Carl

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Me desperté, estaba oscuro. Me restregué los ojos con los dedos. Al parecer me había quedado dormido. Tardé en darme cuenta que estaba durmiendo sentado en el piso y no estaba precisamente solo.
Alrededor todo estaba a oscuras, solo se veía a lo lejos la leve luz del "comedor", que en realidad es el apartado donde todos comemos.
Giré la mirada para posarla en mi compañía. Enid.
Recordé que después de la incómoda cena, en la que Patrick no dejaba de mirar a Enid, Maggie y Beth burlaban, y Enid trataba de entender sus chistes, la encontré ahí.
Estaba sentada, apoyando su espalda en la pared y si mal no recuerdo sacandole filo a sus cuchillos. El leve brillos de estos en el suelo, me hizo darme cuenta que estaba en lo cierto.
Yo quería decirle algo pero no podía. Sentía que solo me iban a salir preguntas o comentarios tontos de la boca, así que solo atiné a sentarme a su lado en silencio. A ella, por suerte pareció no molestarle.
Así pasaron las horas, como hoy habíamos empezado el día con acción, estábamos cansados. Supongo que nos quedamos dormidos y el resto también.
El tema es que las luces estaban apagadas, menos la del comedor pero esa la dejábamos siempre encendida, lo que quiere decir que alguien nos vio durmiendo y apagó la luz. Espero que no haya sido Daryl, o mi papá o cualquiera que piense cosas sobre nosotros.
Me la quedé mirando. Al fin podía mirarla, sin que nadie malinterprete nada. Al fin y al cabo, solo era eso, mirarla.
No podía ver mucho su rostro, ya que estaba oscuro el lugar, aun que al parecer estaba asomando la luz natural, muy lentamente.
Tenía los parpados cerrados, su cabello despeinado, cubría su frente y un poco sus ojos.
Respiraba suavemente. Se veía tierna, incluso linda así. Hasta que recuerdas que es una chica loca que mató a 16 personas y revolea hachas como plumas, y esa bonita sensación se desvanece. Igualmente, aunque me costaba admitirlo, estaba empezando a caerme bien, solo un poco.
Escuché que su respiración se detenía por unos segundos. Parecía que iba a despertarse, cerré los ojos con rapidez.
Hubo unos minutos de silencio, hasta que sentí una presencia cerca de mi rostro. La curiosidad me venció y abrí los ojos. Me sorprendí, tenía el rostro de Enid muy cerca al mío. Sus verdes ojos brillaban.
- Ven, sígueme te mostraré algo- me dijo sonriendo en un susurro provocandome un escalofrío.
- ¿Qué?- le pregunté curioso.
- Tómalo como una sorpresa...espero- respondió pensativa, alejando su rostro del mío, mi corazón había empezado a latir con rapidez.
- ¿Que es?- pregunté, aquello ya me estaba sonando extraño.
- Si te digo no es sorpresa- me respondió y me lanzó otras de sus medias sonrisas.
No sé porque pero prefería verla sonreír de esa manera, que cuando estaba seria, que era la mayoría de veces.
Ella se levantó y me miró esperando a que la siga. Solté un suspiro, después de todo ya no tenía sueño. Y confiaba en que no me iba a matar, espero.
- Carl, no te voy a matar- dijo en un susurro para no despertar al resto, como si leyera mis pensamientos.
- Bueno, a decir verdad, no se me ocurre otra cosa.
- ¿Has subido a la terraza de esta sucia cárcel?
- ¿Piensas matarme en una terraza?
- No seas idiota niño- respondió agitando la cabeza divertida y yo hice una mueca. Cerca de la salida se volvió hacia mí.- Al niño lo dejan salir?-preguntó con un tono inocente.
- Si, y me estabas empezando a caer bien, sin tus tontas bromas Enid.
- Que pena, tú me caes bien, por si te interesa saber. Solo disfruto de molestarte. Te pones colorado con facilidad.
- ¡No me pongo colorado con facilidad!- exclamé enojado.
- Cállate niño, nos escucharán.
- ¿Y dices que no piensas matarme?- dije, mientras ella abría cuidadosamente la gruesa puerta de la cárcel para salir al frente.
- Ven, ¿Confías en mi?
- No- respondí con sinceridad.
Ella revoleó los ojos.
- Solo, sígueme.
Una vez afuera, rodeamos la cárcel, hasta llegar a una gruesa pero vieja, escalera de metal.
- Subamos- me dijo Enid y eso empezó a hacer.
Lo hizo con una gran rapidez y habilidad, me sorprendió, parecía una ardilla. Una vez, arriba, en la terraza de la cárcel, me miró para que haga lo mismo.
Me ajusté el sombrero y puse un pie en el primer peldaño. No entendía porque hacia lo que me pedía, pero la curiosidad me ganaba. Así que fui subiendo, no con la misma rapidez que ella, las escaleras hasta llegar al techo.
-Perfecto, ahora nos sentamos cerca del borde y a esperar.
- ¿Esperar?- pregunté extrañado.
- Si, eso mismo. Supongo que unos minutos, ya falta poco.
- ¿Para qué?
Ella me miró como si hubiera hecho la pregunta más tonta que exista en la vida.
- Para el amanecer tonto, ¿Para que más va a ser? ¿Para matarte?
- Por un momento pensé eso- respondí nervioso y ella revoleó los ojos. Un corto silencio se había instalado entre nosotros.
- Nunca vi un amanecer. Al menos, no en vivo, si se entiende...- admití.
- Yo sí, es precioso. Son más bonitos que los atardeceres, y los atardeceres son bastantes lindos también.- me contó y una suave brisa nos envolvió, tirando sus cabellos para atrás. Nuestras piernas, colgaban juntas del borde. Miré hacia abajo, creo que si cayéramos, no viviríamos para contarlo.
Así que por eso me había traído Enid ahí arriba, para observar el amanecer.
- Enid...
- ¿Qué?
Solté un leve suspiro, no sabía que decirle, me provocaba algo extraño verla. Ver sus cabellos volando hacia atrás con las brisas, sus potentes ojos verdes mirándome fijo.
- ¿Tuviste alguna vez a una maestra llamada Judith? En primario, antes de todo esto.
Ella me miró confundida y un poco sorprendida.
- Creo que sí...- respondió pensativa- Sí, creo que la tuve en tercero.
- Yo igual!-respondí sin pensar.
- Bueno, me alegro. ¿Pero por qué me preguntas eso?
Siempre me hacía quedar como un tonto...
- Porque cuando te vi, hoy...- me rasqué el cuello, incomodo- Me hiciste acordar a una vez, en la que estaba hablando con ella antes de todo esto.
- ¿Y?
- Bueno, nada eso. Y había visto unas fotos...
Pero ella me interrumpió.
-Shhh, luego me cuentas, ahora mira- dijo y me agarró del brazo para que girara mi vista de su rostro.
Vi el frente. Era hermoso. El sol se asomaba lentamente, los rayos empezaban a salir, el cielo de pronto ya no estaba oscuro. Rayos dorados y una gran luz, indicaban la llegada a un nuevo día. Los primeros rayos de sol, alcanzaban el horizonte para quedarse ahí. El sol los acompañaba.
Cuando éste se acentuó, miré a Enid. Ambos estábamos en el mismo lugar, en la misma situación al empezar el día. La luz natural inundaba su rostro, al igual que el mío, haciendo notar un distinto tipo de verde en sus ojos.
- Creo que si hubiéramos visto esto con Patrick, hubiera sido bastante educativo y menos silencioso- dijo, mientras la miraba.
- Gracias...- fue lo que dije, luego de volver a mirar el sol.
- No es nada, pensé que era algo natural y sencillo que todos los seres humanos tenemos que ver en nuestras vidas.
Luego de decir esto, se hizo un nuevo silencio, corto.
- Creo que sería mejor que descansáramos un poco más. Es muy temprano, supongo. Y esta vez, cada uno en sus camas.
- Claro- exclamé. Y ambos nos paramos, deshaciendo el momento que había tenido una pizca de magia.
- Enid...-no sabía bien que decirle.
Ella se giró, esperando que hablará.
- ¿Podemos ser amigos? Ya sabes, confiar en que el otro no nos matará y tratando de no hacernos bromas. Tratando, porque siempre está bien reír.
Ella me miró, parecía confundida, su rostro se había transformado, y por un momento me arrepentí de haber dicho aquello. Pero en un segundo me sonrió picara.
- Hecho.





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Carnid: El inicio de su historia ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora