Carl

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Fruncí levemente el ceño al sentir a mi padre acercarse a mi lado, pero con un revoleo de ojos, volví a mostrarme con el rostro neutro y concentrado que llevaba antes de la interrupción.

Seguramente ahora venía con sus planes de jardinero, planes que no me interesan en los más mínimo.

Escuché que conversaba brevemente con Patrick sobre los Legos y volví a fruncir el ceño, al escuchar que le decía algo de que yo era el que debía jugar con ellos. Sacudí la cabeza, “Simplemente patético”, pensé.

Acortó la distancia que quedaba entre nosotros y observó atentamente los planos de armado, las piezas desparramadas sobre la mesa y por último observó con detenimiento mi rostro con expresión concentrada.
Sabía que algo estaba haciendo mal al armarla pero no sé qué, exactamente. Y también sé que mi padre no me lo dirá.

-¿No crees que es un poco tarde para estas cosas, ya?- me preguntó, y noté por su tono de voz que se esforzaba en sonar amable. Lo que, por alguna razón, hizo que me enfadara más.

- No, no lo creo- respondí molesto. Y su expresión se ensombreció. Aquí viene la reprimenda….

-Carl…- soltó un suspiro agotado y por costumbre, alcé la mirada para descifrar la suya. Estaba cansado, se notaba con solo mirarlo a los ojos por un segundo. Su rostro se suavizó un poco- ¿Qué tal si mañana me ayudas con los cultivos? Últimamente necesitan mucha atención, y no quiero que solo las mujeres se limiten a cuidarlos.

Corrí la mirada. Ahí estaba, otra vez. Ofreciéndome sus tontos planes de jardineros, cuando en el exterior habían hordas de caminantes acechando. Cuando es el líder de un grupo y debe preocuparse por protegernos a todos. Sin que haya que mandar a gente morir afuera en sus “excursiones”, sin que se lamente todos los días por la muerte de mamá y sin que hayan niños pequeños  utilizando pistolas como juguetes.

“Como juguetes…”

Miré a Patrick que jugaba alegre con sus Legos.

Al parecer mi padre me estaba hablando, pero yo no lo estaba escuchando. Seguramente me estaba dando otro discurso motivacional.
Y luego miré mis manos, manchadas de suciedad y pólvora vieja. Las piezas desparramadas decorando toda la mesa. Los planos confusos que me esforzaba por comprender.
Y los esfuerzos en vano que había hecho tratando de calibrar dos piezas de las cuales no tenía idea de sus nombres.

Patrick encastró dos Legos y a éstos dos, unió otros y comenzó a formar algo, utilizando su imaginación.

“Como si fueran juguetes…”

-Carl…¿No me estás escuchando, verdad?

Volví a mirar a mi padre y asentí con la cabeza, aunque respondiendo a otra cosa.

-Si me aburro con tu jardinería, vuelvo adentro- dije, y me dispuse a doblar con cuidado el plano, sin mancharlo.

Él sonrió divertido ante mi molestia y comentario.

-¿”Mi jardinería”?-repitió con una vaga sonrisa- Al menos aceptaste. Será un trabajo duro, asique no habrá tiempo de que te aburras. Además te vendría bien un poco de actividad física para alimentar esos flacuchos brazos- tocó mi brazo izquierdo y me comenzó a ayudar a juntar las cosas que descansaban sobre la mesa.

-Papá tengo doce o trece…

-Doce- afirmó y me sorprendí por la seguridad de su palabra- Y estás en plena etapa de crecimiento, a este paso Enid será más alta que tú- fruncí el ceño al escuchar aquel nombre, que me había estado esforzando todo el día por ignorar. De pronto recordé lo sucedido con Carol y al tener a mi padre en frente, supe que debía contarle todo.

Carnid: El inicio de su historia ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora