Capítulo 3

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Capítulo 3

Eran las 10 de la mañana cuando abrí los ojos con molestia por el sol que se colaba tras los agujeros de las persianas. Me levanté despacio, pensando en lo ocurrido, y me vestí sin prisas, poniéndome la ropa de la noche anterior.

Coloqué un poco mi pelo y salí de la habitación directa al baño a asearme para presentarme ante Jessica y su madre. Llegué al salón con incomodidad, y las encontré desayunando, sentadas ante una mesa redonda.

-¡Buenos días, Nadine! Siéntate y come algo. –Dijo Jessica sonriente, palmeando sobre una silla a su lado como si nada hubiera ocurrido.

-Gracias –Contesté mientras sonreía levemente y obedecía, sintiéndome más relajada.

-Esta es mi madre, Amelie; Le he contado el problema y dice que puedes quedarte cuanto necesites.

-No era necesario, Jessica –Añadí algo molesta por dentro-, pero por favor, no hables con nadie sobre esto. No me gustaría ser la comidilla del pueblo.

-Tranquila, somos tumbas. ¿Irás a recoger tus cosas?

-Sí, ahora iré. –Mantuve la mirada lejos de la de la mujer mientras respondía, tratando de evitar algún atisbo de flaqueza.

-Te acompañaré, y como hoy no hay que trabajar, iremos de compras, y a comer fuera. ¿Qué te parece?

-Bueno, muchas gracias, pero no me encuentro muy entusiasmada...

-¡Por eso mismo! -interrumpió con énfasis-. No seas tonta, lo pasaremos bien.

No tuve fuerzas para contradecir o replicar, así que continuamos con el desayuno de forma relajada, y cuando Jessica se hubo preparado nos fuimos en mi coche.

Llegamos a la casa al cabo de una hora, y para mi alivio, el vehículo viejo de Ray no estaba. Parecía no haber nadie.

Salimos y nos dirigimos hacia la puerta y ventanas en busca de algún sonido o movimiento dentro. Nada. Saqué las llaves y entramos, aunque sin abandonar del todo la tensión, incluida mi acompañante.

Mientras Jessica examinaba la casa, yo me dediqué a hacer la maleta lo más rápido que pude para no tener que estar allí más de los segundos indispensables.

Después de una media hora terminé y nos largamos como alma que lleva el diablo. Se acabaron mis días de amarga esclavitud, por lo menos prefería pensar eso, aunque nunca había sido muy positiva y conocía bien a aquel ser violento y repugnante que era Ray.

Llevamos las maletas a su casa, organicé un poco la ropa y mis pertenencias y nos fuimos al pequeño centro comercial del pueblo, tras ver que mis negativas eran inútiles. Dimos una vuelta, compramos algunas cosas, más bien comprándolas Jess, y cuando nos dirigíamos en busca de algún restaurante nos encontramos a un chico junto con una joven, la cual parecía su novia, paseando por el centro comercial. Me quedé mirándoles impresionada ante rasgos que me resultaron familiares.

-¿Otros rostros pálidos y angelicales? –Pregunté extrañada y curiosa.

-Oh, desde luego –añadió Jessica entusiasmada tras observar a ambos. -Es Edward Cullen y su novia, Bella Swan, la hija del jefe de policía. Él es uno de los hijos adoptivos de los Cullen.

-¿De los Cullen? –Me puse nerviosa ante esa contestación sin entender muy bien el motivo, no era simple curiosidad, y eso me creó una irritante molestia hacia mí misma.

-Sí, es una pena, pero parece que el doctor ya está pillado y que la tal Esme está casada con él. Me informé y parece que es así, todo el pueblo lo dice. Y bueno, tienen contando con Edward... 5 hijos más.

Una nueva esperanzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora