Carl

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Con una sonora exhalación de cansancio me recosté en mi cama. A diferencia de Enid, no podía quedarme mirando las líneas y grietas, las manchas de humedad que decoraban el techo de la celda.
En cambio, me quedaba mirando las maderas que se unían unas a otras formando la base de la litera de arriba. Pensar que antes de que llegara ella, yo dormía allí...

Cerré los ojos, procurando descansar un rato antes de ir a cenar.
Había sido un día largo. Y ni hablar del de ayer, donde habíamos estado practicando nuestra puntería con las viejas latas.
Sé que debería quedarme pensando en todo el tema de Patrick y su inesperada habilidad al disparar. Había sido un disparo disparejo, no había sostenido perfectamente el arma y no se lo veía seguro de si mismo cuando lo hizo, pero al fin y al cabo, no parecía que era la primera vez que tenía una pistola entre sus dedos...
¿En qué estaba pensando? Solté un bufido, Enid me estaba metiendo esas ideas raras en la cabeza.
Además, yo confío en mi amigo. Lo conocí antes que ella. Cuando rescatamos a un grupo de gente y entre ellos estaba él.
Tal vez, en esos días en los que Patrick estaba con ese grupo, alguien le habrá querido enseñar algo...aunque lo dudo, nadie parecía tener el conocimiento adecuado cuando se trataba de armas en ese grupo de personas.
Cuando mi amigo llegó, apenas podía sostener una daga sin que le temblara la mano de temor al tenerla.
Solo era una suerte de principiante y ya. No comprendo por qué Enid tiende a darle una vuelta a todo, a encontrarle algo extraño a algo que no lo tiene.
Entiendo que esté aburrida, aunque últimamente nos dejan matar algún que otro caminante que se acerca demasiado a las rejas.

Pero si de algo estoy seguro es que Enid es Enid. Y si bien, en algunas cosas somos parecidos, en otras somos completamente diferentes.

Fruncí los labios nervioso. Tenía que quitarme este tonto enamoramiento con ella, no iba a llegar a nada. Y los consejos de Gleen, pueden servir para chicas como Maggie pero no para chicas como Enid. Después de todo ella es una niña, una niña bastante rara...
Más que rara, ha pasado por cosas...
Todos hemos pasado por situaciones desagradables y de las que no podremos olvidarnos nunca, aunque crezcamos. Pero algo me dice, que ella pasó por un poco más. Si no, no estaría tan negada a contar sobre su pasado.
Y todavía quedan aquellas dieciséis personas que mató...

A pesar de no saber de su pasado, siento que la estoy conociendo más a medida que pasan los días. Sé lo que no y si le gusta, las expresiones y el significado de sus miradas. Y a ella le pasa lo mismo, bueno creo que a diferencia mía, ella me descifró desde el primer día que nos vimos y no tardó como dos meses en hacerlo.
La Enid de ahora importa, no la de antes. Ya no somos lo que éramos antes, como había dicho una vez mi papá.

Sentí unos leves y cuidadosos pasos, no abrí los ojos pero puedo adivinar de quién se trata...

- ¡Grimes!- exclamó su voz, parecía alegre, aunque nunca era del todo alegre. Así como cuando estaba triste, nunca lo estaba del todo. Siempre había un dejo de neutralidad en su voz.

Suspiré, al menos no me había llamado por alguno de sus predilectos apodos...

- ¿Qué?- sabía que no me llamaba para cenar, porque Michonne me había dicho que el grupo tenía que discutir algo entre ellos, antes de comer. Y se tomarían de seguro su tiempo...

- He estado pensando...

- ¿Cuando no lo estás haciendo?- seguía con los ojos cerrados.

- Buen punto- escuché que decía, parecía que no se había inmutado porque no la estaba viendo, o lo más probable, que no le importaba- ¿Recuerdas lo que nos había dicho ese niño? Lo había olvidado con toda nuestra conversación, pero ahora recordé lo que nos había dicho.

- ¿Y qué era lo que nos había dicho?- lo bueno de tener los ojos cerrados, es que no podía ver su rostro enfadado por mi ignorancia.

- "No es que no haya sujetado un arma alguna vez" ¿Qué crees que quiera decir?

Carnid: El inicio de su historia ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora