Capítulo 69

135 9 0
                                    

Capítulo 69

Dos días. Tan sólo habían transcurrido dos días después de todo aquello, y nadie era capaz aún de asimilarlo.

Nos encontrábamos de nuevo en Forks, ante un encapotado cielo que amenazaba lluvia. Reunidos todos en el amplio jardín trasero de la casa, rodeábamos una pequeña y bonita lápida de mármol blanco donde podía leerse el nombre de Alice Cullen, y la fecha de su nacimiento real y muerte.

Alcé los ojos de la lápida y contemplé con tristeza los rostros serios y totalmente lúgubres de los presentes, compungidos, llorosos si pudieran. Noté como Albert agarraba con más fuerza mi mano izquierda, dejando caer su cabeza sobre la cadera de su padre, a la par que las lágrimas rodaran por su pálido y hermoso rostro. Respondí a su apretón mirándole con una pequeña y lóbrega sonrisa, para después, centrar mi atención en Jasper. Frente a todos nosotros, el de cabellos cobrizos comenzó a hablar con dificultad y lentitud.

-Es paradójico que aún pensemos que esto no es real, que ella se ha ido de verdad para no volver a entrar por esa puerta con aquella deslumbrante sonrisa que alegraba a cualquiera. Es paradójico porque, nosotros, por nuestra condición de vampiros somos los seres que más de cerca conocen la muerte; vivimos en ella. Estamos condenados a ir de la mano eternamente, y por eso Alice siempre era feliz, porque sabía que vivir anclado a las cosas malas no es vivir. Si no se disfruta de la vida, es mejor no vivirla, siempre me lo decía. Es por eso, por ella, que intentaré seguir adelante a pesar del dolor, como debemos hacer todos, porque si estuviera aquí y hubiese sido otro el que hoy ocupara su lugar, eso es lo que nos diría con una pequeña sonrisa. Hasta siempre, cariño... tal vez algún día volvamos a reunirnos. –Se despidió  con una pequeña sonrisa a media hasta mientras cogía unas flores que crecían cerca, y las depositaba sobre la tierra frente a la lapida, para después, volver hacia atrás.

Carlisle apoyó una mano en su hombro mientras le susurraba algo que no logré escuchar. Entonces se adelantó hasta ocupar el lugar del chico.

-Seguro que recordáis cuando ella y Jasper llegaron hasta nosotros en los 50. Desde el primer momento en que la vi, supe que sería el apoyo de todos en cualquier situación. Siempre fue sumamente generosa con todo el mundo, derrochaba amor y alegría, algo que nunca está de más. Recuerdo todas las veces que me ha animado después de perder un paciente, las noches que pasaba junto a Edward cuando se encontraba deprimido, su risa llenando nuestra casa... Tenemos suerte de haberla tenido durante tanto tiempo, de poder llamarla hermana y recordar por siempre todos esos momentos. Sé perfectamente que no querría que nos culpásemos los unos a los otros, ni a nosotros mismo. Sé que estaría satisfecha de haber luchado hasta el final por salvar a Albert, y que volvería a hacerlo de nuevo. Sé también que nos diría que levantásemos el ánimo, porque por fin la lucha ha terminado y podremos vivir tranquilos. Ella nunca se irá de nuestro lado, hijos. Su alma siempre estará entre estos muros, y cuando sople el viento, lo llenará todo de su esencia. Mary Alice Brandon Cullen, nadie que llegara a conocerte podrá olvidarte, ni dejarte de querer jamás. Descansa en paz, hija.

Tras aquellas emotivas palabras, Carlisle se arrodilló ante la tumba posando una de sus manos sobre la lápida para después de sonreír levemente, levantarse y volver junto con Albert, a quien abrazó con intensidad mientras el resto seguíamos contemplando el blanco perfecto de la piedra.

La lluvia comenzó a caer con ganas, pero nadie se movió hasta minutos después, cuando Carlisle nos aconsejó meternos dentro. Todos obedecimos en silencio absoluto, entrando en el amplio salón.

Me quedé pegada al cristal observando la tumba del jardín mojarse sin poder apartar la vista de ella. Sólo al notar una mano helada sobre mi espalda me di la vuelta, confusa.

-¿Cómo llevas el cuello? Deja que lo mire. –Dijo Carlisle, pasando a deshacerse con cuidado del pañuelo negro que lo rodeaba, dejando a la vista un terrible y enorme moratón negro. -¿Aún te duele mucho?

-No, ya no me molesta al tragar ni al hablar, sólo si lo muevo, ya sabes... está todo bien, tranquilo. ¿Y Albert? –Pregunté mientras cogía el pañuelo que me tendía, y lo dejaba colgar de mi mano, mirando a mi alrededor.

-Se ha ido con Emmett, Edward y Jasper; van a cazar. Les distraerá durante varias horas, no pasará nada.

-¿Cómo estás, Carlisle? –Escudriñé sus ojos con miedo, pensando que quizás estuviera haciéndose el fuerte durante todo este tiempo y podría volver a derrumbarse.

-Resignándome, es difícil luchar contra la pena, pero todo está estable.

-Me alegra oír eso, cariño. –Respondí con alivio, mientras me abrazaba a él con fuerza.

-Nadine, ¿puedo hablar contigo?

La voz seria de Rosalie hizo que ambos nos separáramos rápidamente mientras la observábamos con intriga. Miré a Carlisle y respondí de forma dubitativa, alejándome del hombre. Ambas subimos escaleras arriba, hasta llegar a la cocina. La rubia cerró la puerta tras de sí.

-Sólo quería disculparme por eso –dijo señalando mi cuello ennegrecido-; no fue justo, estaba enfadada y lo pagué contigo.

-Tranquila, está olvidado. Entiendo como te sientes, y sé que es inevitable que pienses que todo esto es culpa mía. Si no hubiera conocido a Carlisle, ella seguiría aquí.

-Eso es una estupidez. Si eso no hubiera ocurrido, Albert tampoco estaría aquí, y él es lo mejor que nos ha pasado a todos en mucho tiempo.

-Sí, estoy de acuerdo. –Dije sonriendo, pasando a limpiar una lágrima que resbalaba por mi cara.

-Eso es todo. Siento que te tengas que ir a todas partes con ese pañuelo al cuello, espero que nadie lo vea, o pensarán que Carlisle te lo ha hecho, y eso sería horrible.

-Oh, no, tranquila. Además, cualquiera que conozca a Carlisle sabría que es imposible. Creerían antes la versión real.

La rubia me imitó y sonrió de forma tirante, riendo levemente, para después salir de la sala sin decir nada más. Había conseguido que en aquel día me sintiera un poco mejor.

¡Muchas gracias por leer! 

Una nueva esperanzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora