MAIA BELLINI

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"Querida Maia, 

Te habrás preguntado de quien sacaste esa habilidad para dibujar alguna vez antes de conocerme. Probablemente en algún momento también te preguntaste a ti misma por qué  el color de tus ojos o por qué tu apellido suena como una comida Europea. 

He pensado mucho en ti desde que pasaste por casa con aquella muchacha. Me gustaría poder ser un  humano con la decencia suficiente para decirte estas cosas a la cara, pero supongo que no puedo. Y me alegra saber que eres mil veces de lo que yo alguna vez seré, Maia. 

Cuando naciste yo era muy niña y no estaba lista, pero claro que eso no es excusa para una niña que pasó su vida entera en casas de acogidas, ¿no?

No puedo darte las respuestas que buscas porque no las tengo. No sé mucho de ti ni del hombre que debería ser tu padre porque yo decidí que fuera de esa manera, y ahora solamente puedo preguntarme cuánto habrían cambiado las cosas si hubiera decidido quedarme un rato más. Me pregunto si de esa manera sentiría algún remoto deseo de ser tu madre, pero lo dudo mucho, Maia. Y odio que sea de esta manera. 

Tu apellido viene del Italiano. Antonio, tu padre, fue el primero en huir cuando tuve la noticia del embarazo y en realidad nunca hizo nada bueno. Quizás los malos recuerdos que tuve con él hicieron que instintivamente su rostro me recuerde al tuyo y no puedo evitar sentir cierto rechazo hacia eso.

Probablemente lo único que recuerdo de Antonio el día de hoy es una palabra que me enseñó; sovramagnificentissimamente. No tiene traducción al español, pero en Italiano se describe como algo que traspasa lo magnífico. 

Tuviste un terrible comienzo, y  las personas que te dieron a luz son unas terribles personas, pero espero que el resto de tu vida sea sovramagnificentissimamente. 

Elspeth"

 Sovrramagnificentissimamente— intento pronunciar aquellas letras que se dibujan en la pequeña carta que sostengo en mis manos, y una vez que lo logro, no puedo evitar negar para mis adentros— nada le gana a fampresionante.

— ¿Estás lista?— la voz de Gilly me interrumpe por detrás. Yo doy un enorme respingo en mi lugar antes de girar mi rostro en dirección a la mujer que observa la carta en mis manos con cierta curiosidad— ¿esa es la carta que llegó al correo esta mañana?— pregunta intrigada. Yo asiento levemente con el rostro mientras arrugo aquel pedazo de papel para tirarlo al traste de la basura— ¿Qué era? 

— Nada— le sonrío intentando no preocuparla— una carta de una vieja amiga. 

Gilly sonríe confundida. 

— ¿Y por qué la tiras?

Yo suelto una pequeña risita por lo bajo; Gilly siempre quiere saberlo, pero, ¿Cómo no habría de hacerlo? ¿acaso no es ese el sentimiento que persiste entre las madres con sus hijos? ¿Y cómo explicarle que el amor que siento por la persona que me dio a luz no podría compararse por nada del mundo con el infinito amor que siento por ella?

— Porque ni siquiera me agradaba— esbozo una pequeña sonrisa, y parece ser suficiente para que ella asienta con el rostro antes de besar suavemente mi frente. 

— ¿Estás lista?— pregunta intrigada. Yo suelto una pequeña carcajada por lo bajo.

— ¿Qué te hace pensar que no lo estoy?— frunzo el ceño de manera dramática. La mujer niega con el rostro como si yo no tuviera remedio, pero sé que en el fondo no piensa eso y quizás es lo mejor de recibir su amor todos los días; sé que siempre hay alguien en casa que tiene esperanza en las cosas que hago. 

La chica nubladaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora