Capítulo 53

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Capítulo 53

-Hola, Nadine. Veo que te alegras de verme. –Habló Eric con una sonrisa, contemplando mi rostro desganado mientras terminaba de bajar la escalera, y me acercaba a Carlisle.

-Puedes imaginarte cuánto. Vayamos al grano, por favor.

El vampiro me observó fijamente durante unos segundos, y después habló mirando a Carlisle.

-Como supongo que ya sabes, Nadine tiene poderes, tu hijo se los ha trasferido al nacer. He visto eso antes, y puede controlarse para evitar que pierda el conocimiento y sea capaz de tenerlas cuando quiera. Pero para ello tendrás que hacerme caso.

-Estoy dispuesta a hacerlo siempre y cuando te comportes, Eric.

-Tranquila, no habrá problema. Ni que no me conocieras.

De pronto el llanto de Albert hizo que nos distrajéramos de la conversación, haciéndonos mirar instintivamente escaleras arriba. Me dispuse a salir del lugar cuando Carlisle me paró y dijo que él se ocupaba, abandonando el lugar. Eric y yo nos quedamos solos.

-Oye, la visión fue sobre el colgante, vi tu tribu; te vi a ti. ¿Cuándo fue eso?

-Hace milenios. Vivíamos en lo que hoy día es Suecia, en la parte norte.

-Nunca me has hablado de tu vida de humano, ni de tu conversión.

-Bueno, nunca me has preguntado.

-Lo hago ahora. ¿Cómo era antes tu vida?

-Más tranquila, la verdad. Era el hijo del jefe de nuestra tribu, y a los 19 tomé el mando cuando mi padre murió en la guerra. Dos años después ya estaba casado y tenía dos hijos.

-¿Tú tuviste hijos? –Pregunté, totalmente sorprendida, observándolo con sumo interés.

-Sí, Janred y Enrivia. Mi esposa esperaba un tercero, pero murió en el parto y el niño no sobrevivió ni dos días. Después de aquello me sentí triste y hui del poblado una noche tremendamente borracho, entonces un vampiro apareció encontrándome tirado en la nieve. Se alimentó de mí, dejándome vivir para que le hiciera compañía.

-¿Cómo se llama, sigue vivo?

-Era Henrra su nombre, pero lo mataron en el siglo XV.

-¿Oye, nunca te has cansado de esta vida? ¿nunca has pensado morir de verdad? –Pregunté tras un silencio, con lentitud, mientras escudriñaba su rostro pálido y sereno meditar con la mirada perdida. Después volvió a fijar sus intensos ojos en los míos para responder.

-Sí, como todos me atrevería a decir, pero al final siempre encuentras algo con lo que mantenerte entretenido. Pero no hablemos más de mí, tenemos mucho que hacer. Lo primero que tienes que conseguir es concentrarte cuando tengas una visión, hacer que ella no te controle a ti, o si no seguirás perdiendo el conocimiento.

-Vale, pero no sé cómo hacerlo.

-Lucha, Nadine.

Eric paró de hablar y sacó su móvil al este comenzar a sonar en aquel instante, descolgando con suma tranquilidad. Respondió con un par de monosílabos y se despidió poco tiempo después. Siempre era muy serio hablando por teléfono.

-Hay algunos problemas que tengo que resolver, pero podríamos vernos esta noche y comenzar con el trabajo.

-Vale, pero lo haremos aquí, y Carlisle estará delante.

-Cómo desees. Hasta luego, despídeme de Carlisle. –Dijo con una pequeña sonrisa antes de dirigirse a la salida.

-¿Dónde está Eric? –Preguntó Carlisle, bajando por las escaleras muy poco tiempo después.

-Tenía que irse; volverá está noche y empezaremos, aunque no sé cómo quiere que consiga lograrlo con las explicaciones tan abstractas que me da.

-Tranquila, lo lograrás. Date tiempo.

Me abracé tras un suspiro a su duro cuerpo y hundí la cara en su pecho, con cansancio, para después de unos minutos mirarle directamente a los ojos.

-Eric me ha contado como lo convirtieron, y me ha estado hablando de su vida como humano. ¿Sabías que había tenido hijos?

-Sí, estuve junto a él varios años antes de irme a Volterra.

-Cuando me contó todo aquello, era diferente a como suele ser, parecía... conmovido. Nunca había visto eso en él.

-Tantos años en el mundo sin nadie a quién amar es difícil. Hasta Eric tiene sus momentos de melancolía. Esta vida no es un regalo.

Reflexioné sobre aquellas palabras que tantas veces había oído de su boca, pero está vez, sentí una angustia latente ante aquel comentario. No pude evitar pensar en Albert.

-Carlisle, ¿crees que Albert envejecerá y... morirá? –Pregunté con algo de miedo.

-No lo sé. Nadie lo sabe, ni quiera Eric. Ningún niño híbrido ha vivido tanto para saberlo.

No supe qué contestar, sólo me limité a observar el rostro serio de Carlisle, mientras mi mente divagaba por todas las posibilidades que había en torno a las vida de nuestro hijo. Demasiadas preguntas para tan pocas respuesta.


Al llegar la noche, Eric se presentó como había prometido en nuestra casa, y para mi sorpresa, llevaba lo que parecía una fusta en la mano derecha.

-¿Por qué traes eso? –Pregunté, mirándole con ceño, sin entender muy bien.

-Esto tiene mucho que contar, y por ello, te provocará una visión casi seguro. Recuerda lo que te he dicho, intenta luchar contra la ceguera. Intenta no perder el conocimiento.

-Lo intentaré, no sé cómo, pero lo intentaré. –Dije con desgana mientras alargaba la mano, y él me pasaba la fusta con una sonrisa pícara que me dio miedo. Lo que aquello podía esconder, de seguro, no era bueno.

Con tan sólo rozarla todo se volvió negro, y haciendo caso a Eric traté de resistirme a ver nada, a desmayarme o dejar de sentir lo exterior, pero no funcionó y comencé a ver escenas de sexo violento entre Eric y ciento de mujeres y hombres.

Traté de luchar con todas mis fuerzas para detener aquella desagradable visión, pero por más que me resistía y concentraba en salir, no conseguía nada, por lo que tuve que esperar a que todo terminara.

-¿Estás bien, cariño? –Preguntó Carlisle mientras yo me incorporaba sin hacerle caso, con cara de pocos amigos, y me levantaba del sofá dirigiéndome con decisión hacia Eric, quien me miraba con una sonrisa burlona.

-¿¡Qué te crees que es esto? –le reñí acercándome a él, y golpeándole en un brazo, molesta-. Eres un imbécil, Eric, paso de ver tus perversiones. Sabía que esto no era buena idea.

Me alejé del vampiro mientras Carlisle pedía explicaciones al vikingo, quien con suma tranquilidad, respondió de forma educada lo que había visto.

-Esto no es un juego; podría morir si no aprende a controlar su poder, ella no es sobrenatural.

-Relájate, Carlisle. No pasará nada. Volvamos a intentarlo hasta que consigas o sientas algo diferente.

-No volveré a tocar eso. –Sentencié totalmente seria, mirando con desafío sus ojos azules.

- Está bien, está bien –sacó algo de uno de sus bolsillos, desvaneciendo poco a poco su sonrisa maliciosa–. Prueba con esto.

El rubio depositó su collar en forma de dragón, idéntico al mío, en mi mano, y acto seguido todo volvió a nublarse de nuevo.

¡Muchas gracias a todo el que se pasa por aquí!

Una nueva esperanzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora