11. Luz de luna.

9.4K 963 421
                                    

— Me iré a dormir— murmura Noel después del silencioso camino a casa. Maia y yo le clavamos la mirada encima algo confundidas.

— Pensé que jugaríamos videojuegos— dice Maia. Noel niega con el rostro y sacude la mano en el aire intentando quitarle importancia a lo que le sucede.

— Juega con Valerie— gruñe— yo no quiero existir más por hoy.

Antes de que podamos decir algo, Noel hace su camino por las escaleras y desaparece por completo. El reloj apenas ha dado inicio a la madrugada; mis padres ya están dormidos y Jude y Abby me bombardean con mensajes sobre lo que ha sucedido en la fiesta.

Maia se encoge de hombros.

— Buenas noches, Valerie— medio esboza una sonrisa mientras camina a la puerta. Yo me giro en su dirección con el ceño fruncido.

Maia no ha dicho palabra alguna después de lo que sucedió en la cocina de Elliot, y estoy comenzando a volverme loca. Maia nunca se queda en silencio y pareciera como si esta noche hubiera cumplido el récord de actitudes que no son comunes en ella.

— ¿A dónde vas?— pregunto de manera torpe. Ciertamente el alcohol ya ha salido de mi cuerpo en su mayoría y a pesar de que me esté muriendo de nerviosismo por quedarme a solas con Maia, no puedo permitir que sus delgadas piernas caminen de madrugada sin ninguna compañía.

— A casa— murmura como si la respuesta fuera obvia. Yo niego con el rostro.

— Es tarde—me quejo. Maia rueda los ojos.

— Siempre me voy a casa a esta hora, Val, no es...

— ¿Podrías no irte?— la interrumpo de golpe. Maia tensa un poco su mandíbula y después de varios segundos, simplemente asiente.

— Está bien— murmura casi en un hilo de voz.

Yo asiento algo aliviada y muevo mi cuerpo alrededor de la habitación durante unos cuantos segundos. Ambas seguimos al lado de la puerta, así que comienzo a hacer mi camino hacia la cocina.

— ¿Quieres un café?— pregunto, chequeando que Maia me esté siguiendo.

Si lo está haciendo.

— No— murmura— estoy bien. Gracias.

Ambas nos quedamos en la cocina de pie al lado de la ventana. Maia alza la vista apenas un poco para observar el despejado cielo que se deja ver en frente de nuestros ojos.

— Me gustan las estrellas— murmura por lo bajo. Yo asiento, nerviosa por la cercanía de nuestros cuerpos.

— ¿Quieres salir?— propongo. Maia me observa con cierto atisbo de curiosidad en el rostro— podemos llevar una manta.

Yo dejo salir un pequeño suspiro por lo bajo intentando que la muchacha no se dé cuenta de toda la fuerza que tuve que coger para dejar salir esas seis palabras de mi boca.

Maia observa las estrellas durante unos cuantos segundos más y después de un rato asiente.

—Está bien.

Yo esbozo una sonrisa y subo en silencio por las escaleras para coger una manta de mi habitación; cuando bajo, Maia me está esperando con la puerta trasera abierta para que podamos ir al patio.

Mi corazón late con fuerza y no es como si estuviera esperando que algo suceda, pero en el fondo de mi corazón deseo que todos los momentos con Maia sean mágicos. Y duraderos. Y que no sean los últimos.

Maia y yo salimos al patio; hay una pequeña brisa pero no hay frío en lo absoluto. Yo dejo caer a manta en el pasto y en menos de diez segundos ambas dejamos caer nuestros cuerpos de espalda para mirar el estrellado cielo que se presenta ante nosotras.

La chica nubladaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora