LA CASA DE LAS FLORES: UNA HISTORIA PARTICULAR

CAPITULO LXIV

He estado muy nerviosa, desde que aterricé. Pensé que sería como siempre pero, está vez soy yo la que debe muchas explicaciones y aunque no sé me da del todo decir lo que siento y dar las cuentas de todo, se lo debo.

Por una parte pienso que, ella tiene esposo y seguramente se quieren y están juntos todo el tiempo. Pero ¿y si no?

No es la primera vez que Paulina miente.

Debería de estar acostumbrada, pero la costumbre se volvió una palabra en situaciones efímeras que solo yo puedo decir que existen. Únicamente la desesperación acabo conmigo por qué no tenía de otra.

– Maria Jose ¿Dónde estás?

– Elena...

– ¡llevo más de cuatro horas tratando de llamarte! ¿Dónde está Bruno?

– en casa de su abuelo y yo estoy en Houston.

– ¿En donde? – dice alterada.

– lo que escuchas... En Houston. Vine a buscar algo y a tratar de resolver algunas cosas.

– estoy confundida... ¿Cómo te fuiste así nada más? O sea

– vamos Elena, que no pasa nada... Dentro de poco regreso, tengo mucho trabajo y Bruno no se puede cuidar solo.

– desde que regresaste de España estás demasiado rara, parece que todos ocultan algo, Julián... Mi papá, Micaela, Carmela inclusive Diego. No lo puedo creer de ti

– a ver Elena, tranquila, lo mío es meramente laboral no te escondo nada y si lo hiciera... Lo notarias

– ese es el problema Maria Jose, que lo noto. Pero ya está, avísame cualquier otra cosa y me encargo de Bruno.

– Muchas gracias Elena...

– de nada, cuídate.

– igual vosotros...

Elena cuelga, estaba muy molesta y de alguna manera me hace querer pensar en el futuro, ella no querrá ni de coña perdonarme si sabe que sé lo de su hermana y que nunca le dije nada.

Estoy nerviosa, estoy acorralada y lo peor es que no se para que lado dividirme más...

He caminado por la cuidad, tratando de dar con el edificio que decía en Google sobre Paulina, de haber sabido que estaba aquí... Soy idiota, es eso.
En cuanto llego al edificio la mujer de la recepción me pregunta a qué piso o a quien estoy buscando. Le explicó que no tengo cita pero que soy abogada de la señora Paulina de la Mora. No lo dudó mucho, la facha que tengo debe de decir mucho.

Poco pensé que tuviera controlado todo, por qué dejan pasar y me dan instrucciones de dónde está ubicada su oficina, casi el último piso. A decir verdad todo es muy pretencioso, como lo es ella, pero también tiene ese tono sofisticado que solo Paulina podría poner a algún espacio donde ella pasara.

El elevador me da vértigo.

¿Que tanto sabe? ¿Tendrá todo claro o solo una imaginaria cosa volando por su cabeza? ¿Se verá tan guapa como siempre?

Doy un paso a fuera del elevador y miro a todos lados, este es el tipo de oficina que Paulina llevaría, color gris de muros y blanco de paredes. Puertas de color café claro y corredores principales con cuadros.

"¡Deja de distraerte Maria José!"

Hay hombres y mujeres yendo de un lado a otro y me siento perdida, como si este no fuera el lugar de una mujer que fue mia, sino de una completa desconocida, parece que todo va diferente y no es de ella de quién estoy hablando.