Carl

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- Hey, ¿Me estás escuchando?-me preguntó Enid, mirándome con cierta preocupación en el rostro.

Asentí con la cabeza y para escapar de su mirada, decidí bajar por la escalera de madera que descansaba sobre la pared.
La escalera temblaba a cada paso que daba pero no me importó, mi mente estaba concentrada en otra cosa.

Ella me miró desde arriba ahora, curiosa sé que se moría de ganas internamente por saber qué es lo que pasaba en mi cabeza, pero ni yo estaba seguro del todo. Pisé el suelo, mis pies chocaron con  el pasto y la tierra seca, indicándome que por fin había bajado. Sostuve la escalera para que Enid bajase con la mirada ausente. La oí suspirar, pero por primera vez en mucho tiempo ya no le prestaba atención a ella, exactamente.

Carol.

Carol le estaba enseñando a niños de todas las edades a disparar.
Y entre ellos estaba Patrick. Mi mejor amigo, o al menos así yo lo consideraba. Sabía que no tenía sentido molestarse ni siquiera quejarse por haberme ocultado aquello, pero la simple idea me dejó un poco asombrado.

También estaba Lizzie y su inocente y dulce hermana menor, Mika. Lizzie estaba loca, al menos así la calificó Enid la primera vez que la vio. Pegada a la reja, llamando amistosamente a los caminantes, dándoles nombres y queriendo jugar con ellos como si fueran personas normales, seres humanos. Mika parecía demasiado temerosa para aquello, y sin embargo habían entrado allí con Patrick, como si de enserio se esperaran un cuento. Al parecer, por lo escuchado, se deduce que no es la primera reunión entre todos ellos ni la primera vez que hablan de armas. Me preguntaba si alguna vez estuvo la intención de contar cuentos, o si solo desde el principio ya estaba todo planeado.

Mi padre ya debía saberlo, pero no me lo dijo. Tal vez solo sabía detalles.

-Okey, ¿Puedes dejar de ametrallarte la cabeza con eso? Estás frunciendo el ceño y te saldrán arrugas ya a esta edad, es grave niño- dijo Enid, y me frotó suavemente la frente con los dedos para deshacer a mis cejas levemente fruncidas. La miré, en otro momento me hubiera detenido unos segundos en sus ojos, pero ya los vi hace un rato de cerca, y no estaba para quedarme viéndola y replantearme por número 558 en mi cabeza el por qué me gustaba.

- ¿Cómo lo sabías?- solté, y me sorprendí un poco al escuchar molestia en mi voz. Enid pareció percatarse de ello.

- Ayer, ya sabes la “reunión” de mayores que tuvo el grupo. Los noté a todos un poco incómodos y callados, y quería saber el por qué. Hasta que vi que Rick no miraba con una dulce y cariñosa expresión a Carol. Luego, cuando terminó la cena le pregunté a Gleen que sucedió entre ellos. Ya sabemos que Gleen, no puede mentir y menos cuando le preguntan. Me dijo que habían charlado cosas de adultos así como nosotros charlamos de cosas de niños…

- Al punto, Enid- la corté, aunque me pegué internamente por hacerlo.

- Pues si quieres que te cuente, trágate todos los detalles, niño- replicó, mientras caminábamos hacia la cárcel- Cómo decía…- continúo con un tono que me hizo acordar a mi maestra de segundo cuando explicaba algo, igualmente una sonrisa divertida escapó de mis labios mientras la miraba- …yo no le creí y él se dio cuenta. Me pidió por favor que no le continúe preguntando, porque le era difícil mentir (cosa que todos ya sabemos), obviamente eso seguí haciendo y mencionó algo de relacionado con armas. Maggie nos interrumpió (para mi desgracia) y la conversación tomó otros rumbos. Y bueno…la historia ya se explica por si sola, no hay que ser muy listo para deducirla…

La miré esperando a que continúe narrando, pues no entendía la relación de una simple charla con Gleen a saber que Carol les enseña a los niños a disparar. Enid me miró, con esa mirada tan conocida de ella, la que usa cada vez que no me doy cuenta de algo que resulta obvio o hago preguntas sin sentido o comentarios así.

Carnid: El inicio de su historia ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora