12. La mañana siguiente.

9.2K 799 197
                                    

Me besé con Maia.

Me besé con Maia.

Me besé con Maia.

Me besé con Maia.

Es todo lo que puedo procesar en mi cabeza; la chica de mis sueños unió sus labios con los míos y los selló con el mejor beso que he tenido en mi corta y desastrosa vida.  Me besé con Maia. Probé sus labios y me dejé llevar por ellos; y fue el beso más mágico que alguien pudiera tener en la vida. A pesar de que después sentimos pasos en la escalera y decidimos ir a dormir. A pesar de que Maia durmió en la habitación de Noel y yo en la mía y esa pequeña distancia de una puerta a otra pareció infinita incluso esta mañana cuando desperté. 

Me besé con Maia y fue mágico. Y todos deberían tener un beso como ese al menos una vez en la vida; con la persona que mas anhelan y bajo la luz de la luna. 

— Me besé con Maia— susurro cuando me observo al espejo. Tengo el poco maquillaje que me puse corrido por todo el rostro; mi corazón no puede dejar de latir con fuerza por el simple hecho de escuchar la voz de la muchacha en la habitación de al lado. 

Ella está riendo a carcajadas. Me encanta cuando ríe a carcajadas porque entonces me dan ganas de reír a pesar de ni siquiera saber de lo que está hablando. Me encanta cuando ríe a carcajadas porque tengo la certeza de que es el sonido más dulce y melodioso que alguien podría escuchar en toda su vida. 

Me pregunto si Maia estará pensando en ese beso también; me pregunto si habrá repasado aquel beso en su mente toda la noche de la manera en la que yo lo hice o si habrá analizado las doscientas maneras en las que esa instancia podría repetirse. 

¿Le gustaré a Maia? O al menos, ¿le gustaré de la manera en la que ella me gusta a mí? No lo creo. 

Me acerco un poco a mi ventana para dejar que los rayos del sol choquen con mi rostro y calienten mi piel; el día se siente cálido y por alguna razón, estoy mucho más feliz y animada de lo habitual.  Dejo que las yemas de mis dedos caminen por el vidrio; me gusta sentir el calor. Me gustan esos días en los cuales el mundo entero parece estar a tu favor. 

¿Me quieres Maia? ¿Podrás quererme alguna vez? ¿podremos estar juntas de verdad?

Maia. Incluso su nombre es como una canción; M-a-i-a. Me recuerda a la primavera, al café y a los chocolates con coco. Me recuerda a aquel paseo a la nieve cuando yo tenía quince años y tenía miedo de tocar la nieve así que Maia me pasó sus guantes. Me hace recordar a esa película que vimos con Noel y mis padres un domingo por la noche en vacaciones de verano después de un largo día de playa. 

Maia es mi calle favorita de la ciudad, mi sabor favorito de helado y mi película favorita también, y no sé si existe en todo el mundo una canción con su nombre, pero si es que existe, probablemente es mi canción favorita.

Maia me recuerda a los mejores momentos que he tenido en mi vida, y a pesar de que soy pésima mostrando mis sentimientos y diciendo verdades, espero con todas mis fuerzas que ella lo sepa, y a ratos pequeños ni siquiera me importa que ella no sienta lo mismo.  A ratos pequeños no me importa que Maia no piense en mí de la manera en la que yo pienso en ella; solamente me importa que lo sepa. Que tenga en cuenta lo genial que es, y la infinidad de cosas que es capaz de hacer sentir. Pero el resto de los ratos sí me importa. Si quiero que lo haga. Quiero que piense en mí más que nada en el mundo. 

— ¿Valerie?— los golpes en mi puerta hacen que mis pensamientos se vean interrumpidos. Yo me giro de golpe para observar el rostro de Noel entrando en la habitación sin siquiera esperar que yo le dé permiso.

Si fuera un día normal probablemente me molestaría y le gritaría a Noel en el rostro que está mal entrar sin tocar, y entonces él me regañaría de vuelta y se quejaría porque yo hago lo mismo. 

Pero no es un día normal, Noel. Es la mañana después de mi beso con Maia. 

— ¿Si?— pregunto. Mi hermano me observa con el ceño levemente fruncido; al parecer me veo ridícula haciendo círculos con mis dedos alrededor de la ventana, pero, ¿qué mas da? Nada podría importarme hoy. 

— ¿Bajarás a almorzar o qué?

Yo observo la hora con cierta expresión de sorpresa en el rostro.

— Sí, sí— sacudo el rostro— estaré allí en un instante. 

Mi hermano asiento y desaparece por la puerta de mi habitación; una oleada de aroma a albahaca golpea mi rostro y yo cierro mis ojos por unos segundos intentando adivinar lo que mis padres están cocinando. 

¿Quizás pizza? ¿o lasaña? Este día no podría ponerse mejor.

Me doy un último vistazo en frente del espejo y dejo que mis dedos peinen un poco mi cabellera rubia; estoy segura que me veo igual que siempre, pero me quiero ver mejor sin que el resto note que estoy haciendo un intento. 

— Está bien— intento transmitirme un poco de tranquilidad— todo está bien. 

Dejo que mi cuerpo camine por el pasillo hasta la escalera y comienzo a bajar cada peldaño examinando un poco mi atuendo; quizás debería volver a subir y cambiarme el pijama, pero ya es tarde. Ya no me vestí; no me puse ni siquiera máscara en las pestañas ni busqué ese brasier que me hace parecer como si tuviera más busto del que realmente tengo. 

No. Basta Valerie. No deberías hacer eso; Maia te besó después de verte infinitas veces en pijama.

— ¡Buenos días!— exclamo, quizás un poco demasiado exagerada.

Los rostros de Noel y mis padres se giren en mi dirección. 

— Buenos días— murmura mi madre animada— veo que despertaste feliz. 

Noel entrecierra los ojos en mi dirección como si estuviera en busca de algo en la expresión de mi rostro mientras yo simplemente busco a la muchacha con la mirada, pero no logro encontrarla por ninguna parte. 

— Sí, si— sacudo el rostro— muy feliz...

— ¿Qué tal estuvo la fiesta?— pregunta mi padre mientras se mete un trozo de queso en la boca. 

No hay rastro de Maia.

— Estuvo bien— admito, aún intentando encontrarla— bailamos y... Elliot... ¿dónde está Maia?— pregunto finalmente.

Noel entrecierra un poco más los ojos.

— Se tuvo que ir— admite. Yo frunzo el ceño.

— ¿Hacia dónde?— me atrevo a pregunto.

Un poco más. 

— A casa— murmura como si la respuesta fuera obvia, y antes de que yo pueda preguntar algo más, él añade:— tenía que ir a almorzar con sus padres de acogida— carraspea— y la nieta.

— ¿La nieta?— intento no sonar demasiado afectada.

— La nieta de sus padres de acogida— Noel rueda los ojos— obviamente Maia no tiene una nieta, ¿cual es tu problema esta mañana, Val? Estás rara. 

Yo niego con el rostro mientras observo cómo mis padres dejan la bandeja con comida encima de la mesa.

Mi corazón late con fuerza y un nudo en mi garganta amenaza con desatarse y convertirse en lágrimas, y ni siquiera sé porqué. 

¿Fue algo que yo hice? ¿fue porque bajé en pijama? ¿quizás mi cabello es demasiado despeinado? ¿o quizás fue porque ni siquiera me molesté en ponerme un poco de máscara de pestañas? ¿debí haber cogido ese brasier después de todo? 

— Sírvete, Valerie— murmura mi madre— debes reponer todas esas energías que perdiste bailando. 

— Sí, sí— murmuro.

Al menos la comida si era pizza. 

La chica nubladaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora