66. La noticia que todos estaban esperando

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La tela negra cae sobre mis piernas mientras mi madre termina de ajustar el peinado que me ha hecho con diferentes broches pequeños en forma de flores rosadas. Sé que Maia no ha dicho que era algo formal, pero por alguna razón toda mi familia se está arreglando de manera exagerada, y quizás es simplemente el hecho en el que es la primera vez que vamos a cenar a su casa desde que la conocemos. 

— ¿No estaremos muy elegantes?— pregunto cuando me pongo de pie para observar mi silueta levantarse al frente del espejo. Mi madre me mira dudosa durante unos cuantos segundos y finalmente niega con el rostro. 

— No— murmura mientras se pone de pie a mi lado para mirar su propia silueta vestida de un divertido color rojo— hay que vestirse importante para las situaciones importantes.

Yo esbozo una pequeña sonrisa y asiento sin protestar más pues mi madre tiene razón. Probablemente a Maia le tomó un montón de coraje invitar a la familia completa a cenar y debemos estar a la altura de la situación. 

— ¿Qué crees que tenga que decirnos?— pregunto finalmente levantando una ceja en dirección a la mujer. Mi madre se encoge de hombros de la manera más sincera y genuina posible y sin decir nada, da unos pasos hasta el marco de la puerta para detenerse allí. 

— Honestamente no tengo la menor idea. 

— ¿Están listas?— mi hermano se asoma por la puerta de manera fugaz. Ambas nos quedamos mirando durante unos cuantos segundos y asentimos con el rostro para bajar las escaleras y encontrarnos con mi padre que, al igual que Noel, viste una camisa a cuadros roja y pantalones negros. 

Mi madre y yo comenzamos a reír a carcajadas solamente por el hecho de que ambos parecen haber copiado el atuendo del mismo maniquí, a diferencia de ellos, que se miran con cierta inseguridad y, debo decir, un poco de irritación. 

En unos cuantos segundos ambos mueven levemente sus cuerpos en señal de que irán a cambiarse de ropa, pero se detienen cuando perciben el movimiento del otro.

— Ve tú— le dice mi padre, pero Noel inmediatamente niega con el rostro.

— No, no— replica— ve tú. Yo me quedaré con la camisa roja. 

— No— insiste mi padre— tu madre lleva un vestido rojo y debemos hacer juego. 

Yo suelto una pequeña risa al escuchar las palabras de mi padre porque, honestamente, a él nunca le ha importado hacer juego con la ropa de mi mamá, y al parecer Noel piensa lo mismo que yo porque inmediatamente le lanza una fulminante mirada de incredulidad. 

— ¿Es en serio?— pregunta mi hermano algo frustrado. Mi padre hace rodar sus ojos mientras comienza a irritarse cada vez más. 

— Si, Noel, es en serio. Cámbiate. 

Mi hermano suelta un enorme suspiro antes de desaparecer del lugar escaleras arriba para cambiarse de ropa mientras nosotros esperamos en silencio, pero mi madre y yo no podemos evitar soltar pequeñas risitas por lo bajo. 

— ¿Qué?— pregunta mi padre sin lograr comprender— ¿qué es tan divertido? 

— Nada— le aseguramos— no es nada. 

Él se encoge de hombros y, a los pocos minutos, Noel baja vistiendo una camisa de color negro que hace que todo su atuendo se vea un poco más oscuro y de funeral, pero obviamente nadie dice nada; ya vamos lo suficientemente atrasados como para tener que soportar otra disputa y otro cambio de ropa, así que caminamos en silencio al auto. 

Con mi madre en el asiento de conductor y mi padre de copiloto, Noel y yo nos sentamos en los asientos traseros para ir a cargo de la tranquila música que deshace el ambiente tenso en el auto. 

La chica nubladaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora