Capítulo 31

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Capítulo 31

De nuevo las 9 de la mañana. Otro día rutinario de trabajo en el que me encontraba en la biblioteca atendiendo el mostrador con Jessica, cuando Mary, nuestra jefa, se acercó junto con un hombre alto, moreno de media melena y bastante atractivo.

-Chicas, os presento a Chris. Será el nuevo encargado mientras esté de baja. –Habló la rubia mientras se palpaba el vientre, con ilusión.

Las dos observamos al hombre con atención mientras nos presentábamos estrechándonos la mano. Él nos imitó con una amable sonrisa.

Después de mantener una cortés y breve conversación, ambos volvieron al tour por el lugar para seguir enseñándole sus futuros quehaceres al moreno.

-Vaya, es bastante guapo. Siempre he querido tener un jefe así, es una vieja fantasía. –Comentó la joven, observando al hombre con descaro.

-Está bien, sí, pero deberías relajarte, Jess; o si no saldrá corriendo antes de tiempo. –Respondí ausente.

-Tranquila, además ahora tengo novio, sabré controlarme ¿Te ocurre algo? Te noto rara, como pensativa.

-Bueno... estoy pensando en Carlisle y nuestra relación. Hace unos días tuvimos un problema, me fui de casa; fue horrible. -Agregué sin dar detalles, agradeciendo que ella no indagara más.

-Pero, ¿ya esta arreglado?

-Sí, sólo que lo echo de menos aún teniéndole, no sé como demostrarle todo lo que le quiero. Al estar separada de él me he dado cuenta de que es mi vida, Jess, y no parece que se lo muestre. Es todo muy monótono y, no sé, formal.

-Entiendo perfectamente lo que te ocurre. A mí me pasaba hasta que empecé a hacer lo que sentía cuando quería, en vez de pensarlo todo tanto. Por ejemplo en el tema del sexo ¿Cómo va la cosa?

-No solemos lanzarnos porque nos dé la vena, en plan lujuria y desenfreno, ya sabes. –Vacilé mientras trataba de buscar las palabras correctas, cuando la joven me cortó firmemente.

-¡Ahí está el problema! Dejad de pensar las cosas y actuad ¿No te apetece acercarte y, simplemente porque te apetece, dejarte llevar por... ¿la lujuria y el desenfreno?

-Sí. –Afirmé tras un leve suspiro, con algo de vergüenza.

-Pues ya está, ¡hazlo! Seguro que le encanta y dejaréis la formalidad. Quita el freno, Nadine.

Las palabras de la mujer me dejaron pensativa mientras ella atendía a un nuevo cliente ante el mostrador.

Jessica tenía razón, pues los sentimientos no pueden ser controlados ni reprimidos. La vida necesita emoción, y yo no se la había dado ni por asomo, así que quizás ya iba siendo hora.

Tras terminar el turno, y después de comer junto a la castaña, me despedí de esta poniendo rumbo a la gran casa blanca, pensando en el trayecto en las palabras de Jess. Quita el freno, Nadine. Tenía razón, ¿cómo podía ser tan aburrida? Que lo fuera él tenía un pase, era del siglo 17, pero que una mujer de la época contemporáneo fuera igual, tenía delito.

A la hora ya me hallaba entrando por la gran puerta de madera de la casa. Una vez dentro, sólo pude sentir el inmenso silencio y la paz del lugar completamente vacío, y poco iluminado debido al día nublado.

Dejé el bolso en la gran mesa de roble del salón y subí las escaleras, dirección al cuarto, cuando escuché el sonido de papeles revolotear de aquí para allá en una de las habitaciones. Al acercarme al foco, observé que el ruido provenía del despacho del rubio, donde este se encontraba trabajando con una pila de papeles.

Una nueva esperanzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora