Carl

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Sacudí el polvo de unas camisas que estaban colgadas en un pequeño y desgastado perchero. No se veían mal, pero la mayoría eran camisas y remeras de talla más grande que la mía.

Decidí abrir el bolso que habíamos llevado y meter ahí toda la ropa que había, a pesar de que algunas prendas eran demasiado grandes. Tal vez, algún miembro del grupo podía encontrarlas útiles para algo.

-Hey, ¿Qué piensas?

A mi lado, Enid sacudía una camisa de, al parecer, su talla. Era Cuadrillé y de color rojo.

-Una camisa- fue lo único que se me ocurrió decir.

-Una camisa como las tuyas, Vaquero.

-Es de mujer- repliqué.

-Correcto. -fruncí el ceño ante ello y me miró graciosa-Me la probaré para entender tu fanatismo por este tipo de prendas. Nunca fui de usar camisas, las camisetas y camperas son mucho más prácticas.

-No siempre uso camisas, también uso camisetas- me defendí.

-Si, lo que digas.- respondió de mala gana y se sacó la mochila. Se giró para verme- Si ya terminaste ahí, ve por tus malditas sopas. Voy a cambiarme.- añadió con total tranquilidad.

Un poco ruborizado, asentí y apresuradamente me fui para el otro lado, ante una leve risa por parte de ella.

La tienda era pequeña y solo había un largo estante que dividía el pasillo en dos. Al fondo, habían prendas de ropa y algunos que otros objetos de supervivencia, como sogas, cuchillos o walkie talkies. Sin embargo, los pocos que quedaban no se encontraban en muy buenas condiciones. Cuchillos oxidados y walkie talkies rotos. Lo único sano eran las  sogas.

Fui metiendo dentro del bolso todo lo que consideré necesario, en cuanto a alimentos.

-Que desgracia, las sopas siempre están presentes- dijo Enid, detrás de mí mientras metía algunas prendas dentro de su mochila junto con las sogas.

-Están enlatadas. Obviamente, la gente primero va a comer lo que puede echarse a perder primero. Y lo más rico, obvio.

- Al menos admites que las sopas no son ricas.

-No dije eso. Solo que hay comidas más ricas.

Enid se fue para el otro lado del estante mientras yo me mantenía en mi lugar. Solíamos conversar bastante, pero después de su abrupta confesión, ya no sabía como entablar una conversación con ella sin que aquello viniera a mi mente.

Me giré detrás, para verla por entre los espacios vacíos y volví a lo mío.

¿De quién estaba enamorado, exactamente?

Siempre me agradó la idea, de que a medida que pasaba el tiempo, ella y yo nos volvíamos más cercanos y conocíamos más cosas del otro.

Pero no sé absolutamente nada de ella. Solo conozco a la Enid a partir de la cárcel, no a la que  estaba antes.

“Yo los maté”

“¿Qué hicieron?”

Pero nunca me respondió, y nunca lo haría.

No la culpo por matar a alguien.
Yo maté a mi madre y aquel chico. Los maté porque era necesario.

Pero Enid, cuando hablaba de que había matado a personas, no parecía muy convencida con ella misma de si había sido en una situación desesperada o sin salida.

16 personas. Creo que si no le importara, al menos no llevaría la cuenta de ello.

-Todo lo útil lo tenemos. Aunque está lleno de polvo, no iba a sacudir cosa por cosa.- y al ver los estantes vacíos y mi bolso lleno, asintió satisfecha- Menudo botín nos hemos hecho.

Carnid: El inicio de su historia ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora