CAPÍTULO XVIII

1K 47 38
                                    

Mi brazo me duele, es por eso que he empezado a despertar con todo lo pesados que siento los párpados. El brazo está debajo de mi y trato de voltearme para poder ayudarme a ponerlo bien. Cuando me doy la vuelta no hay nadie a mi lado. El brazo me está matando y la cabeza me duele. Las cortinas están cerradas, por Dios, que hora son. Me levanto ligeramente y cojo el móvil que está en la mesa de noche. Son las cinco de la mañana, pero donde...

Paulina va saliendo del baño, arrastrando los pies somnolienta.

– ¿cariño?

– ay, Maria jose –se sobresalta y se pone una mano en el pecho también se acomoda el cabello revuelto detrás de la oreja. – ¿Te desperté?

– No, no... ¿Todo bien? – le cuestionó.

– si, solo fui al baño. Descansa. – ella se sube desde el fondo de la cama a mi y me abraza. Le tomo con los brazos su cuerpo delicado y cierro los ojos.

Hemos despertado a la hora para que pueda llevar a Bruno a la escuela. Va comiendo un sandwich que le hizo Paulina.

– ¿como te fue ayer con Rosita?

– Ammm, bien... Normal. – solo voltea la vista a la ventana.

– ¿enserio? – le sigo, queriendo hacer plática. Se que Bruno y yo no tenemos muy buena relación de vez en cuando.

– Si mamá, está todo bien. Si hubiera algo relevante ya lo hubiera comentado. – dice fastidiado.

– espero, puedas tener la confianza de contarme lo que sucede cuando llegue el momento, sabes que tú mamá y yo te vamos a apoyar. Lo tienes presente ¿No?

– si, mamá, si...

Decido parar la plática, por qué no quiero incomodarle.

Cuando lo dejo en el colegio, una vez a entrado decido ir a la dirección. Para ver qué tal va. Estacionó el coche, llevo mi celular y pasaporte. El seguridad me hace una serie de preguntas pero en cuanto ve mi identificación me deja pasar.

Me dirijo a la dirección del instituto y me detiene una señorita no muy alta de melena castaña rizada, prensada por una pinza.

– Hola, buenos días. – me sonríe. – ¿puedo ayudarle con algo?

– eh, buenos días. Estoy buscando a la orientadora. Quiero pedirle información sobre un estudiante. – le extiendo la mano. – Maria Jose Riquelme, un gusto.

– un gusto. Soy Aurora Salvatore. – me estrecha la mano. – yo soy la orientadora – sonríe – pero la información de cada estudiante es privada y solo la pueden obtener los padres.

– ah, claro entiendo. Soy madre de Bruno Riquelme de la mora. – le extiendo mi identificación.

– ah, Brunito... Ya, déjeme ver si la señora de la Mora lo tiene a usted cómo titular. Acompañeme. – la sigo hasta un cubículo que más bien parece enfermería y ella me ofrece asiento.

– Gracias. – volteo a ver a todos lados de la oficina, me da como escalofríos estar allí.

– bien, señor... Señora Riquelme... – suelta preocupada. Pero solo le sonrió sin mostrar los dientes – la señora de la Mora no lo tiene en la lista de personas que pueden preguntar por el... – me sorprendo al escuchar lo que dice.

– a ver vamos a ver, ¿no me tiene en esa lista? ... ¿Ni por Jose María?

– No señora... Eh...

– no está bien, lo verificaré en otro momento. – ella me extiende mi identificación y me pongo de pie. Cómo por qué no me tiene registrada, si algo le pasará a Bruno y ella no estuviera lo tendría que hacer yo y no me lo podrían dar por qué no estoy en una puñetera lista. Increíble. – con permiso. – le digo dirigiéndome a la salida.

LA CASA DE LAS FLORES: UNA HISTORIA PARTICULAR Donde viven las historias. Descúbrelo ahora