LXXIV

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CAPITULO 74: EN LLAMAS

—¿Crees que mi mami se pondrá bien?

Levanté la cabeza sintiéndome completamente apenada al ver los ojos de un niño de, aproximadamente, unos cinco o seis años. Su madre es una bruja nacida de muggles y los mortífagos irrumpieron la cabaña en donde vivía la familia.

El padre del niño había muerto intentando proteger a su familia.

La madre del niño seguía con vida pero con heridas profundas después de haber sido torturada frente a su hijo.

Santo cielo...es sólo un niño.

Me acerqué a él poniéndome en cuclillas para poder mirarlo mejor. El niño no había derramado ni una sola lágrima, estuvo en shock todo el tiempo.

—Te aseguro Aidan, que tu madre mejorará—prometí mirándolo a los ojos.

Él me miraba curioso y un poco apenado.

—¿Los hombres malos volverán a hacer daño a mi mami?—volvió a preguntar con su dulce tono de voz.

Maldita sea...esto es demasiado.

—E-Esperemos que no, pronto estarán seguros tu y tu mami—dije ocultando la angustia que me invadía.

Él me dió una pequeña sonrisa agradecida y me sobresalté cuando sus pequeños brazos rodearon mi cuello. Una lágrima escapó de mis ojos.

—Gracias—susurró en mis brazos.

En ese momento no pude parar de pensar en cuantas familias están siendo destrozadas por los ataques. Tantos niños quedando huérfanos...

¿Quien ayudaría a esas familias?

Esto no podía quedar así, necesitábamos buscar la forma de asegurarnos de que más gente no siguiera corriendo peligro bajo los ataques.

Aidan era tan sólo un niño y, por más que estaba en shock, él vió como los mortífagos torturaban a su madre y asesinaban a su padre justo frente a sus ojos.

Seguramente eso sería algo que él recordaría por el resto de su vida...

—Te traeré unas galletas ¿si?—le di una pequeña sonrisa y sus ojos brillaron emocionados—. Pero prométeme que te quedarás aquí sentado.

El niño asintió rápidamente eufórico y sonriente.

—Lo prometo.

Sonreí antes de salir camino a las cocinas del hospital en busca de las galletas. Justo cuando entré vi a los elfos preparando la comida.

—Buenas tardes—saludé amable.

—Buenas tardes señorita Saint-Jean—saludó Dobby.

Dobby era un elfo, sin duda alguna, muy amable y amoroso. Él se preocupaba por los demás y siempre que iba a refugiarme a las cocinas, él me esperaba con algún pastelillo de chocolate.

Él era totalmente consciente de mi amor por el chocolate.

—Ya te he dicho que me llames por mi nombre Dobby—lo regañé entre risas y me agaché para abrazarlo.

Él sonrió nervioso y a la vez alegre, cuando me separé de él, Dobby se disculpó.

—Lo siento señorita Atenea—sus ojos brillaron apenado—. ¿Desea algo?

Yo le sonreí amigable nuevamente y las mejillas de Dobby enrojecieron.

—Si, hay un niño que desea unas galletas—solté un suspiro pesado—. Atacaron su casa.

EL MISTERIO DEL DIARIO SECRETO (Draco Malfoy)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora