la barbacoa de sus padres de acogida.

Yo frunzo el ceño; no, definitivamente no ayudará a Maia y ni siquiera sé por qué tiene que seguir miento con respecto a eso. No es como si fuera tan terrible el hecho de que él y Abby estén saliendo. 

Mi madre observa a la muchacha esbozando una enorme sonrisa. 

— Veo que tu última casa de acogida será una que recordarás por siempre— suelta mi madre dándole pequeñas caricias en el brazo. Maia asiente; ella y Noel se giran para salir por la puerta pero Maia se detiene para volver la mirada a mi mamá. 

— Miriam, ¿crees que Val podría ir a la barbacoa de este noche?— pregunta. Ahora la expresión de sorpresa en el rostro de mi madre es redirigida a mí— me gustaría que conozca a mis padres de acogida. 

Mi madre ni siquiera se tarda en asentir.

— Mientras la traigas a casa sana y salva— murmura— no veo por qué no. 

Maia asiente triunfante y acto seguido se despide de mí con la mano para desaparecer por la puerta de entrada. Mi madre levanta las cejas en mi dirección mostrándose aún sorprendida; yo intento ignorarla por completo y camino hasta la cocina para comer algo de la tarta que mis padres hicieron. Podía sentir el olor desde hace kilómetros.

— ¿Dónde está papá?— pregunto intrigada. Mi madre desliza su cuerpo encima de uno de los taburetes de la cocina.

— Fue a comprar vino y salsa— cuenta— esta noche vendrán sus amigos a jugar póker. 

Yo ruedo los ojos.

— Lo sé— ríe ella— esperaba ver una película contigo, pero dado que estarás con Maia...

— Podemos hacer un día de cine mañana— le aseguro— podemos incluso hornear galletas antes y llorar la tarde entera mirando alguna película de Nicholas Sparks.

Mi madre asiente con el rostro y de verdad espero que eso signifique un sí. No es tan usual que ella quiera pasar una tarde de cine entera conmigo así que lamento no poder aprovecharlo ahora que está sucediendo, pero ya hice el compromiso con Maia y además no puedo estar más emocionada por esa barbacoa. 

Quizás es el hecho de que Maia me esté mostrando un pedazo de su mundo. 

— Tú y Maia se están haciendo amigas, ¿no?— pregunta mi madre. Yo abro los ojos con sorpresa en su dirección— ahora que están en la misma escuela.

Mi corazón late con fuerza inexplicablemente; definitivamente necesito controlar mis impulsos de nerviosismo. 

— Un poco, sí— admito, y en parte es verdad— en realidad fue idea de Noel que me invite.

— ¿Cómo estuvo la fiesta en casa de Abby?— pregunta mi madre intrigada cambiando el tema. Yo suelto una risa por lo bajo solamente por recordar la noche entera que pasé abrazada a Maia y finalmente simplemente le dedico una sonrisa.

— Estuvo genial— admito. 

— ¿Sabes qué?— pregunta mi madre— he escuchado que a veces las personas...— ella busca las palabras en su mente como si el tema fuera realmente difícil de tratar— homosexuales— dice finalmente. 

— Ajá...— comienzo yo frunciendo el ceño confundida. 

— Las personas homosexuales a veces buscan amigos que también sean homosexuales— suelta sin más. 

Yo la quedo mirando algo sorprendida; a veces me asusta la capacidad de mi madre de sacar conclusiones que terminan siendo media ciertas, pero obviamente no estoy lista para tener esa conversación ahora.

— Me iré a mi habitación— anuncio— creo que me están llamando por teléfono.

Mi madre me mira  extrañada.

— Tu teléfono está en tu mano, Valerie. 

Yo bajo la mirada hasta el aparato mientras la sangre se apodera de mis mejillas. Trago saliva e intento calmar los latidos de mi corazón; una parte de mí piensa que es mejor que mi madre se esté dando cuenta de algo porque de esa manera no tengo que decírselo, y la otra parte de mí piensa que es terrible porque mi verdadero plan era que en realidad nunca se enteren. 

— En la computadora, quiero decir— sacudo el rostro— alguien quiere hablar conmigo en la computadora.

Antes de que mi madre pueda decir algo más yo subo escaleras arriba con el plato con comida en una mano y mi teléfono en la otra mientras me maldigo a mí misma por siquiera existir; está bien, mi madre sospecha algo, no es nada. 

Al menos no tengo que salir del armario con ella. O eso creo. 

Termino de comer mi pedazo de tarta  para tomar un baño y arreglarme. El problema es que probablemente debería tener a Abby asesorándome para esta cita, pero ni siquiera le he dicho todavía que quizás Maia y yo somos algo, así que recurro a mi opción número 1; Jude. 

Sólo basta una llamada telefónica para que Jude se aparezca en la puerta de mi casa en menos de media hora. Él trae exactamente la misma ropa que vestía en la casa de Abby, sólo que está vez está con gafas de sal y unos enormes aros plateados que cuelgan hasta su cuello. 

Cuando yo abro la puerta, mi madre me acompaña algo intrigada de saber quien está visitando nuestra casa; normalmente la única persona que invito es Abigail y no es como si la hubiera visto muchas veces este año.

Jude da dos pequeños pasos al interior de la puerta mientras me entrega su mochila dramáticamente para que yo la guarde. 

— ¡Buen día, familia!— exclama, y acto seguido se baja un poco las gafas para observar a mi madre por encima de los anteojos y abrir la boca en modo de sorpresa— ¿es ese Mick Jagger?— antes de que mi madre pueda responder siquiera, Jude cierra la puerta con su pie y se quita las gafas de manera exagerada— ¿saben cuando supe que soy gay? 

Ay no. 

Suerte ahora para mí intentando convencer a mi madre de que su teoría no es cierta. 

— ¡Cuando mi madre puso el video de Mick Jagger en la televisión y yo no podía dejar de mirarlo! ¿Cómo se llamaba?— pregunta intrigado— ¿el del abrigo de lentejuelas?— él sacude el rostro— como sea, debe decirme dónde compró esa playera, ¡mi mamá la amará! ¡espere la llamo por el teléfono para que conversen!

— Jude— lo interrumpo. Mi amigo me observa confundido.

— Ugh, estabas aquí— intenta bromear. 

— ¿Podemos subir a mi habitación?— pregunto expectante— la barbacoa sólo será en unas horas. 

— Lo siento— se disculpa con mi madre— tendremos que hablar otro día.

— Está bien— murmura mi madre divertida mientras Jude y yo subimos las escaleras de dos en dos.

Jude se deja caer encima de mi cama y da un enorme suspiro.

— Me agrada tu madre— me asegura. Yo ruedo los ojos.

— Jude, apenas hablaron. 

Él se encoge de hombros.

— Bien— él se levanta para abrir dramáticamente la puerta de mi armario— muéstrame cada prenda que esté guardada en este lugar. 

La chica nubladaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora