CAPITULO XLVI

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Estamos cada una al extremo del coche. Ella va revisando su móvil y yo el mío. Nadie ha dicho nada.

Aún no me creo que desperté a un lado de Paulina, no es totalmente mi Paulina. Cómo también ha dicho ella, hay mucho que pensar, tengo que poner en orden todo, pensar ahora en que me tengo que regresar a México y hablar con su familia; pensar en que le voy a decir a Bruno, no creo que sea tan difícil hablar con el, digo... Después de todo es su madre y nos hemos acostumbrado a muchas cosas. Aunque en esta ocasión sea la de una extraña que no le conoce. Por otro lado y ya poniendo los pies sobre la tierra me pongo a pensar en Ernesto, en todo lo que tenemos que hablar y solucionar para que cuando Paulina vaya allá podamos llevar la fiesta en paz. Aunque ese gusanito de no querer llevarle me sigue comiendo la vida. No quiero que sufra por los problemas que tenemos. No quiero que sea lo mismo de siempre, quiero darle una vida diferente donde pueda ser ella misma y dónde pueda estar sin preocupaciones ni líos de terceros. Todo es tan complicado.

Me volteo a verle, ese cabello ondulado que tiene cayendo por la cara. Ese saco amarillo que se le ve estupendo. Junto con esa blusa de tirantes negra y ni hablar del pantalón, que aunque le queda más grande se le ve divino.

– ¿Por qué me estás mirando? – me dice aún viendo su móvil. Me ha pillado.

– Bueno, nada... Lo hermosa que te vez, nada más – le sonrió ampliamente.

– Que mentirosa – ella entrecierra los ojos y hace una mueca divertida.

–  ¡es verdad! –  le digo riendo. –  te vez tan bien... Y yo te amo – a veces pienso que la sonrisa bobalicona no se va ir de mi cara, podría jurar que de tanto sonreír se me van a caer las mejillas.

– No lo creo. – se voltea enojada

– ¿Pero? –  le digo confundida – Pau, no vamos a discutir por si eres guapa o no, que obviamente ganaría yo. – me hago a un lado mi cabello.

– ahora resulta que voy a perder contra ti –se cruza de piernas ofendida. – bien. Preguntemosle a Gastón.

Ella sugiere eso y le volteo a ver de lo más cabreada. Joder, ¡ahora resulta que tenemos que meter en nuestra conversación al sujeto que se la come con la mirada!

Siento que se borra mi sonrisa y que me arde la sangre al cruzar por cada vena y arteria de mi cuerpo. Cantaste victoria muy antes Maria Jose.

– ¿tú qué opinas Gaston? – ella me mira triunfante.

Ganas de... Salir de aquí.

– Perdoneme señora, no le he escuchado. –  dice el más rojo que un tomate.

¡Dirije le la mirada en un paso en falso y te reviento la cara gilipollas de mierda!

Tranquila Maria Jose, tu no eres así. Si quiere jugar. Juguemos.

– a ver. Momento. – le dio alzando los brazos para interrumpir la aparente respuesta del tipo. – pero esto se tiene que hacer interesante.

Ella pasma la mirada.

¿Que sugieres? – ella como siempre y como de costumbre, jamás se dará por vencida.

Alzo una ceja mientras me muerdo el labio.

– ganaré Pau... Lo sabes. – me río sarcástica.

– te diré que quiero para mí premio, que estoy segura que ganaré. – se encoje de hombros. –quiero que me invites a cenar con tus amigos. Y después me lleves a México.

Mi rostro creo que cambia. La risita se desvanece, hasta siento palidecer. Carraspeo un poco la garganta.

– ok. Una cosa a la vez allí quieres dos cosillas, aunque yo primor te podría dar todo lo que quieras– le sonrió tiernamente, es verdad. Si ella me pidiera que por su coño me tirará de un balcón, lo haría. (podría ser literalmente.) Mataría por ella.

LA CASA DE LAS FLORES: UNA HISTORIA PARTICULAR Donde viven las historias. Descúbrelo ahora