Capítulo 71

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Capítulo 71

Carlisle paró el Mercedes junto a la acera de enfrente del pequeño colegio al cual estaba apunto de entrar Albert por primera vez. En cuanto el vehículo se detuvo los tres salimos del coche, Albert el último, visiblemente afectado por la idea de tener que quedarse allí. Observé su pequeño rostro, mustio y serio, observando a los niños correr, llorar y quejarse mientras se introducían en el patio y edificios.

-Cielo, antes de nada tenemos que recordarte algo. Sabemos que lo sabes, pero es muy importante. –Dije a la vez que me agachaba junto a él y le colocaba bien la camiseta, mirándolo para captar su atención. –Nadie debe saber bajo ningún concepto lo que son papá y los tíos, ni lo que eres tú; por el bien de todos.

-Lo sé, no soy estúpido.

-Lo sabemos, cariño. –Respondí rápidamente mientras me incorporaba y miraba instantáneamente a Carlisle.

-Va a ser duro, pero bloquea los pensamientos del resto de gente, no dejes que penetren en tu mente, ¿de acuerdo?

-Sí, papá, nada de leer mentes y esas cosas.

-Bien. Vendré a recogerte yo, a las dos te esperaré en la entrada, ¿de acuerdo? –Agregó el rubio, pasando a  atusar el pelo del niño con una bonita sonrisa.

Albert asintió y comenzó a andar sin mucho ánimo hacia el recinto sin despedirse, mientras nosotros le mirábamos.

-Suerte, cielo. –Lo animé observando su triste andar. Sentí como Carlisle me abrazaba por los hombros.

-Estará bien, tranquila. –Me susurró al oído, para después besarnos fugazmente y meternos en el coche.


A cámara lenta pareció pasarse aquel día. En el trabajo sólo podía pensar en cómo le habría ido a Albert, ya que sabía que no era nada fácil para él aquello, y que además era completamente nueva la experiencia de relacionarse con otros niños. Hubiese sido mejor haber comenzado antes, todos lo sabíamos. Pero como no, las malditas circunstancias lo estropearon todo.

Aquella tarde regresé antes de lo previsto, con lo que a las 8 ya estaba cruzando el umbral de la puerta de casa.

Dejé el bolso en un perchero cercano y me adentré en el salón con una sonrisa, pero esta mueca se disolvió al contemplar a mi hijo sentado en uno de los sillones con unos rasguños en la cara, y a Carlisle de pie frente a él, serio.

Ambos me miraron al entrar, mientras me quedaba parada frente a ellos.

-¿Qué ha pasado? –Pregunté, desviando la mirada de Carlisle al niño, quien observaba el suelo con una mueca de indiferencia y enfado.

-Albert se ha peleado con uno de sus compañeros, pero aún no me ha contado por qué. –Respondió Carlisle mirándome, para después, volver la vista al chico.

-Albert, ¿por qué? cuéntanos ahora mismo qué ha sucedido. –Exigí con tono frío mientras me posicionaba al lado de mi marido, y le miraba seriamente.

-Ese niño es un idiota, se ha metido conmigo.

-¿Quién, qué ha dicho?

-Paul Banderhar. No hacía más que burlarse de mí con otros, y pensaba cosas de mí todo el tiempo. Cuando me ha empezado a llamar cosas con otros, le he pegado.

-Hijo, ese es el camino fácil, haciendo eso te conviertes en lo mismo que él.

-¿Se supone que debo dejar entonces que me insulte siempre? –Respondió el niño con mal tono mientras miraba a su padre a ceño fruncido.

-Oye, no uses es tono con tu padre. Él tiene razón, ¿sabes? -respondí con severidad-. No puedes pegarte con la gente porque sean imbéciles. En la vida hay que saber aguantar, porque te encontrarás con muchos.

-Pues no pienso aguantar como tú hiciste con tu novio antes de conocer a papá. Eso no soluciona nada.

Inmediatamente sentí como sus palabras me golpearon el orgullo fuertemente. Recordé todo lo que había pasado a raíz de aquello, y no pude evitar sentir ganas de llorar. Jamás hubiera querido que él se enterase de aquella oscura etapa, y menos leyendo mi mente.

-Pídele perdón inmediatamente a tu madre, Albert. –Intervino Carlisle extremadamente serio, mirando fijamente al rubio, quien cambió su expresión de enfado e indignación por culpabilidad, y algo de temor al comprobar el enfado de su padre.

Mientras el niño murmuraba su disculpa avergonzado, aún seguía conmovida por sus palabras, incapaz de escuchar lo que me decía. Totalmente destrozada me giré y corrí escaleras arriba sin poder contener las lágrimas de impotencia, que silenciosas, recorrían mis mejillas.

Cerré la puerta de la habitación y me senté en la cama con la respiración agitada debido al llanto y a la carrera, rompiendo a llorar mientras sentía todo el odio que guardaba hacia mi pasado, hacia la maldita suerte que hizo que Ray alguna vez se cruzara en mi vida, y que aún estando fuera de ella totalmente, me siguiera acechando la enorme sombra de su persona, sabiendo que jamás podría librarme de ella.

En aquel momento la puerta se abrió delicadamente y Carlisle se sentó a mi lado, preguntándome si estaba bien. Tardé un rato en contestarle, ya que traté de controlar mi voz, sin mucho éxito.

-No, Carlisle. Él tiene razón. Siempre me escondí de mis problemas y al final mira lo que sucedió. No puedes dejar que nadie se crea superior a ti. Menos mal que nuestro hijo es como tú, y no un cobarde.

-Oye, eso no es cierto. Tú hiciste frente a todo y conseguirte vencer aquello, para eso hay que ser muy valiente, Nadine.

-Dios, Carlisle... ¿y si sabe lo de la violación? –Pregunté con temor mientras me giraba y observaba sus ojos color topacio.

-No, cariño, no lo sabe. Me ha contado por qué lo ha dicho. Está profundamente arrepentido; sólo estaba enfadado.

-Tengo miedo, ¿sabes? –Confesé mientras acariciaba sus manos, que se hallaban posadas sobre mis piernas.

-¿A qué?

-A no ser buena madre. Muchas veces no sé cómo actuar con él, o qué hacer para que no lea mis pensamientos y se desanime. Tú eso lo haces mucho mejor, siempre sabes que palabras usar para animarlo.

-¿Acaso olvidas todo lo que has hecho por él, Nadine? No conozco a nadie que sea mejor madre que tú. Arriesgaste tu vida para traerlo al mundo, estabas dispuesta a convertirte en un monstruo por él. Te fuiste sola a enfrentarte contra los Vulturi sabiendo que te matarían; le has dado puntos de sutura, catastróficos -dijo sonriendo ampliamente mientras acariciaba mi rostro-, y has corrido ignorando tus heridas para poder salvarle la vida. No vuelvas a pensar que podrías no ser buena madre.

Acto seguido, me abracé al rubio fuertemente mientras susurraba la falta que ambos me hacían.

A la vez que Carlisle respondía con ternura, sentí como la puerta se abría y Albert con arrepentimiento musitaba un perdona, mamá.

¡Gracias por leer!

Una nueva esperanzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora