Capítulo 20

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Capítulo 20

Al despertar me encontré en la misma posición en la que me había quedado dormida unas horas antes, aún abrazada a Carlisle, quien me observaba serenamente.

-Aún estás aquí. -Murmuré feliz.

-Claro, ¿dónde iba a estar sino apreciando la belleza que tengo?

-Qué tonto. –Dije sonriendo, mientras me incorporaba.

-Me encanta verte dormir de esta manera; tan tranquila, sin miedo.

-Cómo voy a tener miedo contigo a mi lado, es imposible. Te amo, Carlisle.

El rubio sonrió, y acto seguido, me besó dulcemente. En ese instante el móvil de este comenzó a sonar.

Carlisle se levantó con rapidez, dirigiéndose al salón, donde se hallaba su chaqueta, y en el bolsillo de esta, el teléfono. Escuché desde la habitación las respuestas preocupadas del hombre mientras me vestía veloz y me dirigía a la sala.

-¿Qué ocurre? –Pregunté cuando hubo colgado.

-Los planes han cambiado. Atacaremos esta noche, parece ser que se desplazaran hoy. Mañana planeaban atacar ellos. Así que tengo que irme para preparar todo. Vendrá Rosalie contigo esta noche.

-¿Rosalie...? –Balbuceé con un nudo en la garganta, al imaginar el rostro serio de la huraña mujer.

-Tranquila, no te dirá nada. No te preocupes.

Antes de que pudiera volver a hablar, el sonido de los nudillo en la puerta nos hizo zanjar la conversación. El vampiro se encaminó a abrir, dejando paso a su guapa hija.

-Bueno, he de irme. –Dijo Carlisle, a la par que se acercaba y me besaba, agregando que no me preocupase, ya que todo saldría bien.

Antes de salir por la puerta, el rubio susurró a la joven que se comportara, para acto seguido cerrar tras él y dejarme sola junto con la vampiresa, quien me miró con rencor unos segundos y después me ignoró, dirigiéndose hacia la cocina, mientras sacaba su teléfono móvil.

Al ver el panorama decidí darme un baño para distraerme y no pensar en la rápida sucesión de problemas que se encaminaban. Así pues, me dirigí al aseo, haciendo primero una parada en el gigantesco armario para preparar la ropa que me pondría.

Cuando salí de la bañera y terminé de vestirme, observé inquieta el reloj. Eran las 7 de la tarde, y sentía ya un nudo en el estómago. Me distraje al escuchar que llamaban a la puerta del baño. La mujer, irritada, gritaba si me había resbalado o seguía viva. Yo le respondí con algo de miedo que estaba bien y no tardaría en salir, mientras me dispuse a peinar y secar mi cabello.

Una vez fuera del baño, me dirigí a lavar la ropa sucia en el fregadero de la cocina, ante la mirada enfadada de la rubia, quien se hallaba allí quieta de pie.

-¿Qué tal, Rosalie? –Pregunté amablemente, mientras trataba de estrujar bien las ropas.

-Mal, lógicamente. ¿Cómo estarías tú si tu familia y tu marido tuviera que enfrentarse a un ejército de neófitos, y tuvieras que quedarte haciendo de niñera de alguien que ni siquiera te importa? –Respondió la mujer, mirándome con cara de pocos amigos, dejándome sorprendida con su sinceridad.

-Rosalie, siento mucho que te toque hacer de niñera, ¿vale? para mí tampoco es agradable, y menos cuando sé lo mal que te caigo. También estoy muy preocupada por tu familia y por Carlisle. No creas que esto son como vacaciones para mí. -Solté con molestia en la voz.

-No es que me caigas mal, ni siquiera te conozco... Es la situación la que me molesta. Tú eres un problema para mi familia, por ser humana. Corremos peligro. –Confesó ella, relajando el rostro por primea vez, perdiendo la actitud defensiva.

-Lo sé, y créeme que sufro mucho por eso, no te lo imaginas. Pero amo a Carlisle, es el sentido de mi existencia, Rosalie, y no puedo evitarlo. Lo que menos quiero es ser un problema, y sé que soy una carga, no es necesario que vengas a recordármelo, tranquila. Si me disculpas, tengo que tender esto. –Dije con indignación y tristeza mientras desaparecía de la escena con la ropa en las manos, dirigiéndome al baño a tenderla, dejando a la rubia en la misma posición que al principio, sin decir nada.

Pasaron varias horas en las que no lograba concentrarme en nada, por sólo tener rondando en la cabeza el maldito enfrentamiento. Carlisle y sus hijos volvía una y otra vez a mi mente, y no lograba poner atención en nada de lo que hacía.

Cuando oscureció hice algo de cena, comí sin ganas y fregué concienzudamente. Una vez hube terminado, el reloj marcaba las 10 y media de la noche. Me tiré en el sofá y traté de dejar la mente en blanco hasta quedarme dormida.


-¡No! –Grité, despertando de forma súbita, incorporándome al mismo tiempo, mientras la rubia aparecía junto a mí en un abrir y cerrar de ojos.

-¿Estás bien? Me has dado un susto de muerte.

-Sólo ha sido una pesadilla. Lo siento. -Susurré, llevándome las manos a la cara un momento.

-Tranquila, ¿Qué ocurría?

-Veía como íbamos perdiendo la batalla y los nuestros iban muriendo. Yo les advertía de que los atacaban a traición, pero no me oían. ¿Qué hora es?

-Las 12; dentro de poco se dispondrán a salir.

Suspiré mientras la mujer mantenía la cabeza gacha. Durante unos segundos el silencio reinó en la sala, hasta que la vampiresa habló con dificultad.

-Nadine, yo quería... pedirte disculpas por mi comportamiento. He sido injusta contigo, cuando tú no eres culpable de nada, lo siento.

-No imaginé que este día podría llegar. -Murmuré con total sorpresa, viendo su rostro arrepentido y vergonzoso.

-Es comprensible conociendo mi carácter. Tengo mucho miedo, aunque aparente lo contrario.

-Es normal, todos lo sentimos. Es algo de lo que no se puede escapar.

-Sí, estoy de acuerdo. Pero hacía tanto tiempo que no lo sentía... Desde la noche en la que me convertí. –La mujer suspiró tristemente mientras observaba el fuego de la chimenea. Se apreciaba claramente el dolor del recuerdo en su rostro, lo que me sobrecogió y forzó a preguntar.

-¿Cómo fue?

-Pretendían casarme con el hijo del banquero de un famoso banco de New York en la época de la Gran Depresión; simplemente conveniencia. Unos días antes de la boda fui a visitar a una amiga mía llamada Vera. Ella estaba felizmente casada y esperaba un hijo, lo que yo siempre había querido, amor, una familia; no dinero y clase, ya que al fin y al cabo son banalidades. –La mujer hizo una pausa visiblemente molesta al recordar aquello, y continuó -Cuando volví ya a la noche, encontré a mi prometido con unos amigos totalmente borrachos. Empezaron a hablar de mí como si fuera un objeto para su entretenimiento, mientras comenzaban a desnudarme entre sus comentarios machistas y... no creo que quieras saber más.

-Me lo imagino. Lo siento mucho, Rosalie. -Hablé con sincero horror.

-Me dejaron moribunda, tirada en la nieve en pleno invierno como un trasto viejo. Entonces apareció Carlisle y me convirtió.

-¿Volviste a saber de esos cabrones?

-Los maté yo misma al tiempo, dejando a Royce el último. Lo torturé durante una noche entera vestida de novia. Pero jamás bebí de sus asquerosas sangres.

-¿Probaste alguna vez la sangre humana? -Tomé aquel derrotero peligroso, pensando que igual estaba yendo demasiado lejos, pero respondió sin problemas.

-Jamás. Ni Alice, ni Esme, ni Emmett la han probado.

-Debe ser duro.

-Sólo cuando alguien sangra, pero la mayoría podemos controlarnos.

-Es un consuelo saberlo. –Dije con una sonrisa, mientras la observaba

Transcurrió un largo rato en el cual continuamos con la conversación, cuando fuera de la casa, a escasos centímetros de la puerta se escuchó un fuerte golpe.

La rubia se levantó en posición de ataque, cubriéndome, mientras me susurraba que me quedara quieta y no me moviera, ya que ella iba a examinar lo que había sido aquello. El miedo tomó el control en mí automáticamente.

Una nueva esperanzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora