CAPITULO XXVIII

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Esta cayendo la lluvia, las pequeñas gotas que topan en la ventana haciendo ruido me lo confirman. Voy abriendo lentamente los ojos, la mesa de noche me alumbra y me levanto un poco para sentarme. No recuerdo haberme dormido, ni haber estado en casa para ello. Aunque tengo una pijama.

Espero todo haya sido un mal sueño, que haya sido una pesadilla.

– Paulina... – digo en un hilo de voz.

Me levanto de la cama descalza y voy corriendo a la sala, buscando por todas partes, eso tuvo que ser un sueño y ella aparecerá por allí, en la cocina o en el baño no se, en algún lado.

– ¿Paulina? – digo tratando de llamarle. – ¿Dónde estás?

Elena sale de la cocina, tiene un bowl en la mano y una espátula en la otra.

– Elena, ¿Que haces aquí?

– cocino un poco para Bruno, Catalina ha salido.

– mamá ¿estás bien? – me dice Bruno asomándose atrás de ella.

– no, no estoy bien... – mis ojos se llenan de lágrimas, muchas lágrimas estancadas, me tocó el pecho tratando de tranquilizarme.

– Bruno, sostén esto. – dice Elena viniendo a mi. Me abraza muy fuerte, muy muy fuerte.

– yo... Creí que ella estaba aquí – me separó de ella y apunto a la sala. – creí que esto no había pasado. – sollozo cubriendo mi cara con una mano. Me he hecho ilusiones, por qué todo esto pareció tan irreal.

– Te desmayaste en el cabaret y te hemos traido aquí después de confirmar que estás bien...

– ¿cuánto tiempo ha pasado?

– dos días... Estuviste sedada y todas las horas de sueño ayudaron.

– ¿Que? ¿Sabes lo que son dos días?

– Maria Jose, ¡ya! – me grita Elena, volteo a ver a Bruno que está parado viendo la situación.

– ¿No habéis hecho nada en estos días verdad?

– si, Diego se está encargando.

– Dios – suspiro – me cago en mi puta madre. – volteo a ver el ventanal, junto con toda la lluvia que cae.

– ¿A donde fue Catalina?

– Fue a hacer unas diligencias a tu oficina, regresara en la tarde, solo te está ayudando con los pendientes más importantes junto con, un tal Rafael... Tenemos todo bien Maria Jose.

– es que no lo entiendes, he estado aquí dos días, DOS PUTOS DIAS... Sin hacer ni una mierda.

– ven siéntate, vamos a conversar.

– yo termino tía. – le dice Bruno. Regresando a la cocina.

Nos dirigimos a sentarnos, ella aún lado mío. Me mira muy fijo, pero lo único que puedo ofrecerle es ausencia.

– Maria Jose, todo está sosteniéndose bien... No puedes estar así, ni siquiera has comido bien. No has comido nada, nada.

– y eso que importa...

– que por eso te desmayaste. El médico dijo que tienes que dormir y tienes que comer. Tanto estrés te está comiendo.

– tengo estrés por qué no encuentro a Paulina de bajo de ninguna puñetera piedra, tengo estrés por qué no puedo solucionarlo. – lloro un poco más.

– lo se y nosotros también, estamos tan asustados como tú, cuidandonos las espaldas, pero si quieres ayudar tienes que estar bien, tienes que poner de tu parte y créeme que en el estado en el que estás no puedes hacerlo.

LA CASA DE LAS FLORES: UNA HISTORIA PARTICULAR Donde viven las historias. Descúbrelo ahora