24. La reunión.

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Jude baila al ritmo de Whitney Houston arriba de la mesa. 

Pierre aplaude mientras lo alienta a hacer una voltereta. 

Elliot se come todo lo que está en la heladera de Abigail. 

Aria llora desconsoladamente contra la pared de la cocina.

Abby le marca a todos sus ex-novios para decirles lo hermosa que es y de lo mucho que se han perdido. 

Noel intenta controlar todo. 

Maia sostiene mi cabello. 

— ¿Cómo es que se emborracharon todos tan rápido?— pregunta mientras el vómito amenaza con salir— hace una hora estábamos jugando. 

— ¿Cómo es que tú no estás borracha?— pregunto algo exhausta. He estado los últimos diez minutos intentando sacar de mi cuerpo todo ese alcohol que lo único que provoca es hacerme perder el sentido— te tocó beber como once veces seguidas con ese estúpido juego de Jude hace...— antes de que yo pueda decir algo más, el vómito abandona mi cuerpo de manera abrupta. 

— ¿Valerie?— pregunta Noel tocando la puerta del baño. 

— Está bien— le murmura Maia desde adentro— está conmigo. 

Mi hermano suelta un enorme suspiro.

— La escuché vomitar— suelta, y a pesar de que mi cabeza está sumergida en el váter y mis manos se aferran a la orilla para evitar caer, puedo adivinar la manera en la que Maia está rodando sus ojos.

— Es porque está vomitando. 

— Oh. 

— ¡Estoy bien!— le aseguro, sentándome contra la fría pared del blanco cuarto de baño— ¡sólo fue un vómito de poquito!

Maia y Noel sueltan una ruidosa carcajada y segundos después yo me uno, a pesar de que ni siquiera sé de qué estoy riendo. 

Noel parece quedar satisfecho con nuestras respuestas porque lo escucho desaparecer a lo lejos para conversar con Abigail sobre algo de lo que no soy capaz de comprender. Yo dejo que mi mano suba hasta mi estómago y comienzo a acariciarlo en pequeños círculos para intentar calmar el malestar; sé que si no estuviera borracha probablemente estaría muriendo de vergüenza por dejar que Maia me vea así, pero a estas alturas me da igual. 

Maia parece ser la única persona apta para sostener mi cabello en este momento de todas maneras. 

Supongo que me lo debe después de todas esas veces que escuché como ella y Noel llegaban borrachos a casa y yo no dije nada a mis padres. O como aquella vez hace dos años en la que Maia me pidió ayuda para subir a Noel a su habitación ya que él no podía su propio cuerpo y Maia también había bebido unas copas de más como para subirlo ella sola. 

— ¿Me veo fatal?— pregunto con voz de dolor mientras mi casi moribundo cuerpo yace en el suelo del baño dramáticamente. Maia se sienta a mi lado y le da una pequeña palmadita a mi rodilla. 

— No. 

— ¿Para qué mientes?— gruño, algo a la defensiva— acabo de vomitar todo lo que bebí y comí en un día entero. 

— No te miento— admite. Yo ruedo los ojos. 

— No me sacarías una fotografía ahora— frunzo el ceño en su dirección. Maia suelta una hermosa y ruidosa carcajada por lo bajo para rebuscar su teléfono entre sus bolsillos, pero no lo encuentra. 

Ella me observa algo dudosa y luego simplemente me regala una de las sonrisas más lindas que mis ojos han visto. 

— Sí que lo haría— me asegura— sería esa clase de fotografías que guardaría en mi billetera para mostrarla a mis amigos. 

La chica nubladaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora