Capítulo 58

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Capítulo 58

Eran más de las doce y aún Eric no se había presentado en casa, con lo que mi humor a cada segundo empeoraba considerablemente.

No paraba de andar por la estancia en círculos pensando en el momento en que llegara y pudiera gritarle lo imbécil que era, sin privarme del gusto que eso supondría. No podía creer que me hubiese engañado de tal forma, aunque claramente, la culpa era mía por pensar que semejante tirano podría albergar algún ápice de compasión y cariño por alguien que no fuera él mismo.

Al mismo tiempo que interiormente ardía de rabia contra el vikingo, un inmenso temor me carcomía las entrañas al pensar que mi hijo se encontraba en manos de los Vulturi. Sólo de pensar en ello abandonaba la ira y las lágrimas se agolpaban en mis ojos, pensando que aquella gente era capaz de cualquier cosa. Si a Albert le ocurriera algo, jamás podría perdonármelo, y aunque darle vueltas no valía de nada, era imposible que mi mente se alejara de aquellos pensamientos.

El timbre sonando hizo que me parara en seco y el odio volviera a ser el principal componente de mi estado anímico. Me dirigí hacia la puerta, pero Carlisle me detuvo poniéndose frente a mí con suma rapidez.

-Yo abro, intenta relajarte. Todo saldrá bien. –Dijo de forma serena mientras me acariciaba el rostro, pero su semblante de facciones rígidas me decía que él estaba igual de preocupado que yo.

El rubio avanzó hasta la puerta con decisión mientras yo me quedaba anclada en medio del salón, suspirando profundamente, intentando que las lágrimas no salieran al exterior.

En cuanto Eric apareció cruzando el umbral de la puerta, no pude reprimir mis instintos y avancé hacia él con rapidez y decisión, quedándome a escasos centímetros de su rostro. Tuve que levantar la cabeza considerablemente para mirarle a los ojos, pero en aquel momento no me importaba el dolor debido a la incómoda postura.

-¡¿Quién te crees que eres para jugar con la vida de mi hijo?! Ya puedes ir diciéndoles a los Vulturi que lo suelten.

Carlisle me agarró con suavidad, pero de forma firme, y me alejó de Eric unos pasos mientras este me miraba de forma seria.

-Relájate, Nadine. Yo no he tenido nada que ver con esto, han sido ellos los que han decidido desobedecerme.

-Y una mierda, Eric. ¿Crees qué somos estúpidos? Sé perfectamente que pactaste con los Vulturi para que nos dejaran vivir a cambio de que toda tu puta corte vampírica pudiera usarlo como si fuera un objeto para sus fines. Si le ocurre algo a mi hijo, te juro que yo misma tallaré la estaca que te mande a la tumba de una maldita vez. –Dije con toda la rabia que me fue posible, fulminándolo con la mirada.

Eric cambio su semblante sereno de forma radical mostrando un enorme enfado, mientras con su velocidad vampírica se posicionaba de nuevo a unos centímetros de mí, y me miraba fijamente con aquella cara que daba miedo. Carlisle con la misma rapidez se puso delante de mí, encarando a Eric.

-No me jodas, Carlisle, y apártate. –Al observar que el rubio no le hacía caso, lo empujó, mandándolo al otro lado de la estancia.

-No se te ocurra volver a tocar a mi marido en nuestra casa. –Le dije alzando la voz, a la vez que le agarraba de la camisa de forma brusca, sin dejar de mirarle a los ojos. 

Eric, de igual manera, apartó mis manos de él y comenzó a hablar de nuevo con los colmillos desplegados.

-No se te ocurra desafiarme, Nadine. Gracias a mí, tú, tu hijo y tu marido estáis vivos; deberías darme las gracias.

-¡¿Cómo puedes ser tan soberbio!? Has condenado a mi hijo a servir a esos asquerosos, y a ti mismo. ¡Olvídate de nosotros y desaparece de una jodida vez!

-¡No oses hablar así a tú rey! –Gritó Eric más enfadado. Carlisle volvió a ponerse junto a mí, apartándome de Eric.

-¡Tú no eres mi rey, yo no soy un maldito vampiro! ¡No soy nada tuyo ni lo seré en la maldita vida!, ¡¿te enteras!?

El vikingo volvió a acercarse a mí sin importarle que Carlisle estuviera a mi lado, y me miró de nuevo a los ojos desde muy cerca, hablando en un tono elevado.

-Desde el momento en que empezaste a follarte a Carlisle, eres mía: perteneces a nuestro mundo por conocer su existencia y secretos, y tú hijo igual; es uno de los nuestros, así que te aconsejo que si quieres seguir viva, me muestres respeto y sumisión. No deberías olvidar lo que he hecho por vosotros, Nadine. A pesar de todo, por mí seguís teniendo una vida feliz.

-Cuando vuelva a tener a mi hijo conmigo quizá me lo planteé. –Dije casi en un susurro reteniendo las lágrimas con todas mis fuerzas, ignorando lo último que había dicho, a sabiendas de que tenía razón, pero estaba demasiado enfadada para reconocerlo.

-Todo aquel que haya desobedecido mis órdenes y haya participado en el secuestro del niño pagará, y no habrá compasión con él. Mañana salimos para Volterra. –Dijo mirando al vampiro, ignorándome totalmente para después darnos la espalda y salir del lugar, regalándonos un sonoro portazo.

Me quedé totalmente inmóvil después de la marcha de Eric, contemplando el lugar por el cual había salido segundos atrás. Cientos de emociones y sentimientos se agolpaban en mi interior y luchaban por salir, pero estaba totalmente colapsada después de la discusión. Volví en mí cuando noté que Carlisle se ponía frente a mí y me acariciaba la cara.

-¿Estás bien? Ven, siéntate. –Agregó tras observar que no respondía y seguía mirando al frente con los ojos vidriosos.

Me dirigió hacia el sofá y me obligó a sentarme con delicadeza, posicionándose a mi lado mientras agarraba mis manos y me miraba a los ojos con tristeza.

-Ambos estabais enfadados, pero todo volverá a la normalidad. A Eric le importamos aunque no lo diga, no dejará que le hagan daño a Albert. Él está bien, cariño.

Miré a Carlisle a los ojos en total silencio, pero después de unos breves segundos aquella paz tensa se rompió cuando comencé a llorar de forma desconsolada.

El rubio me atrajo hacia sí y me abrazó con fuerza mientras yo desahogaba toda mi frustración y miedo llorando sobre su pecho.

-Todo acabará pronto, te lo prometo. –Añadió con voz firme en mi oído, aferrándome más a su duro cuerpo.

Pasadas un par de horas me encontraba en la cama tumbada, pero sin ningunas ganas de dormir, ya que mi mente sólo podía pensar en Albert, en cómo estaría y en esos horribles vampiros de ojos rojos acechándole.

Carlisle se encontraba a mi lado abrazándome, pues no quería dejarme sola en aquellos momentos en los que ambos nos necesitábamos más que nunca. Yo me hacía la dormida para no entablar conversación, no quería que viera mi desesperación, y mucho menos quería contagiarle mis temores y nervios.

No podía quedarme allí esperando hasta mañana, pues quizás no existiera un mañana para mi hijo, y aquello me hizo sentir una punzada en el pecho que apunto estuvo de dejarme sin respiración. Me giré hacia Carlisle con un plan alocado en mente, pero estaba segura y totalmente decidida a llevarlo a cabo.

Una nueva esperanzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora