Enid

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Al igual que el niño, alcé la mirada para encontrarme con la de Rick. Pero la mía, pronto se desvío hacia el confundido Patrick.

Al verlo de esa manera, sentí un poco de culpa y de dolor en mi interior. Había acabado de discutir con Michonne y no era algo de lo que me sentía orgullosa.
Y por más que con solo ver a Patrick, ya me causaba cansancio, no me gustaba haberle mentido. Me miraba de una manera melancólica, triste, confundida, como si lo hubiera defraudado.

Revoleé los ojos y aparte mi seria mirada de la suya. Suficiente tenía ya con todo el grupo enojado conmigo, para sumar la melancolía de Patrick. Sé que había dicho que iba a tratar de ser menos directa con él, pero me era simplemente imposible. Suena mal decirlo así, pero no era mi culpa que yo le gustase. De hecho, todavía seguía dudando sobre si verdaderamente gustaba de mi. No conocíamos profundamente al otro. Bueno, yo sí a él, pero él no a mi.

No puedes gustar de alguien verdaderamente si no sabes nada sobre esa persona, si te dejas guiar por una vaga imagen, por vagas charlas.

Rick aceleró el paso al nombrar a su hijo. Pude ver, a mi lado, que al verlo, el niño del sombrero bajaba la cabeza apenado.
A pesar de que no me sentía bien conmigo misma por la breve discusión con Michonne si estaba en algo cierto, al menos a mi parecer. No pueden pretender que con solo alejarnos del mundo, alejarnos del afuera, olvidemos por todo lo que pasamos allí. Después de todo, Rick me había encontrado en una cabaña en medio de un bosque. En medio de la naturaleza, donde estaba sola, tratando de luchar con mis demonios internos y con la mentalidad en solo sobrevivir.

Algo así tarde o temprano iba a suceder, y me sorprendía que no lo hayan sospesado, siquiera. Soy una niña, pero no soy ingenua. No sé con claridad mi corta edad, pero sé que he hecho cosas que otros mucho más grandes que yo nunca hubieran podido hacer. He entrenado día y noche, llorado sin parar, todos los días, lamentando mi maldita soledad en este podrido mundo.

Salvo que...no estaba en mis planes cargar al pequeño Grimes.

Él era diferente a mi en ese sentido, y no estaba bien lo que hice. Debería haberle dicho que no, haberme escapado por mi cuenta. Pero ambos somos igual de tercos...aunque creo que yo un poco más.

-¿Enid?- me preguntó confundido Patrick interrumpiendo mis pensamientos.

- Emm, si, ese es mi nombre- a pesar de la melancolía que él traía en su rostro, sonrió al escuchar aquello. Era muy fácil hacer feliz a Patrick.

Se acomodó los lentes y miró mi brazo derecho, siguiendo el recorrido hasta el objeto que sujetaba mi mano.

- ¿Qué es eso?

- Un saco- expliqué brevemente. Él soltó una leve risa, como si hubiera mencionado alguna gastada broma.

- ¿Se puede saber de dónde lo han sacado? ¿O en dónde lo han encontrado?- fruncí el ceño. Al parecer él, no se había percatado de todo lo que había sucedido. Lo que era bueno y malo. Porque no iba a tener que lidiar con sus preguntas ahora, pero malo porque se iba a enterar en la cena. Y a falta de poderme consultar en ese momento, me lanzará miradas de reproche y confundidas que tendré que aguantar.

- Eso mismo iba a preguntarles- nos miró neutro Rick. Judith jugaba con el chupete, que le colgaba del pequeño y gordito cuello de bebé, sostenido por una rosada cinta.

- Ah, Carl, Buenas Noches ¿Que tal la siesta?- tuve el impulso de golpearme la frente con la palma de la mano, pero no lo hice. Carl  miró a Patrick incrédulo.

- Emm...- él buscaba las palabras para decir.

- Algo me dice, y me lo han dicho, que no han dormido la siesta, exactamente...- Rick se esperaba una breve explicación.

Carnid: El inicio de su historia ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora