CAPITULO XXXIII

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Solo en lo que abro los ojos me da una jaqueca. Menudo caso el de anoche. Estoy volteada de espaldas a la persona con la que compartí la cama una noche anterior y plasmó una sonrisa al estirarme desnuda por la cama. Ese debe de ser el sabor a desahogo.

–Buenos días – me dice Lucia volteandose a mi, aún con los ojos entreabiertos.

Solo le sonrió y me quedo viendo el techo.

– Buenos días. – me bajo de la cama recogiendo la bata que está tirada en el piso y me pongo de pie para ir al baño y darme una ducha rápida antes de salir al trabajo y todo lo que me tenga planeado el día.

Saliendo veo a Lucia estirándose en la orilla de la cama sentada, se ha colocado la bata que le di anoche.

– Si te quieres bañar está, la ducha de este lado – le señaló a mi lado izquierdo – y también tengo ropa para que te cambies, solo... Escoge.

Le digo siguiendo mi camino al cuarto del clóset. Empiezo a buscar la ropa que me pondré y ella entra posandose en la puerta. Mordiendo su dedo, una pose muy distintiva de ella.

– ¿Que? – le digo levantandome de dónde estaba agachada buscando ropa interior.

– Nada... ¿Quería saber si todo estaba bien?

– eh, pues si... ¿Para ti no? – la verdad es que para mí me sigue pareciendo incomodo, pero no creo que sea buena idea mostrarle ese tipo de inseguridad. – debemos de hablar de lo que pasó. Pero ahora no.

– De acuerdo. Me parece perfecto – saca un suspiro aliviada – uff – pone sus manos en su cadera y sale de  la habitación perdiendo la de vista.

Me quedo allí cambiándome hasta que ya estoy lista y puedo salir a maquillarme, una vez he terminado de maquillarme ella sale de la ducha. Restregando su cabello en la toalla.

– Quiero irme a casa – dice haciendo un puchero.

– Si quieres te llevo... – le digo pasando la secadora por mi cabello.

– Si, quiero ir por ropa interior. – ella ríe y yo la acompaño.

– que bárbara me saliste – le digo burlándome de ella.

Cómo he dicho, pasamos a su casa. También hemos pasado a una cafetería a comprar algo de desayunar y como diario vamos al trabajo.

– Pau, yo sé que tenéis muchos problemas Alejo y tu... Digo, la gilipolles que te ha dicho anoche y todo lo que pasó, no se. Me pone incómoda. – ella voltea a la ventana y se remueve en su asiento incómoda.

– mmm, por lo de alejo ni te preocupes; sinceramente  ya lo sabía y no me duele. Y con respecto a lo de anoche, a lo que paso... Fue... Una tontería – le digo no creyendo lo que estoy mencionando. – la costumbre tal vez de, sentirme así... Perdoname tu a mí por haberte inducido a esto.

– no o sea, perdoname tu a mí... Por no haber parado, solo... No quiero que esto afecte nuestra amistad. Si no que la fortalezca ¿No crees?

– totalmente, de mi parte, todo sigue normal y pues... No se – me encojo de hombros con una sonrisa incómoda – esto, no vuelve a pasar.

– De acuerdo. – dice fijando su vista al frente cuando le miro de reojo. Aunque hago lo que ella para poder conducir.

El trayecto es normal, platicamos de otras cosas, de la oficina, de como alejo cedió la empresa a mi nombre y ahora con nuestra separación parece que no le a afectado. Digo, tiene un emporio muy grande de importación por lo que una empresa como la mía no le hace diferencia.

LA CASA DE LAS FLORES: UNA HISTORIA PARTICULAR Donde viven las historias. Descúbrelo ahora