CAPITULO LIX

409 28 23
                                    

"Las falsas apariencias son modales que se aprendieron en casa"

Tiempo atrás:

- ¿Enserio crees que por qué sabes vender flores, sabes tratar con la delegación? Porfavor

- No, no te confundas Claudio, no solo se vender flores Y tratar con la delegación, también se esconder difuntas - miro a ese jovén tan arrogante que hasta siento querer saltar de allí.

- ¡bueno ya! - dice el hombre canoso que está entre nosotros, pero yo solo puedo mirar fijamente a ese tipo que se cree quien sabe que - el cabaret lo van a llevar entre los dos, no quiero más discusiones sobre el tema... Dale chance a que aprenda. - me mira, lo puedo ver a mis 180 grados de vista, lo puedo hacer, pero ni por un segundo le quitaré la mirada a ese tipo

- Vámonos, Micaela - el se va, dejándonos entre tantas filosas cosas.

- "Dale chance a que aprenda" - tomo mi libreta y mi bolso para quitarme de allí - "Dale chance a que aprenda"

En el presente...

Me he quedado dormida en el escritorio de mi despacho, en mi casa, están tocando la puerta, tan insistentemente.

Camino a la puerta y cuando llegó pego mi cara. Han dejado de tocar. Cierro los ojos con tranquilidad, esa paz.

- ¡Paulina, abre la puerta! - me despegó de ella, de la puerta, el está pegado allí y yo no puedo verle, me duele... ¿Pensaba que podía irme así de fácil? - paulina, ya amaneció, van a dar las siete de la mañana. No haz comido nada.

Ni siquiera contesto, me siento en el sofá del despacho, ¿Qué quiere de mi? Toca la puerta de nuevo, otra, otra y otra vez.

- Paulina ¿no piensas salir? ¿Pará empezar estas allí?

- Si, aquí estoy... - susurro para mí, quiero llorar. Y me cubro la cara con las manos.

- Paulina, sé que no fue la mejor forma de que te enterarás, eso era lo importante que tenía que decirte y... Ni siquiera sé si me estás escuchando, te vi tan destrozada a noche que no sabía cómo ayudarnos. Te metiste hecha una magdalena al despacho, temía por nosotros.

Escucho sus palabras, nunca hubo un nosotros, debí de saberlo, en que planeta estaba para haber dicho que si al casarme con el, en que mundo vivía para no saber ni siquiera quién soy. Estoy perdida.

- Pero esto es un imprevisto y quiero que me perdones, por esto. - se detiene un momento

¿perdonar?

Me pongo de pie, para poder ir a por mi teléfono y salir por esa puerta. Me seco las lágrimas.

Cuento hasta tres mentalmente para abrirla, no quiero verlo.

1... 2... 3...

En cuanto abro la puerta, el está sentado a un lado de ella.

- Pau... - dice cuando me ve

Y camino lo más rápido que puedo lejos de el, quien intenta ponerse de pie lo más rápido.

- Paulina, por favor. - ¿Por qué me duele tanto? ¡Es que como me pudo pasar esto! - ¡Paulina De La Mora! - me toma del brazo y me voltea para que le vea.

- Que egoísta eres... Eres demasiado egoísta.- le empujó- sabías que me tenía que ir, que teníamos que separarnos, que teníamos que terminar ¡pero no! ¡Tenías que salir con esto!

LA CASA DE LAS FLORES: UNA HISTORIA PARTICULAR Donde viven las historias. Descúbrelo ahora