Enid

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Me removí molesta en el sillón.

Cuando me giré de costado para evitar el sol que iluminaba mi rosto, me topé con la espalda del niño. Solté un bufido molesta.
Traté de girarme para otro lado pero el sol brillaba con mayor intensidad. Si algo odiaba era el sol en las mañanas.

Le di un codazo en la espalda al pequeño Grimes.

-Hey, niño será mejor volver.-dije mientras lo miraba.

Se removió hasta quedar de costado, mirándome, aunque continúo durmiendo para mi sorpresa. Bueno, para mi sorpresa, no. Aquel niño tenía el sueño bastante pesado.
Le di esta vez, un codazo en la panza.

De repente abrió los ojos sobresaltado, pero cuando se topó con los míos, frunció el ceño. Aquella expresión, junto con el cabello despeinado y el rostro un poco dormido todavía, me causó gracia. Lo que hizo que su ceño se sentará más.

-No es gracioso- masculló cansado, mientras se ponía de frente para incorporarse lentamente. Se frotó la barriga.

-Para mi sí.- respondí y le sonreí mostrando todos los dientes, pícara.

-Para ti, siempre es gracioso cuando se trata de molestarme.

-Me encanta que cada vez nos conozcamos mejor- comenté sarcástica y salí del sillón.

Él me miró un poco confundido pero se quedó en silencio.

-Voy a comer- dictaminé y él sacudió la cabeza.

-Bien, te diría algo pero ni siquiera lo has sugerido, directamente lo dijiste.

Asentí mientras tironeaba del bolso.

-¿Vamos a desayunar sopa?- me preguntó.

-No todo lo que trajimos es sopa, tonto.

-Es lo que más hay...¿Qué desayunabas cuando vivías aquí?

Me desconecté de mi búsqueda por un segundo, al escuchar esa pregunta.

-Grimes Junior, eres un genio- dije incorporándome.

-Gracias, pero lo preguntaba en broma para molestarte, Enid.

Le saqué la lengua y cerré mi mochila con rapidez. Me incorporé y me di la vuelta, dispuesta a irme, pero un brazo me sujeto.

-Wow, wow. Creo que al menos merezco una explicación, ¿A dónde vas?- me detuvo Carl, soltándome y colocándose el sombrero. Supongo que con la idea de acompañarme.

-A buscar frutas. Los árboles de moras negras abundan más que cualquier cosa, y de paso lleno una bolsa para llevar allá.-Expliqué.

-Entonces vamos.

Negué con la cabeza, necesitaba caminar sola, en silencio, con solo los pensamientos y recuerdos en mi cabeza de compañía.

-Volveré tonto. Piensa con qué las podemos combinar- dije y me fui hasta la puerta, Carl no parecía muy convencido, pero no volvió a detenerme.

-¿Y si aparecen caminantes?

Me giré antes de cerrar la puerta.

-Tengo un par de antitranspirantes, aún.

Él sacudió la cabeza disconforme, pero al menos ya no parecía preocupado.

... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ...

Pateé las moras maduras que yacían en el suelo, manchando el pasto y la tierra. Fruncí el ceño y la nariz ante el fuerte olor a frutas maduras silvestres.

Carnid: El inicio de su historia ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora