Capítulo 65

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Capítulo 65

El sonido de mi móvil me sobresaltó mientras observaba el fuego de la chimenea junto con Albert y Rosalie, completamente en silencio. Miré la pantalla iluminada del teléfono, e inmediatamente contesté.

-Hola, cariño. ¿Cómo va todo?

-Bien, no te preocupes. ¿Cómo estáis? –Preguntó dulcemente Carlisle.

-Estamos algo apagados, ya sabes; pero todo va bien. ¿Hay novedades? –Mi voz se tensó instintivamente al preguntar aquello, e intenté reducir el volumen, pero era una estupidez, ya que ambos podían escuchar a Carlisle al otro lado.

-Alice ha tenido una visión hace unos minutos –hizo una pausa, para después proseguir al ver que no le interrumpí-. Los Vulturi vienen hacia aquí, la guerra se producirá esta noche o mañana por la mañana como tarde.

-¿Dónde se producirá? –Pregunté, intentando contener mis emociones.

-A unos kilómetros de la casa de Tanya, hay una basta extensión de terreno inhóspito. Nadine, quiero que por nada del mundo Albert y tú salgáis de allí, Rosalie se quedará con vosotros por si acaso sucediera algo.

Me mordí el labio fuertemente para no protestar, ya que sabía que tenía razón, pero aún así, sentía que aquello era sumamente injusto para nosotros. ¿Cómo quedarse de brazos cruzados cuando están masacrando a tu familia? Volví a centrar la atención en el teléfono al escuchar la voz del rubio, suplicante.

-Por favor, dime que no intentarás nada.

-Está bien, de acuerdo.

-Llamaré cuando todo acabe. Os quiero.

-Nosotros también a ti, Carlisle.

Acto seguido ambos colgamos. Evité observar los rostros serios que me miraban fijamente, y al no ser capaz de resistir la presión, me levanté rápidamente para perderme escaleras arriba.


Las horas pasaban lenta y tortuosamente mientras el sol se escondía tras el helado horizonte. Emmett entró en la casa e inmediatamente después, todos nos pusimos en pie para despedirle, pues él marchaba con el resto de la familia para el desenlace final.

Rosalie se abalanzó hacia él y ambos se abrazaron con fuerza, para después besarse intensamente ante nuestras apenadas miradas. No podía deshacer el nudo de mi garganta.

A continuación el vampiro me abrazó durante unos instantes mientras yo evitaba derramar lágrimas ante mis nefastos pensamientos.

-Todo saldrá bien. -Dijo para intentar consolarme, centrando sus ojos en los míos  con aquella gran sonrisa optimista, pasando después a dirigirse hacia Albert, arrodillándose para estar a su altura.

-Cuida de ellas, campeón. –Comentó mientras agitaba el pelo del pequeño, y después lo abrazaba.

El moreno volvió a incorporarse para dedicarnos una última mirada a todos en conjunto, y después comenzó a andar hacia el exterior hasta desaparecer por la robusta puerta de madera.


Hacía horas que Emmett se había ido, y nosotros no podíamos hacer otra cosa que dar vueltas alrededor del salón, observando el cielo estrellado de la madrugada. Eran las cuatro, y a cada segundo, aumentaba el nerviosismo.

Rosalie llegó de la cocina con rostro serio, al parecer, había estado allí hablando por teléfono. Albert y yo la miramos esperando que la joven hablara.

-He llamado a Kate. Los Vulturi llegarán a Alaska en una hora según nuestros espías. Hay demasiados con ellos, nos superan en número.

Noté una fuerte sacudida interior mientras Rosalie desviaba la mirada de mis ojos hacia la ventana. Albert agarró mi mano con fuerza, y automáticamente respondí.

-Rosalie –hablé tras unos instantes mirándola a los ojos, seria. –No han descubierto nuestra posición, ve con ellos. Estaremos bien.

-No puedo hacer eso.

-Si ocurre algo allí jamás te lo perdonarás, nosotros estamos a salvo. Por favor. –Supliqué con lágrimas en los ojos. -Sabes que no dejaré que le hagan daño.

Ambas mantuvimos nuestras miradas fijas en la de la otra, y tras unos instantes, la vampiresa suspiró y aceptó mi oferta, saliendo de la casa segundos después tras despedirse de nosotros. Inmediatamente me sentí algo mejor, había más posibilidades, aunque sólo fuera un mínimo porcentaje más a nuestro favor.

-¿No quieres ir a dormir? –Pregunté con voz quebrada al pequeño, tratando de sonreír. Me respondió con una sacudida de cabeza sin ganas. –Vale, nos quedaremos los dos en el sofá, nos tumbaremos y quizá juntos podamos dormir algo. –Dije con voz dulce para después tomarlo en brazos, dirigiéndome al gran sofá blanco del salón, donde me senté con el chico aún encima.

Tiempo después, ninguno había conseguido dormirse, pero de aquella forma ambos nos relajamos algo, y era de agradecer, desde luego. De pronto Albert alzó la cabeza quedándose totalmente quieto, como intentando oír algo.

-¿Has escuchado eso, mamá? –Preguntó en un susurro.

-¿El qué? no he oigo nada.

-Algo se acerca; son como pisadas en la nieve. Voy a ver.

-No, iré yo. Tú quédate aquí.

-Soy más fuerte y rápido que tú, debo ir yo; se lo prometí a Papá.

No pude evitar sentir un enorme vacío al contemplar aquellos ojos azules llenos de valor, aquel rostro angelical tan parecido al de Carlisle.

-Está bien, pero vigilaré desde la ventana de la cocina.

-Vale. –Dijo, para después, levantarnos ambos y avanzar hacia nuestras posiciones. Odiaba que se pareciera tanto a mí, era un gran testarudo.

Observé al rubio avanzar con sigilo entre la nieve y los árboles, pero nada parecía haber alrededor, hasta que después de unos metros perdí al chico de vista entre la escasa maleza.

-¡Mamá, cuidado! –Gritó Albert desde la lejanía, pero en el momento en que quise darme la vuelta y salir corriendo de la casa, un vampiro de ojos escarlatas y pelo corto negro me cortó el paso.

-¿Qué hay? –Preguntó con una maliciosa sonrisa, para después propinarme un bofetón que me tiró al suelo, enviándome varios metros hacia atrás.

¡Muchas gracias a todos por leer!

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