Enid

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La había cagado. La había cagado de una gran manera.

Si algo me habían reafirmado y reafirmado miles de veces desde que llegué al grupo de Rick, era que debía tener mucho cuidado con las personas del exterior.
Algunas podían tener buenas intenciones y solo ser seres humanos amables sin querer provocar daño alguno a los de su misma raza.

Otros, con tal de querer y obtener lo que necesitan o quieren, no les preocupan a quién hieren o matan.

Y vaya que aquello lo sabía de sobra…el tiempo sola me ha enseñado muchas cosas para bien o para mal.

Asique nunca puse objeciones o cuestionamientos hacia aquella advertencia, porque la comprendía claramente.

Y ahora resulta que me había encontrado a unos metros de la cárcel, en donde estaban todos cómodamente haciendo tareas aburridas, a un chico bastante extraño que decía formar parte de un grupo liderado por un tal “Gobernador”.

Y ni siquiera sabía el nombre de aquel chico.

Y había ido hasta allá por su “grupo”.

Y lo peor de todo es que me había visto y habló conmigo.

Un grupo de personas desconocidas que tengan de líder a alguien apodado “Gobernador”, no me dejaba para nada tranquila. Y menos al saber que tenían entre ellos, a un chico con una personalidad bastante cambiante.

“Tengo pruebas de que fui atacado, asique no me castigarán mucho. Espero…”

Aquello tampoco me dejaba tranquila.
Por ahora sabía cuatro cosas:

-Un grupo de personas, al parecer bien equipadas o entrenadas, estaban cerca de estas zonas.
-El grupo cuenta con un líder. Le dicen “El Gobernador” y no parece ser una persona muy amistosa.
- Cuentan con miembros “fuertes”. El chico raro quería “reclutarme” por mi fuerza y no por pena de ver a una niña en soledad.
-Esto me lleva a la última cosa, al chico al parecer lo mandaron cerca de la cárcel. No sé si estaba en sus planes seguir el camino o no, pero se topó conmigo. Lo que claramente, irá a contar.

Lo que me lleva a una última cosa a tener en cuenta. Pronto, sabrán de la existencia de la cárcel, Rick y el resto. Si es que no lo saben ya…

Y todo por mi estúpida culpa.

“Genial Enid, las has cagado de una gran manera”

Yo solo quería salir de aquellas rejas y campitos con cultivos.
Resulta que ahora, gracias a mi “rebeldía” e imprudencia, podía afectar a todo un grupo de buena gente.

“Y es por eso que estás sola, Enid”.

…  ...  ...  ...  ...  ...  ...  ...  ...  ...  ...  ...  ...

Tal vez estoy exagerando un poco.

Quiero decir, aquel chico no se veía muy intimidante o fuerte.

¿Y qué si había sido un invento?

Tal vez, sí tenía un grupo conformado por personas. Personas perdidas.
¿Qué necesidad de apodarse “Gobernador”? ¿Acaso se pensaba aquel ser humano que estamos en una especie de videojuego de realidad virtual, y que hay que usar apodos?

He visto tantas cosas que no me sorprendería si aquello fuera la realidad del asunto que estaba carcomiéndome la cabeza por media hora. 

Nadie en su sano juicio se haría llamar: “Gobernador”. Además, también está el tema de que la forma de cambiar de actitud de aquel chico fue extraña. Primero burlón, luego nervioso, luego confiado, luego de vuelta nervioso y al final, resulta que poseía la fuerza suficiente para soltarse de mi agarre sin inmutarse por los cortes en su rostro.

Carnid: El inicio de su historia ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora