Capítulo 48

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Capítulo 48

Llevaba casi cuatro meses de embarazo, y apenas podía moverme. Todos mis movimientos eran realizados por alguien ajeno. Tenían que transportarme a todas partes, e incluso no podía ni tumbarme de lado en la cama.

Por otro lado, las vías para las transfusiones me estaban haciendo añicos los brazos, y ya apenas podía soportar el dolor.

Una tarde en la que nos hallábamos en casa todos, incluido Eric, quien estaba muy atento al embarazo, Dios sabe por qué, empezamos a tener problemas serios con las transfusiones.

Carlisle se disponía a pincharme para tomar la vía, cuando al introducir la aguja en la piel, comenzó a sangrar frenéticamente.

-¿Qué ha pasado? –Pregunté asustada, contemplando manar la sangre.

-La vena se ha roto. Supongo que por todo lo que está sufriendo. –Dijo mientras se levantaba y cogía unas vendas de una mesilla cercana

-Me duelen mucho los brazos, ¿no hay otra posibilidad para que el niño obtenga más sangre que pincharme?

-No lo sé. Podemos probar algo pero... no es muy agradable. –Lo miré esperando que continuara, mientras presionaba mi herida sin mirarme. –El niño se alimenta de ella, así que supongo que si te la bebes, a través del cordón umbilical podrá absorberla igualmente.

Durante unos segundos se hizo el silencio mientras pensaba en la posibilidad. Era algo asqueroso, pero lo prefería antes de que no me quedara una sola vena sana en los brazos.

-Probémoslo, no puedo soportar más pinchazos.

-Lo sé. El otro brazo también está muy amoratado y podría ocurrir lo mismo en cualquier momento. ¿Estás segura de esto?

-No hay otra opción.

-Está bien. Te la traeré en una copa. Sigue apretando la herida. –Se despidió con un fugaz beso, acompañado de una sonrisa, para después aparecer Eric en la sala. Se acercó colocándose junto a la ventana.

-Cualquiera que te viese pensaría que eres una drogadicta. ¿Cómo lo llevas?

-Mal. Se ha agotado el filón de los pinchazos, ahora toca usar la imaginación, y es algo repulsivo.

-No te preocupes, al principio te será asqueroso, pero apuesto que el ansia del niño hará que te encante. Sentirás lo excitante del sabor de la sangre.

-La verdad es que lo dudo mucho. –Respondí convencida, tratando de no mirar la sangre para no marearme, cambiando de tema mientras contemplaba al vikingo observar por la ventana. –¿Oye, no te resulta difícil estar aquí mientras me chorrea la sangre por el brazo?

-Sí. Pero tengo la obligación de contenerme; soy el rey de los vampiros, y he de dar ejemplo. –Comenzó a andar hacia mí hasta posicionarse lo más cerca posible, mirándome fijamente a los ojos. Me recorrió un escalofrío al observar tan de cerca sus fríos ojos azules. Pronto continuó hablando, esta vez, en un tono sensual. -No estaría bien que ahora mismo te chupase hasta la última gota de sangre en la casa de mi propio creado, y luego me fuera como si no hubiera pasado nada.

Inspiró capturando el olor de mi sangre mientras cerraba los ojos, y gemía en un susurro, dando a entender cuánto le gustaba aquello. Gracias al cielo, en ese momento llegó Carlisle con una gran copa llena del líquido viscoso.

-Trata de beberla rápidamente, así no lo saborearas tanto. –Añadió mientras depositaba con cuidado la gran copa en mis manos.

La observé con asco unos instantes, fijándome en el movimiento del contenido escarlata que golpeaba contra las paredes cristalinas, dibujando surcos rojizos en el cristal. Sin darle más vueltas me acerqué el borde en la boca, y mientras cerraba los ojos con fuerza comencé a beber.

El inconfundible sabor de la sangre hizo que sintiera una enorme arcada al comienzo, pero a medida que bebía, sentía unas irresistibles ganas de continuar y no parar de ingerir aquel líquido que parecía el néctar de los dioses. Me sorprendí al ver que Eric tenía razón.

Observé a los presentes en la sala, los cuales miraban embelesados la escena con caras de deseo. Sobra decir que Eric era extremadamente descarado, y su rostro era la viva estampa de la lujuria. Me cruzó de forma fugaz un irrefrenable deseo de besarle; maldito el día en que bebí su poderosa y antigua sangre.

Al terminar el contenido de la copa la alejé de mi cara con lentitud, observando atónita que la había vaciado completamente. Dios, había bebido un litro de sangre como si se tratará de agua, y lo más inquietante, había sido realmente placentero. Me asusté sólo de pensarlo.

-Dios mío, me ha encantado bebérmelo. Tenías razón. –Dije con incredulidad, buscando los ojos del vikingo.

-Si funciona será fantástico entonces. –Contestó sin mucho entusiasmo, para después suspirar rápidamente y volver la vista hacia nosotros dos. –Tengo que irme al bar, los negocios me esperan. Volveremos a vernos. -Dijo mientras me miraba con su típica sonrisa pícara –Carlisle-. Se despidió del rubio acto seguido, cambiando su semblante, para después desaparecer.

-¿Entonces te encuentras bien? -Rompió el silencio mi marido cuando estuvimos solos, sacándome de mi perceptible sensación de sorpresa.

-Sí. Dentro de lo que cabe, claro. Pero estoy bien, cariño.

-Menos mal, creía que ibas a morir de inanición. ¿Quieres que te lleve al cuarto para intentar dormir?

-Está bien. Pero sólo si tú te quedas conmigo. –Dije sonriéndole, para después besar sus labios con ímpetu cuando estuvo a mi lado.

El vampiro me tomó en brazos con sumo cuidado, llevándome hasta la habitación, donde me depositó con rapidez y suavidad sobre la cama. Después se sentó junto a mí, hablando tras un breve silencio.

-¿Tienes miedo por todo lo que está pasando?

-Pues, ¿sabes? tengo menos del que pensaba que tendría. Al principio fue aterrador por la sorpresa, nunca me lo había planteado, pero ahora sólo temo que le pueda pasar algo. –Dije, llevándome la mano al enorme vientre.

-Yo tengo más miedo que tú, y por todo.

-Creí que nunca oiría eso. –Me sinceré, riendo levemente, haciendo que él me devolvía una bonita y tierna sonrisa.

De repente, un gran golpe del bebé me hizo emitir un grito ahogado, a la par que me sujetaba la abultada tripa, intentando soportar el terrible dolor. Carlisle cambió el semblante rápidamente, haciéndome preguntas sobre qué me ocurría.

Lo único que pude gemir fue que me dolía muchísimo el vientre, ya que parecía que el bebé se había movido, y era tan grande que apenas tenía espacio.

-Posiblemente te haya roto una costilla. Voy a preparar la sala para hacerte una radiografía. ¡Rosalie, Alice! –El hombre alzó la voz en demasía, llamando a las mujeres, las cuales aparecieron al segundo con cara de preocupación, sobre todo la rubia, quien entró primero en la habitación. –Quedaos con ella, tengo que preparar la sala.

-¿Qué ha pasado? –Preguntó la pequeña vampiresa, mirándome con angustia

-Posiblemente le haya roto una costilla. Enseguida vuelvo a por ti. –Dijo Carlisle con demasiada seriedad, mientras acariciaba mi rostro de forma fugaz, saliendo después vertiginosamente de la habitación.

Los pocos segundos que tardó fueron eternos debido al intenso dolor que sentía, el cual se intensificó al moverme para llevarme al improvisado quirófano que el vampiro había preparado en casa para el día del parto.

Después de unos minutos, Carlisle confirmó sus sospechas. Tenía una costilla rota y otra tocada, lo cual me llevaría a moverme aún menos de lo que ya lo hacía, y a tomar pastillas que mitigaran el dolor durante una semana. Y sería horrible, llegaba lo peor de todo el proceso.

Una nueva esperanzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora