51. Valerie siendo Valerie.

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Todo a mi alrededor da vueltas; las luces, la gente, el piso, e incluso mis pensamientos. El sudor corre por mis mejillas mientras la música suena a todo volumen a mi alrededor; después de tragarme las lágrimas y el dolor lo único que me queda por hacer es beber un montón de cerveza hasta que todo lo que da vueltas en mi cabeza se logre apagar.

— ¡Valerie!— Noel me quita el vaso de golpe provocando que el líquido se voltee por el lugar— ¡Valerie, detente!

Yo observo mi cerveza que ahora está en el suelo y luego levanto la mirada hasta mi hermano; él está acompañado de Noel y ambos parecen estar enfadados... ¿o quizás preocupados? Ni siquiera es como si me interesara; sólo puedo pensar en Maia.

Maia, Maia, Maia...

— ¡Es una fiesta!— me quejo mientras ato mi cabello— ¡déjame disfrutarla!

Noel rueda los ojos con frustración.

— Es la fiesta de cumpleaños de Maia y se la estás arruinando.

— ¡Bien!— exclamo molesta alejándome del lugar. Noel sigue gritando mi nombre pero no quiero detenerme a escucharlo; quedan apenas veinte minutos para que sean las doce y no logro ver a Maia por ninguna parte.

¿Se habrá ido? ¿le estaré arruinando la fiesta realmente o es algo que dijo Noel para que me tranquilice un poco?

La gente a mi alrededor camina como si estuvieran en su propia casa lo que me genera algo de molestia; sobre todo cuando noto el rostro de Aria y Abigail llegando al lugar junto a Pierre y Elliot. 

Como si las cosas no pudieran ir peor. 

Ellos se mueven por el lugar como si fueran dueños de él; puedo notar la manera en la que Abby me observa por unos segundos desde el otro lado de la habitación y justo cuando tengo la sensación de que está punto de acercarse a mí, yo decido alejarme. 

— Eres un desastre— una voz a mis espaldas hace que yo me gire de golpe. Probablemente ni siquiera lo haría si no supiera quien es, pero reconozco su voz y su rostro me provoca una extraña sensación de satisfacción. 

— Supongo— murmuro. A estas alturas no tiene mucho sentido que intente negarlo. 

Esme da dos pasos en mi dirección para subir su mano hasta mi mejilla; durante unos segundos no sé si la estoy imaginando o es real, pero por la manera en la que sus yemas se encuentran con mi piel puedo deducir que definitivamente es real. 

La muchacha huele a una mezcla entre alcohol y el perfume de Maia. Sus movimientos son lentos y calmados y pareciera que todo lo que hace es de alguna manera burlesco, pero da igual. Me agrada la manera en la que su vestido cae hasta sus tobillos, dibujando su cuerpo a la perfección y me agrada el sonido de su voz. Además, una parte de ella me recuerda a Maia y en estos momentos es mejor que nada. 

— Estás siendo una imbécil— suelta finalmente. Yo abro los ojos con sorpresa para clavarlos en los suyos; estoy buscando algún atisbo de broma, pero Esme está hablando completamente en serio— pareces una niña de siete años. 

— ¿Ella te contó?— pregunto confundida. Esme se encoge de hombros. 

— Sólo un poco— admite, y antes de que yo pueda protestar algo, ella añade:— somos amigas, Valerie, ¿con quien más quiere que hable?— ella levanta una ceja— el único amigo real que tiene es hermano de la persona que ama. 

Las luces se apagan de repente y a lo lejos, entre medio de la oscuridad y las personas, puedo notar el a Maia en medio de la sala de estar mientras Noel sostiene un pastel para ella. Las luces de las velas iluminan tenuemente su rostro y todos a su alrededor están cantando para ella, excepto por mí. Puedo notar la manera en la que intenta sonreír a todo el mundo pero al final de la canción, que por unos momentos se hace eterna, sus ojos solamente se clavan en mí. 

La chica nubladaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora