Capítulo 74

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Capítulo 74

El pitido desagradable del despertador comenzó a sonar marcando las 8, mientras contemplaba el techo de la habitación, enfrascada en paranoicos pensamientos sobre aquella vampiresa y Carlisle. Desde aquella conversación con Eric no había podido dejar de pensar en aquello, y me había dedicado a dar vueltas en la cama toda la noche, imaginándome cómo habría sido todo entre ellos.

La incertidumbre y los celos se apoderaban de mí sin remedio alguno. Conocía la sensación, era idéntico a lo que había sentido cuando Esme había intentado volver con el rubio, pero esta vez, algo había cambiado.

Me levanté despejando los malos pensamientos mientras me preparaba para la reunión con el director del colegio, escuchando a lo lejos a Albert reír junto con Emmett, cuando una voz se introdujo en la conversación; Carlisle había llegado.

Al poco tiempo entró en la habitación y se acercó a mi posición frente a un gran espejo donde me abrochaba una camisa, para besarme en la mejilla fugazmente.

-¿Te encuentras bien? Tienes mala cara, cariño. Menudas ojeras, ¿no has dormido bien? –Preguntó mientras se descamisaba y buscaba en el gran armario, después de mirarme a través del espejo.

-Estoy bien, voy a maquillarme. –Agregué sin mucho ánimo, con una falsa sonrisa, escuchando rebotar aquellos temibles pensamientos, que siempre me habían atormentado dentro de mi cabeza.

No estaba bien, y en aquel preciso instante, al mirarme al espejo del baño con el maquillaje en la mano, me di cuenta del problema, que esta vez era más que palpable. Habían pasado muchos años y las marcas de la edad comenzaban a hacerse visibles en mí. Envejecía irremediablemente mientras él se mantenía como al comienzo de todo.

-Nadine, voy a acercar a Albert al colegio, volveré en un rato. Tengo que pasarme por casa de Eric, me llamó anoche.

-Claro, no hay prisa, la reunión es a las diez. –Respondí girándome para observar su rostro, manteniendo aún la misma posición que hacía segundos.

-Te quiero. –Se despidió, para después cerrar la puerta y desaparecer del lugar dejándome de nuevo mirándome con aprensión en el espejo.


En el momento exacto en el cual las manijas el reloj marcaban las 10 en punto, el Mercedes de Carlisle se paraba ante el gran edificio en el cual se impartían las clases de primaria. Ambos nos dirigimos hacia el interior del edificio sin mediar palabra hasta que llegamos al despacho del señor Smith, quien nos recibió al instante.

-Muchas gracias por acudir a la cita, señores Cullen. Por favor, tomen asiento. –Ambos le obedecimos, y acto seguido, el hombre de pelo cano comenzó a hablar con un tono más serio. –Como ya saben, su hijo volvió a pelearse con uno de sus compañeros, esta vez, con otro diferente. Ya van tres veces desde el comienzo de las clases, y vemos que su hijo tiene un comportamiento un tanto antisocial.

-¿En qué se basa para afirmarlo? –Preguntó con amabilidad Carlisle, sin quitarle el ojo de encima al hombre.

-Bueno, no se junta con ningún otro niño, siempre prefiere estar solo... y bueno, las veces que se relaciona son para insultarse o pegarse. No quiere hablar con el psicólogo del colegio ni con ningún profesor, por ello les hice llamar. ¿Han hablado ustedes con él sobre el tema?

-Claro, varias veces, y nos extraña muchísimo que aun así continúe con la violencia. Es un niño muy maduro, ¿sabe? -Respondí con convencimiento.

-Y no la contradigo, pero quizás no hayan abordado el tema de la forma adecuada, o su hijo tenga algún tipo de problema que no hayan detectado. Si ustedes pasan mucho tiempo en el trabajo quizás, ya saben...

-Oiga, ¿insinúa que mi marido y yo no hemos educado bien a nuestro hijo? Le aseguro que no podemos estar más encima de él. -Respondí con algo de enfado cuando la puerta se abrió lentamente y Albert apareció. Nos contempló sin mucha emoción, haciendo que el director se librara de responder.

-Pasa, Albert. Te estábamos esperando. Verás, estaba hablando con tus padres de tu actitud respecto a tus compañeros y las peleas, y he pensado que quizás este sea un buen momento para contarnos el por qué de esa actitud.

-Ya se lo he dicho; ellos me insultan, se meten con mi familia y conmigo.

-Pero, Albert; ellos dicen que desde la primera pelea no te han dirigido la palabra, que tú has adivinado sus pensamientos y has comenzado la discusión.

Carlisle y yo nos miramos momentáneamente, para después fijar la vista en nuestro hijo, quien con seriedad observaba el suelo de la estancia.

-No es cierto, hablan a escondidas. Los descubrí. –Volvió a insistir el chico mientras el director se reclinaba en su sillón y suspiraba.

-Bueno, puedes irte ya, sé que tienes un examen de matemáticas, no conviene que te lo pierdas. Yo seguiré aquí con tus padres.

El niño salió y automáticamente después el hombre volvió a tomar la palabra.

-Se empeña en mentir. Hemos hablado con los niños cientos de veces y todos mantienen la misma versión. Señores Cullen, no sabemos qué más hacer por nuestra parte.

-Hablaremos en casa con él seriamente, no se volverá a repetir. –Contestó Carlisle con total decisión, manteniendo la mirada al hombre de pelo cano, quien se levantó y se despidió de nosotros, deseándonos suerte.

-¿Qué se supone que vamos a hacer? Nuestro hijo tiene que estar soportando sin poder defenderse, Carlisle.

-Tranquila, hablaremos con él luego. Estoy seguro de que los niños acabarán por cansarse de provocarlo y pensar cosas sobre él. No podemos cambiarlo de colegio constantemente, Nadine. Deberá adaptarse.

-Ya, ya lo sé, pero es que no puedo evitar sentirme fatal al saber que no podemos hacer nada por él.

Antes de continuar hablando, ambos nos paramos en seco frente al coche contemplando a Inga sentada de forma poco apropiada sobre el capó.

-Este pueblo es estupendo, casi se me había olvidado que era salir de día. –Dijo con una amplia sonrisa mientras nos miraba de aquella forma que tanto odiaba. –Creo que me vais a tener por aquí durante bastante tiempo.

No pude evitar sentir una fuerte sacudida en mi interior ante tales palabras, a la par que intentaba con todas mis fuerzas fingir que nada ocurría.

¡Muchas gracias a todos por leer!

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