CAPÍTULO XXX

326 33 32
                                    

Han pasado tantas cosas por aquí. Hoy se cumple el aniversario de bodas de Paulina y mío, Bruno ha ido superando la perdida de su madre y por otro lado yo trato de enfrentarlo. Catalina jamás me volvió a hablar desde que pasó lo que pasó, no la juzgo... Debió de ser lo mejor para ella y puesto que yo no estaba bien pude haber confundido muchas cosas.

Me he vuelto una mujer fría exenta de cualquier cosa relacionada con el amor, supuse que algun día aparecería y ella volvería a mi lado como sí nada hubiera pasado, pero poco a poco esos días se fueron convirtiendo en meses y esos meses en el año que enfrentó. Después de el funeral de Paulina que realizó su padre pasaron una serie de eventos en la familia De la Mora. El abuelo de Bruno, Ernesto; se casó con Carmela y Micaela vive con ellos. Elena quien es ahora la cabeza de esa familia empezó a tener problemas con Pablo, aunque creo que es mi culpa dado que Elena, Patricio y Diego pasaban mucho tiempo conmigo. Al parecer al chico no le pareció y decidió dejar a Elena pero hacerse cargo de Patricio. A Elena por su parte no le dolió tanto, pensó que el ser ahora una mujer independiente sin ningún hombre a su lado estaba bien, el amor lo tenía ahora con su hijo y Diego, que no necesariamente era su pareja sino un compañero, el padre de su bebé. Y Julián, ese chaval ha estado para mí, ha madurado pero dado que Elena y Diego son ahora muy amigos míos decidió alejarse. Aunque aún tiene contacto con Elena por el bebé; trabaja por su parte, enterada lo que se dice enterada no estoy.

Contratamos a una persona que nos ayudaría en el caso de Paulina, durante cinco meses estuvieron buscándola por toda la cuidad. Y puesto que no dio resultado la pusieron en el stock de personas desaparecidas. No pierdo la esperanza de que un día aparezca; pero deje de pensar en que iba a llegar por esa puerta a salvo. Si estuviera viva ella hubiera regresado, pero ahora ese pensar es un lujo que no me puedo dar. Purificación salió de la clínica psiquiátrica. Hace un mes y vive en casa con Bruno y por supuesto conmigo. Esta vez ha ido mejor y espero que ella pueda regresar a Madrid como se lo propuso.  De vez en cuando he ido a España para trabajar en lo que hiciera falta en el bufete.

Cada vez que voy Catalina me evita y prefiere mantener distancia. Me duele pensar que la lastime durante mucho tiempo, pensar en hacerle daño a alguien que quiero. En la oficina todo sigue igual, Kim de fastidiosa y aunque ya la perdoné no significa que la quiero cerca. Rafael y Rita empezaron una relación hace unos meses por lo que se la viven juntos derramando la miel por todos lados. He de decir que me alegra mucho por ellos.

– Maria Jose, ¿estás ocupada? – me dice Elena que ha entrado en la oficina sacándome de mis pensamientos.

– no Elena, ¿que pasa? – le digo invitándole a que tome asiento.

– pues nada, quería hablar contigo... Nada más.

– ajá – le miro sospechosa – ¿que sucede?

– bueno ya... Diego está pensando en hacer un convivio en la casa para convivir con toda la familia... No se... ¿Te gustaría?

– eh, hostia Elena, me has agarrado en curva. Tengo mucho trabajo este tiempo, con el despacho y el cabaret no me doy chanza de nada...

– ya se, pero podrías sacar un día de fin de semana para que no vengamos al cabaret o ir a la oficina.  Podemos pasar tiempo de calidad como familia. Además de que tengo que hacerles un anuncio.

– ¿cuál? – le digo emocionada alzando las cejas sugerente.

– Ven al convivio y allí te diré... Es la semana que viene a las ocho, sábado en mi casa.  – ella se pone de pie para salir de la oficina del cabaret, mientras agita la mano despidiéndose de mi con una risita maliciosa. Yo solo muevo la cabeza en negación, pero divertida. 

La noche ha pasado rápido y con ella el trabajo que tengo en el cabaret. Son poco más de las doce de la noche pero es motivo suficiente para que vaya a casa. Con suerte Bruno siga despierto. Ya que es jueves y especialmente los usa para ver series hasta tarde. Lo dejo hacerlo por única ocasión ese día con la condición de que al siguiente día el se levante a la hora para ir a la escuela.

El camino es bastante corto a casa. El tráfico es tolerable o no se si por qué ya vivo aquí y me he acostumbrado. Esta nueva vida nuestra es dura pero creo que cada quien finge lo que sucede, llevamos días normales de aceptación. Aunque lo mío es a la periferia, los sentimientos me queman en el alma al pensar en Paulina, tener que afrontar lo que sucedió es demasiado duro.  La psicóloga me ha dicho que es normal ante la perdida de alguien. Llorar en el funeral sirvió para sacar lo que tenía de desesperación pero al no haber nadie allí me dejó esa punzada. Esa paranoia de saber que no estaba allí y que todos los días de mi vida iba a vivir rindiendome ante su perdida. A muchos se les olvidó que desapareció, pero para mí sigue latente el hecho de que no esté, como si fuera ayer el día que la vi bajar del coche para irse. Duele.

Todas las emociones juntas me causaron depresión y apesar de que el trabajo y todo lo que me cargue me ayudaron a sobrellevarlo, se que siguen allí ocultos. En el mínimo silencio se apoderan de mi, regresando con más fuerza, distrayendo me. Aún recuerdo todas las noches que pase llorandole, con la esperanza de que sirvieran de algo, mis crisis y reclamos ante la investigadora por no haber logrado nada y mi impotencia al no poder mover ningún dedo por las amenazas de la comisaría. Gilipollas de mierda.

Mi vida se arruinó, me he emborrachado más veces de las que puedo contar para no pensar en ella. Y he hecho más destrozos a más cosas cuando me siento frustrada.

Bruno está en el sofá mirando, como ya lo sabía, una película de terror.

– Mamá, llegaste temprano. – me dice el cuando me acerco a tomar asiento cerca de el.

– si, quería tener tiempo para ti. ¿Cómo va todo?

– bien, bien... – dice mirando la televisión.

– ¿seguro? – le pregunto entrecerrando los ojos.

– mamá, está todo bien. Se que no son fechas muy buenas para ti, pero... Estoy bien. Tranquila. – dice fastidiado.

Me quedo en silencio ante lo que acaba de decir. Mirando a la televisión sin prestarle el mínimo de atención al sonido sino a los movimientos.

– mamá, ¿Tu estás bien? – me pregunta.

– si Bruno...– miro a otro lado sin darle mirada – mejor dime dónde está tu tía.

– se fue a dormir desde hace rato y bueno dejo la cena lista en la cocina. Hizo tortilla.

Me levanto de la sala para ir a la cocina.

Jamás pensé que esté día me la iba pasar así, con ellos. Siempre imaginé que el aniversario de bodas con Paulina lo tendría en alguna playa de México. Las dos solas, comiendo y bebiendo mientras reímos. Joder, cuan jodida puede ser la vida, en un momento estás planeando tu boda, luego ya no. Te encuentras viuda de una mujer que dejó hecho trizas tu futuro sin dejar respuestas, sin dejar nada a su paso.

Cojo una copa de vino y me dirijo a mi habitación sin decirle a Bruno nada, aunque se que dije que pasaría tiempo con el, la carga me hace no querer estar más en este lugar. Subo las escaleras y bebo de la copa. Cuando llegó veo la caja que dejé para después sacarla, llena de ropa de Paulina. La guardaría en la bodega para poder  lidiar mejor con esto pero no pude y la deje aquí. La ropa a un huele a ella. A ese perfume que me encantaba respirar por veces cuando me sentía perdida, que me es familiar, de la persona que me ha robado más suspiros que nadie, que me ha hecho más daño que nadie y que amo más que a nadie.

Sin dejarme vivir, apesar de que no está, su fantasma me acosa, no me deja vivir. Su presencia y su solo recuerdo me atormentan dejándome vacía.

LA CASA DE LAS FLORES: UNA HISTORIA PARTICULAR Donde viven las historias. Descúbrelo ahora