60. La cena.

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Maia, Noel, Jude y yo nos quedamos observando el dibujo que la muchacha hizo en aquella pared de la ciudad hasta que la brillantina se seca por completo. En todo este rato, ninguna de las dos se ha acercado a la otra, ni siquiera para intercambiar unas cuantas palabras, y honestamente, nunca pensé que sería tan difícil estar en el mismo lugar que Maia y no poder besarla ni decirle lo mucho que la amo. 

Mientras los minutos pasan, me limito a fijar la mirada en aquel rostro que Maia plasmó en ese dibujo en el mural. Es tan extraño observarme hecha de glitter que a ratos no puedo evitar reír; sé que para Maia no hay mejor regalo que un dibujo, y el hecho de que yo ya haya obtenido varios de ellos me reconforta y, de alguna manera, hace que me sienta especial. 

— ¿Piensan irse o qué?— pregunta Maia de repente, poniéndose de pie. Jude, Noel y yo la observamos con cierta confusión en el rostro y antes de que cualquiera de nosotros pueda explicarse o preguntar qué tiene de malo que estemos aquí, ella suelta una pequeña risita por lo bajo— no me refiero a Val— dice finalmente— me refiero a ustedes dos. 

Noel y Jude se quedan observando entre ellos con cierta expresión de vergüenza y, después de varios segundos de cruzar miradas y asentir y negar con el rostro, ellos vuelven a fijar la mirada en la muchacha. 

— Supongo— sueltan finalmente al unísono.

— Bien— suspira ella— porque esperaba invitarte a cenar.

Ahora los ojos de Maia se fijan en mí. 

— No tienes que decir que si— me asegura antes de que yo sea capaz de responder siquiera— es solamente si te apetece, digo...— las yemas de sus dedos comienzan a rascar con inquietud su cuero cabelludo— Val, si no tienes nada más que hacer, ¿te apetecería ir a cenar conmigo?

Finalmente, yo suelto una pequeña risita. 

— Me apetecería incluso si tuviera un montón de cosas que hacer— le aseguro, sintiendo el calor subiendo directamente a mis mejillas. 

Maia asiente algo satisfecha y aliviada. Quiero pensar que todo este rato estuvo de cierta forma ignorándome solamente porque estuvo pensando en la manera correcta de invitarme a cenar con ella. Al menos, es la respuesta más lógica que se aparece por mi mente y la que más satisfecha me deja. 

— Está bien— murmura Noel interrumpiendo la conversación— al menos puedo dejarlas en algún lugar, ¿no?— pregunta curioso.

Maia se queda dudosa de primera, pero a los segundos después asiente con el rostro y accede, así que todos nos subimos al vehículo.

Los lugares cambian ahora que Maia no ha andado con nosotros desde hace un rato; ahora es Jude quien acompaña a Noel en el asiento de copiloto y quien pone la música, y es Maia quien me acompaña en el asiento de atrás y quien se limita a asentir con el rostro al ritmo de las canciones que mi amigo va eligiendo. 

A ella no parece molestarle haber sido desplazada por Jude; Maia es demasiado buena como para molestarse por cosas tan banales y superficiales, y a pesar de que todo lo que ella haga me parezca obra de un ángel, no puedo evitar recordarme una y otra vez que no debo volver a cometer el error que cometí hace unos meses atrás; no debo idealizar a Maia, no debo pensar en ella como si fuera algo más que una persona. 

Una persona que amo, admiro, y respeto, pero una persona. 

Maia le pide a Noel que nos deje en su casa, y no puedo evitar pensar si es una parada hacia otro lugar o si piensa pedir pizza una vez más, o cualquier otra cosa. 

Noel estaciona el auto afuera del lugar y después de despedirnos, la muchacha y yo nos bajamos en silencio.

— Hey, Valerie— Noel baja lentamente la ventana de copiloto una vez que yo estoy afuera y de manera gradual su rostro comienza a verse de manera más nítida hasta que el vidrio está abajo por completo— si te llama mamá, ¿le dices que estoy contigo?— pregunta en medio de una divertida risita.

La chica nubladaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora