Esa noche todos dormimos en el piso del hospital. Mis piernas reposan sobre la fría superficie y mi rostro se deja caer en el regazo de Maia quien, en un intento por darme calor, cubre mi cuerpo con su enorme sudadera negra.
La muchacha tiene la espalda apoyada sobre la pared, y a pesar de que ha intentando sonreír desde que llegamos, su rostro lo dice todo; aquellos ojos hinchados, aquella expresión de cansancio y aquellas ojeras de no haber dormido en días pertenecen a la de una persona que está completamente devastada.
Mientras que me muevo una y otra vez intentando buscar una posición que no sea tan terriblemente incómoda, Noel abraza el cuerpo de Jude con suavidad para darle pequeñas caricias en la espalda. Obviamente el muchacho no tiene problemas para quedarse dormido; creo que es el único de nosotros que ha ratos incluso ha logrado roncar.
Cuando el reloj marca las nueve de la mañana mis ojos se abren de golpe y caigo en la cuenta de que aquellos sueños de veinte minutos cada una hora no son suficientes para que mi cuerpo logre recuperar energías, pero supongo que da igual. Necesito estar para Maia.
El rostro de Bernard se aparece por la puerta de la habitación del hospital durante la mañana. Él esboza una enorme sonrisa en dirección a todos y cuando notamos su presencia, Maia y yo nos levantamos de golpe para observarlo.
— Está bien— asegura el hombre. Se ve igual de triste que Maia, pero no tan destruido. Supongo que el sillón que está al lado de la cama de Gilly es lo suficientemente cómodo como para lograr conciliar al menos un poco de sueño— está con un poco más de ánimo hoy.
A todo lo que Bernard dice, Maia asiente una y otra vez con ojos esperanzados y con el corazón latiendo a mil por hora.
— ¿Por qué no vas a casa?— pregunta Maia con suavidad. El hombre se queda dudoso durante algunos instantes.
— Yo...no...— comienza él, pero la muchacha lo interrumpe de golpe.
— Puedes coger algo de ropa limpia, tomar un baño, quizás beber un café— propone ella— y además yo me quedaré aquí con ella.
Bernard termina por acceder a la propuesta de Maia, aunque evidentemente inseguro.
— Está bien— suspira— cualquier cosa que suceda...
— Te llamaré— le asegura Maia.
— Carol y Eva deben estar por llegar...
— Bernard— lo interrumpe Maia una vez más— te prometo que todo estará bien.
El hombre asiente y finalmente, desaparece.
Cuando su cuerpo se desvanece adentro del ascensor y su última sonrisa es entregada a nosotras, Maia tensa su cuerpo por completo y observa la fría puerta de aquella sala de hospital. Las enfermeras están entrando y saliendo con el desayuno de Gilly y, de vez en cuando, nos lanzan una pequeña e incómoda sonrisa.
De un segundo a otro, Maia se encuentra maldiciendo a sí misma por lo bajo provocando que yo frunza el ceño en su dirección con evidente confusión.
— ¿Qué sucede?— le pregunto mientras acaricio suavemente su espalda. La muchacha traga una enorme bocanada de aire a medida que niega una y otra vez con el rostro.
— No puedo hacerlo— se lamenta.
— ¿A qué te refieres?
Maia clava esos enormes y hermosos ojos en los míos y justo cuando está a punto de estallar en llanto, ella decide coger mi cintura para atraerme a ella y rodearme con fuerza.
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La chica nublada
Teen FictionValerie cree que Maia tiene una novia, pero no le pregunta porque no es de su incumbencia. Además, es la mejor amiga de su hermano. Y la conoce desde que eran niñas. Y sus padres la tratan como si fuera de la familia. Incluso para la última navidad...