Carl

290 28 1
                                    

Era dificil, veía mucho más a los pastizales largos y verdes, que a los caminantes.

Enid se encargaba de los que yacían en el suelo, yo de los que caminaban hacia nosotros con el deseo de comernos.
Yo disparaba y les daba justo en la cabeza.

Creo que esto ya comenzaba a cansarme. Me refiero a los caminantes. Salir, empezar a disfrutar algún momento y que aparezcan. O simplemente ya con dar un solo paso afuera o asomarse por las rejas, ya se escuchen sus gruñidos horribles y aparecian sus caras sedientas de hambre y arrugadas.

Enid en cambio, parecía que nunca se terminaba de cansar de eso. De no poder gritar, de no poder hacer un ruido fuerte, por temor a que aparezca una horda y no sobrevivas para contarlo.

Ella parecía disfrutar de matarlos. A mi, matarlos no me causaba nada. Pero si verlos aparecer a lo lejos o cerca. Impidiendonos vivir tranquilamente, obligandonos a ser precavidos y sentir temor por los otros y uno mismo. Verlos me causaba una furia, un odio que no habia sentido nunca por algo o alguien.

Y Enid sentía lo mismo, furia, odio y...nostalgia. Sé que no conocía muchas partes ni facetas de su personalidad, pero cada vez que un caminante aparecía primero aparecía odio en su rostro, luego un leve rastro de nostalgia (como si recordara algo malo), luego odio otra vez y por último esa mirada rara, llena de mezclas. Esa mirada seria, energetica, asesina, neutral que ponía cuando revoleaba hachas o cazaba. La conocía hace dos meses y días, pero todavía no me acostumbraba a esa mirada del todo. Creo que por el hecho, de que al no salir, no se la veía a menudo. Siempre en la cárcel tenía esa mirada aburrida, seria y pensativa. En todas sus miradas, aparecía un rasgo de seriedad. Hasta en las felices, que no aparecían cotidianamente.

Dejé a un lado mis pensamientos sobre las miradas de Enid y seguí disparando, concentrado en ello.
Cuando no quedaron más caminantes a mi vista, me fije en ella, quien había decidido lo más dificil. Matar a los walkers, que estaban recostados en el suelo, tirados sin ganas algunas de levantarse. Dificil, porque al estar largos los pastos, era bastante complicado ver lo que yacia en el suelo. Y también, por como dije un caminante podía aparecer sin que ella se de cuenta y morderla en el tobillo.

Sacudí la cabeza, un escalofrio de temor me recorrió.

- Enid!- llamé, alzando un poco la voz.

No obtuve respuesta, se que antes de dividirnos ella había dicho que no gritará, pero la situación ya comenzaba a preocuparme.

- ¡Enid!- nada. Solo el leve sónido de una brisa, que movía los pastos largos- ¡Enid, si es una broma es de muy mal gusto!

Ni un solo sonido, ni una sola voz ni gruñido.
No escuchaba la existencia de los walkers, pero tampoco la de mi amiga.

- No, no, no...-comencé a balbucear mientra me iba adentrando más a los pastizales.
Cada vez más molestos y largos. Me picaban en mis brazos, pinchaban mi camisa arremangada.

Me había confiado demasiado. Después de todo, por más que Enid se creyera lo que se creyera, seguía siendo una niña. Como yo. Y por más que llegara a ser mayor, nada garantizaba que podía salir sin un rasguño de una situación así.

Comencé a abrir grandes mis azules ojos, para ver algo más que solo tonos verdes de pasto.
Empezaron a aparecer manchas de sangre oscura en el suelo y en los pastizales, salpicaduras.
Me tope a mis pies con tres cuerpos de caminantes. Sí, tenían esas marcas en la cabeza, de los cuchillos de Enid.

Seguí avanzando, desesperado.
Más caminantes, tirados. La mayoría no tenía la frente. Tipico de ella cuando revoleaba su hacha.

Sentí algo duro bajo mis pies, y por un momento me sobresalté, pero al pensarlo mejor podía ser una rama. Me había topado con bastantes en el camino.
Mientras sentía los pastizales sobre mi, me agaché para sacar el objeto que estaba debajo de mis pies.

Carnid: El inicio de su historia ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora