CAPITULO VII

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Es un miércoles por la madrugada, no puedo dormir. Aunque al inicio lo intente no puedo dejar de pensar en todo. La única pastilla que me tomé no ha servido para nada, mis pensamientos están más sumergidos en todo y eso se ha hecho notar desde el lunes, siento que trato de estar bien pero estoy fingiendo. Pero le quiero demasiado que no soy capaz de hablar con esto de ella. Pienso que si expreso mis sentimientos lastimaré a los demás y es lo que menos quiero. Puedo dejar que me lastimen a mi pero no a ellos.

No a Bruno.

No a María Jose.

No a mi papá.

No a mis hermanos.

No a Delia.

No a Diego. Aunque una vez ya lo haya hecho. No podría dañarlo a el para que Julián salga lastimado.

No a cualquier cosa que me dirija a destruirlos a ellos.

Maria Jose tiene un brazo cruzado hacia mi cintura, abrazándome. Respira profundamente y yo solo escucho su corazón mientras pego mi oreja a su cuerpo. Me tranquilizo tratando de escuchar atentamente. Pero luego me vuelvo a perder, a perder el control y a estar simplemente inmersa en el. Mientras me hace daño. Solo a mi, mientras me consume. Me quitó el cuerpo de María Jose y trato de voltearme lo más natural que puedo para no despertarla. En cuanto me giro ella dirige su cuerpo hasta el otro lado de la cama dando me la espalda justo como yo lo hago. Aún duerme y me da paz que no se levante. Mi celular está en la mesita de la lámpara, extiendo mi brazo para alcanzarlo y ver la hora. 5:26 de la mañana. Esto debe de ser una broma.

Me levanto de la cama lo más rápido que puedo, pero con cuidado.
Me dirijo a la puerta para poder abrirla y bajar a la cocina por una copa. Tal vez un poco de alcohol me relaje. Necesito encontrar la manera de poder estar bien. Me dispongo a estar escaleras a bajo. En un rato se levantarán Bruno y Maria Jose para que empecemos la rutina de todos los días. Llegó a la cocina y abro el frigobar que está después de la barra de la cocina. Tomo una botella de vino que ya está abierta y voy a la alacena donde tengo las copas. Y tomo una para servirme el vino. Por qué no se volverá a repetir lo que pasó en la boda. Me sirvo un poco, más bien mucho en mi copa. Que se note que es decente tomar vino en la madrugada. Y lo bebo de manera rápida y cerrando los ojos mientras cruza por mi garganta el ardor y el alcohol por mi garganta. De manera pesada.

Cuando la termino completa y de fondo la copa la dejo en la meseta y me sostengo para tolerar el ardor que empieza a cubrir mi estómago. No es placentero ni nada de eso, es solo que me hace despejarme. O al menos es lo que pienso.

Me sostengo unos segundos y escucho que algo se mueve en la escalera. Levanto la mirada para ver qué es lo que sucede y es María Jose. Carajo que tanto habrá visto.

Ella solo me mira en silencio, está vestida con una bata larga de color negro y yo la miro espectante.

– ¿Pero que coño haces? – susurra mientras camina decidida hacia mi. Que rayos haré. Me ha pillado infraganti y no quiero que haya un interrogatorio de esto, por qué no estoy lista para hablarlo y por qué no puedo hacerlo. Que he hecho.

La miro asustada y solo abro la boca como si fuera a decir algo aunque no lo hago; ella está muy cerca mío más de lo que me gustaría y me mira directo a los ojos. Esos ojos hermosos color verde que tanto me hipnotizan.

– Estoy esperando. – dice molesta.

–S... Solo tomo... Una c... Copa de vino, para relajarme. –  le contesto titubeante.

–¿a las cinco y pico de la mañana? – frunce el ceño Evidentemente desconcertada. – ¿estas bien?...

Me lanzó a besarla mientras la abrazo por el cuello y ella solo está allí, no me ha dado acceso. Por lo que me separó...

LA CASA DE LAS FLORES: UNA HISTORIA PARTICULAR Donde viven las historias. Descúbrelo ahora