CAPITULO XXXV

239 32 29
                                    

Estoy en la oficina desde temprano, han pasado varios días desde lo que sucedió con Lucia. Repleta de trabajo como de estrés; por lo que no tengo ganas de ver a nadie, por qué en cuanto alguien salga con una estupidez se que no podré controlarme.

Los días han sido pesados, cansados. Llegar a casa y encerrarme en el estudio a trabajar una y otra vez. ¿Dormir?. Esa es una palabra que en estos días no ha existido. Posiblemente sea normal, llevo demasiado tiempo estresada, demasiado tiempo dándole vueltas a las cosas. He tenido dos cenas con gente de la oficina de Alejo, socios de el. En donde he tenido que fingir que todo va de lo mejor, han hecho preguntas malas y mucho más malas, Dónde al regresar a casa hemos peleado. Sigue insistiendo en que regresemos a lo que fuimos, pero ese ya es un lujo que no nos podemos dar. El sentimiento es de enfado y asco, por lo que borrarlo es casi imposible. No sé si he sentido esto por alguien más, pero es intolerante. No lo sé manejar. Mi terapeuta ha dicho que debo de llevar las cosas con más calma y tomarme unos días para poder tener algunas vacaciones; sobretodo esta última. He pensado en ir a la playa lejos de toda la mierda que me está pasando. Pero el trabajo sigue y sigue llegando. Daniel se ha portado a la altura, me ha ayudado con todos los papeleos inclusive se ha portado como mi asistente. Me río al pensar en eso, por qué no lo toleraba y ahora me cae un poco mejor.

En cuanto a Lucia, ella ha estado de lo mejor y ha formalizado con la chica que dijo conocer. Bastante rápido, pero me alegro tanto por ella, se merece ser feliz y espero pueda hacerlo con ella.

– Señor no puede pasar así... – le dice mi asistente a Alejo que entra deliberadamente a mi oficina.

– ¡entro cuando se me de la gana! – dice volteandome a ver,  lo miro con el ceño fruncido y de pie.

– lo siento señora, le he dicho que esperase. – se justifica mi asistente con la cabeza baja.

– No te preocupes, en verdad. Déjame con el señor.– le sonrió de lado asintiendo.

Ella sale y cierra la puerta mientras que Alejo tiene esa cara familiar, de exasperado y de que algo está mal. Pero vamos, que todo en el va mal. Parece un chascarrillo malo.

– ¿que te pasa? – le digo calmada – tu sabes que no puedes venir aquí y mucho menos con esa actitud.

– tendremos que irnos a Madrid. Quieras o no quieras – se toma la cara. Irritado. Me tira un periódico.  Sinceramente no sé que tiene que ver conmigo y mucho menos con Madrid.

En cuanto lo tomo y lo veo caigo en cuenta de lo que pasó. Carajo. Me volteo a ver a Alejo. Que se sienta en las sillas.

– ¿Es enserio? – le digo pasmada.

– Si... Murió apenas en la tarde de ayer. En Madrid.  – mira a un lado  con una cara muy perdida. – y lo que más me molesta es que no me hayan avisado antes. – suelta unas lágrimas muy pesadas.

Ha muerto el sujeto que ha acompañado a Alejo por mucho tiempo, el sujeto que es como su padre. No lo conocía demasiado, pero sabía lo importante que era para el. (El era un abogado muy importante en España, lo conocía de antes).

– No sabes cuánto lo siento... – le susurro. No se que más hacer, me da tanta pena por el. Tanta que ha hecho que mi enojo se disipe. – si hay algo que pueda hacer por ti... Y por supuesto que tendremos que ir a Madrid. – me tomo de las dos manos mirandole.

– ¿Me puedes... Dar un abrazo? – dice con las lágrimas en la cara. Le asiento y me cerco a el. Quién se pone de pie para recibirme y abrazarme.

En cuanto lo abrazo, deja salir el dolor que siente llorando amargo.

Hemos tomado el coche, mi coche para salir de la oficina. Le he dicho a Lucia que me iría de viaje y que cualquier cosa me avisará. Mientras manejo, alejo está perdido mirando por la ventana, no deje que conduciera, se veía demasiado afectado para permitírselo.

LA CASA DE LAS FLORES: UNA HISTORIA PARTICULAR Donde viven las historias. Descúbrelo ahora