CAPITULO XV

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Cuando termino de hablar con María Jose tengo una sensación rara, aún no se que es lo que me sucede, solo se que no me gusta. O sea, Cada vez que la veo me siento aliviada, pero desde que me levanté el día de hoy no me siento bien. Gracias a Dios ella no se a dado cuenta y es mejor así. Unas veces estoy bien y otras no tanto como me gustaría admitir, tampoco quiero ser la damisela en apuros, porque ese jamás ha sido mi estilo, por el contrario. Siempre he sido una mujer totalmente independiente y debo reconocer que mi madre educó a una señorita que, para bien o para mal sabe guardar las apariencias.

– Paulina, ¿tienes un momento?

Entra a mi oficina Elena, como le dije a María Jose siempre hacen lo posible por no dejarme un momento de tranquilidad y privacidad.

–  si Elena, ¿que sucede? _ le digo en un tono cansado y más bien exasperado.

– ay bueno, hoy me quedo yo en el cabaret hasta tarde y quería saber si te puedes quedar conmigo.

– ¿por qué?

– no me siento cómoda sola supervisando el cabaret.

– ay Elena por Dios, supervisaste la florería muchas veces cuando mi mamá te la dejo por molestarme a mi. – digo con un tono cargado de ironía.

–  ay no Paulina ¿sabes que? Déjalo, contigo no se puede hablar.

Ella sale de mi oficina hecha una furia, me quedo perpleja ante lo que acaba de suceder. No pues aquí todo mundo está loco el día de hoy.

Salgo con unas hojas al mostrador del cabaret para supervisar, está Julián con Elena conversando y anotando cosas.

Tengo una mano adentro de la bolsa del pantalón y me acerco para hablar con Elena, por qué ya me dejó con la intriga. Asiento los documentos en la mesita donde están conversando, ellos guardaron silencio antes de que me acercase.

–¿que sucede? ¿Me van a seguir ocultando cosas?

– a ver Paulina no te estamos escondiendo nada. Ya te dije, no me siento cómoda supervisando sola las veces que me toca el cabaret.

– ¿pero por qué? – le insisto – no es tan difícil solo tienes que ver la caja a lo último y ver qué todos hagan su trabajo. Eso es todo – me encojo de hombros.

– para ti es muy fácil por qué aquí todo el mundo sabe que tú eres la patrona. Aquí, ni Julián ni yo somos como tú. Por qué mi papá te dejo este lugar a ti. Cómo la florería si no hubiera sido por que tuvo que venderla a la chiquis sería tuya.

– a ver Elena ya parale, tu sabes muy bien por qué mi papá me dejo este lugar. Los dos lo saben. –les apunto con el dedo – Nunca dejaron de vivir como el par de huevones que son. Nada más por qué les estoy chingue y jode que me ayuden en esto, si no ya hubieran dejado a mi suerte este lugar.– les miro a los dos muy enojada – No me vengan a echar la culpa de lo que ustedes piensan. –  me doy la vuelta y jalo un banquito para sentarme en esa mesa. –  quieres respeto, los voy a anunciar como los patrones que dicen que quieren ser, pero van a tener que hacer las cosas bien, por qué no se les olvide, que yo estoy cargo hasta de ustedes.

Hago una pausa para verlos

– ¡Paulina no! –  dice Julián desesperado.

– ¡juntense todos! Porfavor. – me pongo de pie y me voy hacia las escaleras para que de la junta de este par que quien sabe que les pasa. Elena y Julián vienen de tras de mi tratando de detenerme. – querían su lugar, bueno. –  les digo muy enojada

Cuando empiezo a ver qué se juntan también empiezo a hablar. Están las imitadoras, los barristas, las Scort y creo que las drag no se cómo se dicen.

LA CASA DE LAS FLORES: UNA HISTORIA PARTICULAR Donde viven las historias. Descúbrelo ahora