Carl

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Enid negó con la cabeza, mientras le disparaba en la cabeza a un caminante. Señaló para atrás y con el brazo me indicó que luego doblaríamos a la izquierda, cuando el camino se dividiera.

Entendí que teníamos que correr con todas nuestras fuerzas y que no parecía tener la intención de usar la bengala. Internamente, quise revolear los ojos, ¿Para qué nos la habían dado?

De mala gana, pero entendiendo su plan, asentí.

Y salimos corriendo.

Enid era más rápida pero yo no me quedaba atrás.

Los caminantes parecían confundidos pero pude notar que nos querían seguir, cada vez se iban sumando más.

Cuando giré para ver a Enid, ella ya no estaba delante mío y a mi diagonal.

Frené en seco ante su ausencia.

¿Por qué siempre terminaba desesperado por ella?

Si gritaba, iba a atraer a los caminantes, que los perdimos de vista cuando tomamos el camino izquierdo.
Inspiré y exhalé. Estaba hablando de Enid, la chica que sobrevivió por su cuenta a esta edad. Debe de estar bien.
Pero sentí un mal presentimiento.
Noté unas huellas de al parecer, unas zapatillas de montaña.
Enid no llevaba puestas unas zapatillas de montaña y menos de aquel talle. Fruncí el ceño y agradecí que ella me estaba volviendo más observador.
Las seguí, hasta divisar un sector en el que abundaban muchos árboles. Ella podía estar en cualquiera.

"Me encontré un grupo. Y eran todos hombres, me dan mala espina. No quiero cruzarme con ellos, asique vámonos."

Aquello me hizo sentir peor. ¿Y si alguno de aquellos hombres la había atrapado? ¿Pero con qué fin? ¿Por qué tan rápidamente?
Después de todo, hay cosas de Enid que nadie sabe y no creo que alguna vez sepamos. Pero si quería irse para no toparse con el grupo, no creo que sea por buenas razones.

Escuché un gemido y un forcejeo.

Aferré con fuerza mi pistola, listo para apuntar y disparar, y me dirigí hacia allí.
No me importaba si el disparo resonaba. Necesitaba que esté bien.
Pero me topé con más árboles, molesto fui esquivándolos hasta encontrar la silueta de un chico.
Que apretaba a una chica al tronco de un árbol. Mientras ella trataba de liberarse de su agarre y sus palabras.

-¡Enid!-grité, en parte para que aquel extraño la suelte y desvíe su atención hacia mi, y otra por la adrenalina del momento.

Aquel grito pareció desconcertar a aquel extraño por un segundo, la miró y le dijo algo en el oído. Ella frunció el ceño y le pegó una patada en...si, bueno, le pegó una patada.
El chico la soltó y se retorció de dolor.
Enid agarró su hacha, mirándolo con desprecio.

-¿Quién eres, idiota?- le pregunté enojado, mientras me acercaba a él sin dejar de apuntarle con el arma. Noté que tenía una al costado.

Fijó su mirada en Enid y vi cierto temor en sus ojos al mirarla, sin embargo sonrió.

-Me llamo Mike, linda- le contestó.

Aquello solo hizo que quisiera volarle la cabeza.

Pero no era correcto.

"Matar no resuelve nada, solo lo empeora todo"

En un santiamén el chico me apuntó con su arma y sin darme tiempo para reaccionar o defenderme, disparó.

Con sorpresa abrí los ojos al haber escuchado el sonido y haber visto la bala directa hacia mí, pero no haber sentido el impacto.

Y mi mundo se detuvo.

Carnid: El inicio de su historia ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora