Capítulo 5

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Capítulo 5

-Doctor Cullen ¿Cómo es que usted...? –Dejé la frase inconclusa mientras le miraba sin saber qué decir, aunque prácticamente como casi siempre que lo veía, no nos engañemos.

-Para los resultados, un médico tiene que llevar el parte, el papeleo. Me presté voluntario. Pensé que quizás sería mejor, ya que te he tratado antes. –Me dedicó una tierna mirada calmada, e inclinó la cabeza en señal de que me sentara.

Obedecí sin separar la visa del gran sobre que tenía entre las manos. Comenzó a abrirlo mientras se sentaba y leía sin decir nada.

-Nadine. Estás embarazada. –Añadió mirándome de forma triste, tras suspirar al leer el contenido del gran sobre.

Quedé totalmente petrificada por unos instantes hasta que las lágrimas empezaron a brotar de forma rápida, sin pronunciar palabra alguna. No era capaz de responder debido al gran shock que sentí tras aquella frase.

Noté como el rubio me nombró, preguntándome si estaba bien. Le miré fijamente mientras seguía llorando, hablando con voz temblorosa, pero enfadada.

-¿Cómo puedo estar si voy a tener que explicarle a mi hijo que su padre es un violador que ha estado torturándome durante años?

-Sabes que puedes optar por el aborto.

-No puedo hacer eso; yo siempre quise ser madre. Es mi hijo y él no tiene la culpa. ¿Pero qué voy a decirle, qué voy a hacer? ¿Qué le contaré a mi familia? –Pregunté levantándome poco a poco de la silla, moviéndome de forma confusa, temblando mientras notaba las lágrimas recorrer mi rostro.

Carlisle se acercó a mí de forma firme, y posó la mano en mi hombro mientras sus ojos caramelo se fijaban en los míos intensamente.

-Seguro que te ayudarán, no estarás sola. Ahora lo que debes hacer es relajarte, cuidarte y dejar el caso en manos de la policía. No compensa abrumarse por el futuro; sabrás que decirle a tu hijo cuando llegue el momento.

-Gracias, se porta muy bien conmigo. No sé cómo agradecérselo.

-Intenta ser feliz. Si puedo ayudarte en algo estaré por aquí, a tu disposición cuando quieras.

-¿Podría recetarme algo fuerte para dormir?

El asintió resignado y se volvió a su escritorio, apuntando algo en una receta que sacó de un cajón.

-Media pastilla minutos antes de acostarte y listo. Ten cuidado con ellas, son fuertes.

Yo le volví a agradecer el gesto, y tras despedirme de él, salí de la sala dirigiéndome hacia la calle. El mundo empezaba a echárseme encima sin poder controlarlo.


Al cabo de unas semanas comencé a sentirme realmente mal, sobre todo por las mañanas; Vómitos, mareos, desgana y depresión. Decidí no contar nada a mi familia, ni siquiera a mi hermana. No sabía por dónde empezar, y hablar del tema me revolvía internamente en todos los sentidos.

Aunque sola no estaba, ya que Jessica y su madre me ayudaban todo lo que podían, y cuando iba al ginecólogo me encontraba al doctor Cullen, quien siempre me preguntaba por mi estado con una bonita y cálida sonrisa que lograba hacerme sentir mejor durante unos minutos. Al final fui comenzando a hacerme a la idea.

Estaba de algo más de dos meses y decidí ir a la biblioteca a hacer una visita a mi jefa, la cual se estaba portando conmigo estupendamente. Hablamos durante un buen rato y tomamos café en un bar cercano en su turno de descanso. Le conté simplemente que me había quedado embarazada, omitiendo los detalles, y escabulléndome de las preguntas sobre mi depresión, por la cual estaba de baja.

Tras la media hora que duraba su pausa, decidí volver a casa paseando, pensando en todo lo ocurrido desde la violación. Ya había asumido, grosso modo, el problema, y no había marcha atrás; intentaría ser feliz. Iba a ser madre, y ese niño era lo único a lo que me podía agarrar para superar algo así. Era parte de mí y aquello era lo único importante.


Llegada la noche, a eso de las 9 cenamos las tres mientras Jessica hablaba de la próxima cita que tendría con su ligue, y empecé a sentirme realmente mal. Esperé un poco para ver si se me pasaba aquel malestar extraño, pero no disminuía nada. Me levanté pidiendo perdón, y me fue a mi habitación.

Al cabo de un rato tumbada empecé a asustarme, pues sentía fuertes pinchazos en el abdomen que cada vez eran más duros. Me levanté lentamente tocándome el vientre. Iba a llamar a Jessica, pero me detuve extrañada al sentí mi pantalón húmedo. Llevé allí la mano, y cuando la miré me sobresalté al encontrarla ensangrentada, no pudiendo evitar un gemido ahogado. Fui rápidamente hacia la puerta de la habitación, nerviosa y asustada.

-Jess, llévame al hospital, por favor. –Rogué con la voz quebrada, sujetando aún mi tripa debido a los fuertes dolores.

Ella miró aterrada mi mano carmesí, y mientras preguntaba qué me ocurría, cogió las llaves del coche y trató de ayudarme a caminar con velocidad hacia la calle.

El trayecto fue rápido, y lo agradecí dadas las circunstancias. Entramos corriendo en urgencias y me atendieron enseguida, con una habilidosa rapidez que agradecí enormemente.

Yo no paraba de hacer preguntas a la doctora que me atendió sobre qué era lo que ocurría, y sobre todo repitiendo que no me mintiera. Me dijo que me harían unas pruebas, pero que seguramente hubiera tenido un aborto.

Después de aquel comentario, reinó el silencio en la sala y dejé que la mujer hiciera su trabajo hasta que se cerciorara de lo ocurrido.

Transcurrió un tiempo que se me hizo eterno, y que ni siquiera me dediqué en medir, cuando entró en la habitación comenzó a hablar tras tener el informe.

-Has sufrido un aborto incompleto, esto quiere decir que no has eliminado todos los productos de la gestación, así que te mandaré unas pastillas para ello y sangraras durante unos días. Lo siento mucho.

La mujer castaña me miró con tristeza durante unos minutos, y me dio una receta con el nombre del medicamento. Yo me levanté de la camilla lentamente, y dándole las gracias, salí de la estancia para encontrarme con Jessica fuera. Con ver mi cara y mis ojos vidriosos lo entendió todo, y me abrazo fuertemente. Después del emotivo abrazo nos dirigimos a la salida del hospital sin decir nada, pero pensando ambas en mi mala fortuna.

En la puerta nos encontramos con el doctor Cullen, quien también se marchaba. Nos saludó educadamente y me preguntó qué había ocurrido.

-He perdido al niño. –Le contesté mirando de refilón, un instante, su angelical rostro.

-Lo lamento. ¿Tuvo algo que ver...?

-No, fue espontáneo. –Le corté veloz, negando con la cabeza.

-Suele ocurrir en un gran porcentaje de las veces, es normal. Dentro de unos días te habrás recuperado físicamente. Descansa, y si necesitas algo, ya sabes donde estamos.

-Gracias, doctor Cullen.

-Intenta animarte. Buenas noches. –Dijo mientras nos dirigía una sonrisa compasiva, y comenzaba a andar hacia su coche de una forma totalmente elegante. Jessica y yo nos quedamos contemplándole durante unos segundos. Aquel hombre era demasiado perfecto para ser real.

Una nueva esperanzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora