LXXIX

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CAPITULO 79: REFUGIO

—Necesitaremos mantas y abrigos para todas estas personas—dije abriendo la puerta con un movimiento de mi dedo.

Los miembros de la Orden me habían estado escuchando durante un largo rato mientras asentían con la cabeza comprendiendo todas las indicaciones que les daba.

La evacuación de los pacientes del hospital no salió como esperábamos, mucha gente murió en el intento de huir. Cuando el caos cesó, las muertes comenzaron a pesar en cada uno de nosotros, que aún seguíamos de pie solamente por suerte.

Ahora nos encontrábamos llegando al refugio, estaba muy escondido, lleno de hechizos protectores muy poderosos. Casi igual de poderosos como el hechizo usado en la Madriguera.

El refugio era, más que nada, una especie de almacén abandonado, en Londres. Un poco alejado de la ciudad pero completamente seguro.

Lo encontré en una de las tantas veces en las que me dedicaba a pasear sin rumbo intentando despejar la cabeza de las miles de cosas que últimamente me atormentaban. El almacén, al estar abandonado antes, no tenía comodidades propias que cada uno solía tener en sus hogares pero, era bastante amplio

Y estaban a salvo.

Hacía todo lo posible para que esas personas no pasaran frío o hambre. Buscaba la manera de arreglarmelas para ir la mayor cantidad de veces posibles y revisar a los viejos pacientes del hospital.

Todo era tan complicado.

Abrí la puerta del refugio dejando ver en su interior a varias familias que no podían regresar a sus casas por temor a otro ataque.

—¡Buenos días!—saludé entrando al almacén.

—¡Buenos días!

—¡Atenea, que bueno que has vuelto!

—¡Cariño! ¡Ven aquí te necesitamos!—me llamó Pomfrey desde el fondo del lugar.

Sonreí a los pacientes saludandolos alegre y me acerqué a mi mentora. Junto a ella estaban Marissa y Aidan, quien al verme, corrió hacia mis brazos.

—¡Aidan!—chillé abrazando al niño.

—¡Te extrañamos!—exclamó el pequeño sonriendo.

Una vez que me separé de él me acerqué a Marissa mientras que Madame Pomfrey se marchaba para mantener una conversación con los miembros de la Orden.

—Marissa ¿cómo estás de tus heridas?—pregunté dejando mi bolso en el suelo y poniéndome en cuclillas para sentarme del colchón.

—Mucho mejor—sonrió sincera—. ¿Pudiste conseguir lo que te pedí?

Yo asentí con la cabeza tomando mi bolso y sacando del interior un libro.

Si, un libro.

Aidan abrió sus ojos y boca totalmente sorprendido. Después, una sonrisa se formó en sus labios.

—¡Lo salvaste!—exclamó tomando el libro en sus manos.

Era la copia de "Los cuentos de Beedle el Bardo". Estaba en un rincón junto a unos escombros, totalmente lleno de polvo.

Pero seguía teniendo el mismo valor para el pequeño Aidan.

—Gracias, ha estado inquieto desde que perdió el libro escapando del hospital—agradeció Marissa—. Aidan ven aquí.

Su hijo se acercó a su madre con una sonrisa de ilusión y se acurrucó en sus brazos mientras abría las páginas del libro para comenzar su lectura.

EL MISTERIO DEL DIARIO SECRETO (Draco Malfoy)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora