Enid

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Los caminantes me escucharon. 

Había enterrado a mi hermanita, como puede en el suelo de esa cueva. La tierra estaba firme y dura, difícil para escavar y los pocos recipientes que tenía de comida para usarlos como pala, no servían demasiado.

Estaba llorando, mis lágrimas nublaban mi vista y estaba enojada, irritada por tener que dejar el cuerpo de mi hermana en esa cueva.

"Vendré a visitarte, no me importa el riesgo que corra, vendré a verte y buscaré flores, esas que tanto te gustan", le dije para mis adentros.

Pero esos malditos, asquerosos, y enfermos caminantes me escucharon. 

Salí corriendo de allí, prefería morir distrayendo los, en vez de que ataquen el cadáver de mi hermana, como si no hubieran hecho suficiente, como si no hubieran arruinado mi vida lo suficiente ya.

Corrí y les clavaba mi cuchillo en las cabezas, uno a uno iban cayendo. Pero uno que caía, cinco que venían.

Era una lucha horrible. Decidida, corrí.

Simplemente corrí, agitando mi cuchillo y mi hacha desesperadamente. Tal vez, la escena desde afuera, hubiera sido rara, incluso graciosa. 

Pero prefería morir luchando que rendida. Así que seguí corriendo, mirando al suelo para no toparme con esas caras delgadas y arrugadas.

...

Había pasado un mes desde la muerte de mi hermana, un mes desde la desaparición o fuga de mi padre y un mes desde la muerte de mi madre.

Un mes desde que estuve a punto de morir, de ver la luz en mis ojos por última vez. Porque luego de correr, de correr tan rápido como pude, me refugie en un árbol que se había caído en el suelo, apoye mi espalda ahí y mis piernas me dolían horriblemente.

Tenía sed, hambre, estaba sucia y me sentía débil. Quise tocar mis costillas, para ver si se notaban demasiado, pero el esfuerzo de mover mis brazos me hizo pegar un grito de dolor.

Y ahí tirada en el suelo, decidí tratar de sonreír por última vez, pero no pude. Me dolía todo, y le había fallado a mi hermanita Caty, iba a morir, porque no había forma de salir de esa situación, los caminantes me iban a encontrar,  iba a ser muy difícil levantarse otra vez.

Y cerré los ojos....

Para mi suerte (supongo...), me quedé dormida, un silencio inundaba el ambiente. Arrugué la nariz, porque sentía un fuerte olor a humedad, al parecer había llovido un poco. Yo que soy de sueño tan ligero, no me había dado cuenta.

Tenía un poco de fuerzas, así que caminé lento, con la boca seca, la panza rugiendo me y los huesos que no hacían una linda combinación con mi piel pálida y sucia.

Después de terminarme la última ración de comida y agua, decidí que mi destino había llegado. Pero nuevamente, la estúpida vida me volvía a sorprender. Un lago, un lago de agua dulce. A pesar de que había plantas en el fondo, no dude ni un segundo, en zambullir mi rostro y tomar tragos rapidísimos. 

Y así sobreviví, podría decirse. Se que había personas cerca, que había una granja a algunos kilómetros, pero me quedé allí. No pensaba relacionarme con gente desconocida.

Creo que podría decirse que fui la última sobreviviente de mi familia. 

Suspiré y decidí hacer la caza del día.

Estaba limpiando el cuchillo manchado de sangre, cuando vi algo que llamó mi atención.

Un auto.

Un auto, un auto en medio de la nada, con el motor prendido. 

No me pasó nada por la cabeza. Bueno, me fije si había alguien escondido. Al parecer la persona dueña del auto, se había alejado. 

Sin dudarlo me subí, a este y pise el acelerador, saliendo disparada y con el volante haciendo equilibro.

No sabía manejar bien los cambios, pero era ir derecho, así que use los pocos conocimientos que había aprendido de manejo con mi padre.

Y seguí la ruta de tierra, sonriendo sinceramente por primera vez en meses.








Carnid: El inicio de su historia ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora