Capítulo 40
Casi una semana después por fin pude abandonar el hospital y volver a casa. Me alegró retornar, y pude sentir el afecto de la familia Cullen con el caluroso recibimiento que me brindaron. Eran demasiado buenos para merecerse todo lo horrible que les acechaba a cada paso en sus vidas.
Los días pasaban lentamente, pues aún estaba de baja y sufría una gran depresión a raíz del accidente de mi familia. No salía de la cama, apenas comía o hablaba con alguien. Carlisle estaba realmente preocupado, y ni siquiera las pastillas que me daba me hacían dormir bien por las noches. Era insufrible todo aquello, y podía ver la angustia en el angelical rostro del rubio. No podía esconder su sufrimiento, pues sus ojos le delataban, la preocupación borboteaba en ellos y su preciosa sonrisa se mantenía a media asta todo el tiempo, sin poder disimularla. Me odiaba por lo que le estaba haciendo; no podía continuar con el dolor, era insoportable.
Por mi cabeza rondaban ideas sobre la muerte y el suicidio que paliaba con llantos, pero volvían a mi mente cada vez con más fuerza, y sin poder alejarlas, dejé que me invadieran por completo.
Era una fría noche de miércoles, y la casa casi estaba vacía. Carlisle estaba trabajando, y todos menos Alice se encontraban de caza en los bosques de la comarca. Yo decidí levantarme de la cama con movimientos torpes y lentos, cual zombie, dirigiéndome al baño.
Una vez allí, llené la amplia y blanca bañera de agua caliente, metiéndome con el camisón negro que Alice me había regalado tiempo atrás.
Me abandoné unos minutos dejando vagar mi mente por todos los pensamientos que se cruzasen por ella. Volví la vista a un punto fijo, observando mi brazo con el puño cerrado durante unos minutos hasta abrirlo lentamente y tener la palma extendida. Apareció entonces un pequeño abrecartas de plata, regalo de mi padre hacía unos años, que había tomado de la mesilla de noche de forma automática.
Dirigí la vista a la cicatriz en forma de media luna de la muñeca. El abrecartas la rozó, y automáticamente pensé en Carlisle. Su marca en mi cuerpo me recordaba cuántas veces me había salvado la vida.
No pude reprimir el llanto, así pues, mis lágrimas comenzaron a rodar silenciosas mientras observaba el objeto. Lo tomé con mi otra mano, y corté con fuerza brazo arriba, pasando por la cicatriz con los ojos cerrados, pero me detuve al visualizar al rubio. No podía hacerle esto.
Me sentí horriblemente mal conmigo misma, y al instante, una enorme oleada de tristeza volvía a sacudirme sin piedad. Era una cobarde. Volví a llorar, ahora con ganas, dejando caer con lentitud el pequeño objeto en el agua, para tapar después mi cara con las manos ensangrentadas.
-Nadine, ¿estás bien? –Preguntó la dulce voz de Alice al otro lado de la puerta del baño, mientras tocaba con suavidad. La ignoré por completo, ya que apenas escuchaba su voz, la sentía como algo secundario, parecido al sonido del gentío mientras caminas por la calle absorto en tus asuntos. No quería que me viera así.
No sabía cuánto tiempo llevaba allí tirada, pero supuse que demasiado al escuchar fuera la voz de alguien más hablar con la joven. Era Carlisle, había llegado de trabajar, y la pequeña mujer le estaba contando lo que sucedía. Desde luego, ambos olerían la sangre y mis lamentos, a pesar de tratar de no hacer ruido.
-¿Nadine? Abre la puerta, cariño ¿Qué ocurre? ¿Estás bien?
Ninguna respuesta. Sólo podía llorar y odiarme profundamente por todo aquello. Quería hablar para que me dejaran en paz, pero las palabras se ahogaban en mi garganta, se anclaban en ella dolorosamente.
-Por favor, abre. –La preocupación era notable en su voz, incluso superando a su innata serenidad. –Voy a tirar la puerta abajo, Nadine.
Y así lo hizo. Dos segundos después la puerta cayó pesadamente al suelo, y el rubio contempló con horror la escena desde el umbral de la puerta. Tras un movimiento extremadamente veloz, apareció a mi lado nombrándome, mientras tomaba mi pulso y hacía preguntas. No podía dejar de llorar.
-Lo siento, Carlisle. –Sollocé tratando de evitar su mirada, a la par que él sacaba mi brazo del agua ensangrentada.
-No ha causado daños graves, no es tan profundo.
Observé su rostro durante unos instantes. Era serio, duro, estaba horrorizado y las aletas de su nariz se expandían. Pocas veces lo había visto así.
-No pude terminar, pensé en ti. Lo siento, Carlisle, lo siento. –El llanto volvió a intensificarse mientras volvió la mirada llena de tristeza a la mía.
-No te preocupes ahora de eso. Voy a sacarte de aquí. –Añadió, pasando a meter los brazos en la bañera para sacarme de ella sin esfuerzo, llevándome a nuestro cuarto, donde me depositó con cuidado sobre la cama. -¿Cómo te encuentras?
-Estoy mareada.
-Has perdido bastante sangre. Alice, tráeme el botiquín por favor. –Susurró sin quitarle ojo al brazo, presionando sobre él con una toalla blanca del baño, ahora teñida de intenso escarlata.
La mujer apareció al instante con una caja mediana en la mano que dejó sobre la cama, y después de mirar con horror la escena, despareció sin decir nada, dejándonos de nuevo solos. Carlisle comenzó a hablar tras coger varias cosas del botiquín.
-¿No eres feliz, Nadine? -La tristeza en sus ojos fue como una puñalada en lo más profundo de mi ser.
-Nunca había sido tan feliz.
-¿Sólo ha sido por tu familia? –Preguntó cuidadosamente, mirando el brazo mientras trabajaba en la herida.
-Sabes que sí. Soy idiota, ahora pensarás que soy infeliz contigo, o... –Me quedé bloqueada, y Carlisle alzó la vista del brazo, deteniéndose en su tarea un instante.
-Te creo. Sé cómo lo estás pasando por lo ocurrido; sé que no comes apenas, que no duermes, y sabes que eso lo sé a ciencia cierta -mostró una preciosa sonrisa que me hizo devolvérsela levemente, mientras proseguí escuchándolo-. Pero no creí que fueras a hacer algo como esto, la verdad ¿Por qué no me pides ayuda? lo que necesites, apóyate en nosotros. Somos tu familia.
-No puedo soportar el dolor, está en mi cabeza todo repitiéndose una y otra vez. No sé qué hacer.
-Conozco un psiquiatra muy bueno en el hospital, creo que deberías ir. Como médico, Nadine. Has intentado suicidarte. –Dijo antes de que pudiera cortarle.
-Está bien, iré. Te quiero, Carlisle. Perdóname. –Sollocé otra vez, observando el rostro del rubio mientras este suspiraba contemplándome con tristeza, para después abrazarme con fuerza, susurrando en mi oído que él también a mí.
Tras unos minutos se separó lentamente y me besó con ternura. A continuación cogió mi brazo de nuevo para proseguir con su velocidad vampírica.
-Casi he acabado.
-Gracias por todo, eres maravilloso.
-Tú también, y por eso estamos casados. –Sonrió levemente, mirándome un instante.
Continuó con la herida en silencio hasta que hubo terminado, para entonces levantarse y meter todas las gasas ensangrentadas en un recipiente de porcelana, prendiéndoles fuego. Volvió a sentarse en la cama tras unos instantes y me observó con curiosidad, mirándome el brazo, sonriendo.
-¿Por qué sonríes? -Preguntó a ceño fruncido, sin entender.
-Siempre que miro la cicatriz de aquella vez con la sangre equivocada me acuerdo de ti, y de lo mucho que nos queremos. Es maravilloso.
-Estaré siempre cuidando de ti.
-Lo sé, y lo haces genial. Aún estoy viva sorprendentemente.
-Lo estarás durante mucho tiempo.
Le devolví la sonrisa y me acerqué para besarlo con todo el amor posible. Era lo mejor que me había pasado en la vida, y jamás debía olvidarlo.
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Una nueva esperanza
FanficLuz en la oscura y trágica vida de una joven. Luz para un hombre que vive enfrascado en la eternidad sin remedio alguno. Cuando los caminos se cruzan, surge una nueva esperanza. CarlisleXoc