LA MANERA EN QUE TODO LO ROMPÍ

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Y de la misma manera que miro cada uno de los atardeceres te miraba, solamente que tú, como la puesta de sol, no me duraste tanto.

Podía oler cada uno de los aromas que desprendía la habitación, a limpio, a mujer joven de ojos verdes y melena impecable y esa no era yo. Su olor es demasiado cítrico pero nunca como el de ella. Seguía pensando a cada segundo.

¡El móvil!

Me bajo de la cama, despacio. Tenía mucho tiempo que no compartía la cama con alguien que no fuera Paulina, después de Kim, me prometí no hacerlo, pero así como mi supuesto amor por Paulina lo puse a prueba y me falle. Camino por todo el lío de ropa, mi ropa que está en el piso, busco mi móvil. Por el reloj que tiene en la pared me doy cuenta que son las cuatro de la mañana, no debería de estar aquí. Debería de estar en casa tal vez después de una llamada con Paulina diciendo que me ama y que las cosas se van a solucionar.

Siento mis lágrimas asomarse de nuevo.

María José, tu y yo sabemos que eso no va a ser así, ella no te hablara para decir que se mudará a México, vivirá su vida contigo y se juraran amor eterno. La primera razón es por qué ella te engañó y la segunda es por qué tu la engañaste. No puedes tapar el sol con un dedo.

Ojalá pudiera hacer que todo fuera diferente y esa sospecha no existiera. Si tanto quería ser libre y vivir pudo serlo sin mi, pero yo sin ella no. Siento como escurren, en medio de esta habitación las lagrimas. Aún estoy borracha, la siesta no ha servido y me siento peor de lo que me sentía al principio.

Trato de teclear lo más rápido que puedo al número de Rafael. Me siento desconsolada.

- Maria Jose ¿Que pasa? ¿Estás bien?

- no - le digo con las lágrimas cubriendo mi rostro y tratando de que no me escuche, ser lo más silenciosa.

- ¿Dónde estás? Voy por ti

- No se la dirección, pero - tomo aire - te la puedo enviar

- si, si... Salgo para allá.

Cuelgo para enviarle la dirección, empiezo a recoger mis cosas, las prendas, la cartera.

En el buró de la sala hay una libretilla con un bolígrafo y escribo:

"Muchas gracias por todo, me tuve que ir. Hablamos después"

No hace falta decir nada más, por qué esto no debió de suceder. Bajo del edificio aún un poco mareada, tengo ganas de vomitar, así que me detengo para respirar.

Cuando me repongo sigo el camino hasta que en la entrada veo a Rafael aún estacionando enfrente. Salgo de la acera para acercarme, doy la vuelta y subo.

- ¿Pero que pasa?

- vámonos... Vámonos - le digo agachando la cara

- ese es el departamento de Eleonor... María José ¿que hiciste?

Lo volteo a ver llena de culpabilidad, todo está mal.

El maneja serio, no dice nada y el enojo en su rostro es casi palpable. Es que soy tan tonta, nunca debí y menos con ella.

LA CASA DE LAS FLORES: UNA HISTORIA PARTICULAR Donde viven las historias. Descúbrelo ahora