CAPÍTULO XXIV

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Han pasado cinco días desde que no se de Paulina, desde que ha desaparecido de la Faz de la tierra sin dejar rastro. Desde que no puedo dormir por qué tengo pesadillas por pensar en lo peor. He ido a reconocer cuerpos similares a los de ella. Pero gracias a Dios, ninguno es.

Me encuentro en mi habitación en posición fetal para aliviar el dolor que siento, por qué me duele el pecho de tanto llorar. Me siento tan desesperada por no saber que más hacer. Por no saber de dónde agarrarme. Recuerdo la última vez que le vi, estaba en el coche y se despedía mi para irse a trabajar. De haber sabido que sería la última vez que le vería no la hubiera dejado ir jamás, jamás quise que le pasara esto. Sollozo en mi almohada pegando mi cara para poder gritar lo más fuerte que puedo.

– ¡Por la puta madre! No, Paulina. – me levanto de la cama para poder tranquilizarme. Pero es inútil.

Pienso en todos los episodios horribles en los que puede estar sometida, en los que puede estar pasando. Joder, que el peor es que yo algún día la identifique entre tantos cuerpos, por haber estado en un terrible accidente o no lo se. Mis lágrimas no paran de salir mientras me desvanezco a la orilla de la cama para llorar fuerte. Las lágrimas son amargas no tolero, no puedo. Por qué deje que se fuera. Ese día solo me dedique a mi, a estar enojada ha perseguir pistas falsas a nada. Por qué no sabía que seria el último desayuno que me hiciera o que sería el último beso que me diera. O que estuviera sobre mi piel dormida para hacerme el amor como ese día lo hicimos, inclusive que me dijera "te amo" como última ocasión.

– ¡ay! – Me tocó el pecho mientras me duele – ¡no! – me cubro la cara y me corro el cabello atrás por la frustración.

– mamá, ¿Estás bien? – Bruno ha entrado a mi cuarto y no lo he escuchado.

– si – me limpio las lágrimas mientras jadeo y me veo horrible.

– no lo estás – se sienta a un lado mío. – yo también la extraño.

Mi pequeño muchacho, no puedo darme el lujo de partirme cuando alguien me necesita. Le extiendo el brazo y el me abraza. Llorando, acaricio su melena rubia y dejo besos ocasionales.

– la vamos a encontrar Bruno, no me voy a detener hasta que lo consiga. Te lo prometo. – mis lágrimas salen de nuevo y levanto a Bruno para que podamos acostarnos en la cama un momento.

El llanto le vence al sueño y yo sigo despierta mientras el duerme. Mi pequeño Bruno. Casi no ha ido a la escuela, después de que en los noticieros apareciera que una de los De La Mora había desaparecido. Los primeros días tuvimos reporteros en la escuela y afuera de la casa. Hasta que gracias a Dios poco a poco han ido disminuyendo.

He dejado a Bruno en la cama y por la hora es momento decente para hablar con Catalina en la sala.

– Maria Jose, estaba esperando tu llamada... ¿Cómo estás? – me dice a través de la pantalla.

– mal, de la mierda.  Cómo si me hubieran golpeado elefantes y me tuvieran hecha mierda. – mi voz se quiebra de nuevo y me cubro la cara con una mano.

– tranquila. Respira... Si necesitas llorar aquí estoy.

– no puedo– lloro otra vez. – es que – jadeo sin permitirme hacerlo por el llanto – no entiendo por qué, ella se fue y me dejó aquí. – Me pongo la rodilla enfrente para poder llorar sobre ella.– ni siquiera sé si está bien, nadie ha pedido dinero por ella. O sea. Esto no es un secuestro cualquiera.

– entiendo...

– México está de la mierda, me han dicho que si en lo que va del resto de la Semana, no aparece no le darán continuidad. – puto Márquez de mierda.

LA CASA DE LAS FLORES: UNA HISTORIA PARTICULAR Donde viven las historias. Descúbrelo ahora