CAPÍTULO L

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El viaje ha sido de lo más cómodo, me he sentido plena y a decir verdad no es por el hecho de estar en un avión, sino de tenerla a mi lado; esa sensación de compañía que no tenía desde hace mucho tiempo de sentirme querida o compartir algo con alguien, es simplemente excepcional que sea Ella con la que comparta, que sea Ella la que este a mi lado.

Volteo mi rostro para verle, tiene la mano en la cara mientras trata de dormir, tiene los labios entre abiertos y mueve la pierna desesperada. Si no le conociera diría que es por qué algo anda rodando su cabecita, pero ahora que es una completa desconocida me atrevería a decir que es por el vuelo del que por cierto vamos a aterrizar.

- Buenas noches señoras - dice una mujer alta de uniforme verde, Paulina voltea a toda prisa para verle mientras yo también le pongo atención. - es momento de poneros los cinturones. Estamos apunto de aterrizar. - sonríe ampliamente y yo le asiento con una sonrisa sin mostrar los dientes y ella se aleja.

Volteo a ver a Paulina de nuevo, tiene una mano en el pecho y se nota de lo más preocupada, las arrugas en su frente la delatan Aunque ella siempre se ve radiante.

- ¿Que pasa cariño? - le pregunto tomando su mano.

- es... Es el avión me estoy mareando - dice sonriendo y cerrando los ojos.

- deja te ayudo con el cinturón. - extiendo mi mano para poder ayudarle lo ajusto y después de terminar Volteo a verle su rostro y extiendo mi mano para acariciarle. Su piel tan suave.

- ¿Por qué me miras así? - me pregunta.

Solo sonrió apenada, ya no me importa si me pilla viéndole, le amo. Me lo ha dicho también y lo demás me sobra.

- Bueno, cuando tienes una mujer tan hermosa como la que yo tengo... Probablemente te quedas viendo como boba su belleza.

- que dices... - ríe y niega divertida.

- te amo - le robo un beso de pico.

Camino al hotel es demasiado silencioso, un silencio cómodo, tranquilo, uno que no me asfixia.

Dejo que primero pase a la habitación mientras le doy al joven que nos ayudó una propina.

- Muchas gracias. - le sonrió y me adentro a la habitación ella está parada allí en medio mirando curiosa todo a su alrededor. - ¿te gusta? - le digo inclinandome para quitarme de una vez los tacones que ya no aguanto.

- me encanta - ella se acerca a mi y me toma de la mano que tengo suelta para mantener el equilibrio. - es acogedor - cuando por fin lo he hecho me pongo derecha. Esta mujer, es mi mujer, mi dulce bella mujer.

- ya veo - le tomo de la cintura para acortar el espacio.

- ajá - voltea los ojos con una sonrisita.

Volteo su cara con mi mano para poder verle y también para darle un beso. He querido hacerlo desde que nos subimos al avión y ya no aguanto estar tan lejos. Así que su boca y la mía se entienden perfectamente, sin presiones, sin nada.

- te comería viva aquí, pero sé que no haz comido y tal vez por eso estabas mareada en el avión. - le comento haciendo una voz dulce.

- comí solo un poquito, pero no he dormido nada, a decir verdad no he descansado. - ella frunce los labios.

- Bueno, entonces vayamos a comer algo cerca y luego regresamos a bañarnos y dormir.

- me parece encantadora la idea.

Caminando por la calle a un restaurante cercano según el muchacho de la entrada, donde supuestamente tienen excelente comida hablamos de cosas, entre ellas de Lucia. Me parece que, está agobiada aunque a ciencia cierta no lo sé del todo.

LA CASA DE LAS FLORES: UNA HISTORIA PARTICULAR Donde viven las historias. Descúbrelo ahora