37. Te enojas con alguien por hacer con alguien lo que tu hiciste con alguien

7K 692 317
                                    

El lunes por la mañana, después de que Noel se pasara todo el fin de semana en su habitación creando un supuesto proyecto de física, bajo a la cocina con la esperanza de que actuemos lo más normal posible pero con el miedo de que todo esté raro. 

No es como si tuviera derecho a estar enojado de todas maneras; él está haciendo exactamente lo mismo y ni siquiera lo ha admitido ahora que él ya conoce mi verdad. En la cocina, mi madre lee el periódico mientras mi padre se queja del trabajo.

— Odio esa editorial— murmura él— creo que debería buscar otra. 

— ¿Dónde está Noel?— pregunto confundida. Mentiría si dijera que mi corazón no está latiendo a mil por hora; Noel y yo parecemos haber estado evitando esta situación durante todo el fin de semana pero ya no podemos seguir haciéndolo.

El peor de mis miedos es que alguna que otra palabra salga de su boca y mis padres inmediatamente se den cuenta de lo que está ocurriendo; estoy segura que mi madre ya sospecha algo. 

Antes de que mis padres puedan responderme, Noel se aparece por la cocina con una enorme sonrisa en el rostro y su trabajo de física perfectamente impreso y anillado en una cantidad de páginas que debe ser superior a veinte. Nosotros observamos el material y luego lo observamos a él, algo confundidos. Noel no se destaca por ser un estudiante demasiado responsable, y menos por hacer un trabajo perfecto en la asignatura de física. 

— Se los juro, familia— murmura señalando el documento que ha dejado encima de la mesa— no hay nada que no sepa sobre Albert Einstein. 

Mi padre levanta una ceja y entrecierra los ojos confundido en dirección a mi hermano. 

— ¿Quien eres tú y qué hiciste con mi hijo?

Noel rueda los ojos y coge su trabajo de golpe para dejarlo adentro de su mochila. Él revisa la cocina con los ojos y luego me clava la mirada encima; instintivamente mi corazón se detiene y la sangre sube a mis mejillas como si hubiera dicho algo siquiera. 

— ¿No hiciste más pastelitos?— pregunta confundido. Yo trago saliva y niego con el rostro.

— No— respondo en un hilo de voz.

Noel suelta un suspiro de frustración.

— Ay, Valerie— gruñe— no puedo creer que se los hayan acabado todos sin mí. 

Noel se desliza en uno de los asientos para coger un poco de cereal; no puedo creer que él esté actuando tan normal mientras yo siento como si el mundo se hubiera paralizado por unos segundos. 

La puerta de entrada se abre de golpe y Maia entra esbozando una enorme sonrisa. Mis padres la saludan animados; ella y Noel chocan codos como si nada hubiera sucedido y yo me limito a entrecerrar los ojos en busca de algún atisbo de explicación; ¿estoy soñando todavía o realmente Maia y Noel están actuando como si no hubiera sucedido nada?

— ¿Qué tal todo, Maia?— pregunta mi madre. La muchacha se deja caer en uno de los asientos y se encoge de hombros mientras me dedica una pequeña sonrisa; yo miro a Noel algo incómoda, pero él ni siquiera está prestando atención. Está demasiado concentrado en su tostada con mantequilla. 

— Casi me caí en el bus cuando el chofer frenó— murmura Maia provocando que mis padres rían— aparte de eso, todo está genial. 

Todo está genial. 

Supongo que todo está genial; si nada estuviera genial, Maia y Noel no estarían comportándose de esta manera. En el peor de los casos Noel ni siquiera me hubiera dirigido palabra y quizás mi madre hubiera preguntado qué sucede entre nosotros dos. Quizás Noel hubiera estado tan furioso que hubiera soltado todo y entonces, yo me hubiera visto en la obligación de contar que él está en algo con Jude y que en realidad ni siquiera entiendo porqué todo está tan centrado en mí. Quizás, en el peor de los casos, él y Maia hubieran terminado su amistad para siempre.

La chica nubladaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora